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Pugna olímpica entre China y EEUU

Estados Unidos y la Unión Soviética solían extender al campo deportivo el conflicto político de la Guerra Fría. La propaganda de ambos lados presentaban la batalla entre el Mundo Libre y la Cortina de Hierro y las medallas de oro valían doble a los ojos de sus respectivas sociedades.

Hoy la Guerra Fría es -eso dicen- cosa del pasado, pero frente a los Estados Unidos se levanta un rival con tanta potencia en la actividad muscular como peligroso en la arena geopolítica: China.

Aunque no lo pregone a los cuatro vientos, el Gigante Asiático sueña con desplazar a los norteamericanos del tope del medallero y espera, cuando se apaguen los últimos ecos de estos juegos, convertirse en el nuevo punto de referencia de la familia olímpica.

«Creo que podemos lograrlo», afirma Lie Wang, mientras se dirige al Estadio Olímpico, donde trabajará por estos días. «China se ha preparado mucho para un evento de esta magnitud. Nuestros logros deportivos serán un reflejo de lo que ha avanzado el país».

Eso no se puede negar.

China conquistó su primer oro olímpico en los juegos de Los Angeles en 1984 y hace sólo cuatro años en Atenas sumó 32 metales dorados, quedando a cuatro de la cosecha de Estados Unidos.

Desde que Pekín recibió la sede de los Juegos del 2008, las expectativas sobre un posible desbancamiento de Estados Unidos no han dejado de crecer.

«Conozco bien los recursos que han dedicado y lo que pretenden hacer, y espero que sean una fuerza dominante en los Juegos Olímpicos por muchos años», expresó en una conferencia de prensa Peter Ueberroth, presidente del Comité Olímpico norteamericano.

Más allá del significado de la cantidad de oros, los chinos también quieren demostrar que eso es un reflejo de su sistema político y social, que difiere en muchos aspectos del mundo occidental.

Y el deporte no escapa a esa diversidad.

A diferencia de Estados Unidos, donde el gobierno no asume la mayor parte de los gastos de preparación de sus atletas -que son apoyados por promotores, empresas privadas, ligas profesionales-, los jerarcas chinos desarrollan un sistema de búsqueda de talentos que ha heredado mucho de la antigua Unión Soviética y de Cuba.

Los entrenadores se lanzan a peinar las provincias más lejanas y a base de las características de los niños se les envía a escuelas deportivas, como las EIDE cubanas, para iniciar su preparación.

Recientemente, la integrante del equipo de kayak, Zhang Jinmei, narró cómo se cayó cuando le ordenaron por primera vez montarse en una embarcación.

«Nunca antes había remado en mi vida y no sabía lo que era un kayak. Mucho menos sabía nadar», reveló Zhang, quien fue reclutado para ese deporte, porque el entrenador que la vio por primera vez quedó impresionado por su estatura y las buenas proporciones de su espalda.

Todo esto es muy diferente a Estados Unidos, donde los niños escogen generalmente el deporte que más les gusta, pero no significa que China esté del todo equivocada: Zhang ganó un oro en la Copa Mundial del 2004 y espera subir a lo más alto del podio en estos Juegos.

Según estudios, China dedica entre $400 y $500 millones para preparar a sus atletas de élite, que no disfrutan de un contrato millonario al estilo de Yao Ming, una verdadera excepción de la regla.

«Desplazar a los americanos… eso no lo sé, más bien me parece difícil», comenta Wu Wien Lu, un joven encargado de recibir a la prensa en el aeropuerto. «Pero sería bueno. No queremos restregarles en la cara que somos superiores, pero sí que hemos avanzado y que estamos en un nivel respetable».

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