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Rice pide a los países árabes que hagan frente a Irán en Irak

Si los países del Golfo temen a un Irán con ambiciones nucleares no sólo deben cerrar filas, sino actuar como contrapeso en Irak. Éste fue, en sustancia, el mensaje que la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, transmitió a sus aliados árabes tras haber efectuado, el domingo, una visita sorpresa a Irak.

El abrazo en el que se fundieron el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Hoshyar Zebari, y su homólogo saudí, Said al Faysal, en la puerta del lujoso hotel de Manama (Bahrein) en el que se reunieron, pudo dar la impresión de que Rice había logrado su objetivo, pero, pese a las apariencias, apenas consiguió resultados.

Los jefes de la diplomacia de EE UU, Irak, Egipto, Jordania y del Consejo de Cooperación del Golfo, que reagrupa a las ricas monarquías petroleras de la región (Arabia Saudí, Kuwait, Bahrein, Qatar, Omán y los Emiratos Árabes Unidos) se reunieron ayer en Manama. Hoy se han dado de nuevo cita en Kuwait junto con todos los demás vecinos de Irak, incluido Irán. En total serán 23 países.

A diferencia de todos los demás países árabes, excepto Bahrein, Irak es mayoritariamente chií y ésa es también la adscripción religiosa de casi todo su Gobierno, empezando por el primer ministro, Nuri al Maliki. Sus vecinos árabes le reprochaban veladamente favorecer a su propia comunidad, pero ayer Rice sostuvo que se había enmendado y actúa «de manera no confesional».

De ahí que, según Rice, la política de los árabes para librar a Irak de la «vil influencia» de Irán «deba ser reajustada» con un doble gesto de apoyo: el regreso a Bagdad de los embajadores árabes y, sobre todo, la cancelación de la deuda de Irak con los países del Golfo. «Esto ayudaría a Irak, pero también sería útil para los árabes», aseguró Zebari.

Las potencias occidentales ya perdonaron a Irak, en el marco del Club de París, 66.500 millones de dólares (42.000 millones de euros), pero Bagdad aún debe cerca de 80.000 millones de los que el grueso corresponden a créditos concedidos por las monarquías del Golfo. Ninguno de sus representantes se comprometió ayer a ser generoso, pero las presiones de EE UU y su actual bonanza económica les incitarán probablemente a serlo a lo largo de los próximos meses.

La mayoría de las 45 embajadas abiertas en Bagdad pertenecen a países occidentales. Si los árabes cerraron las suyas fue más por razones de seguridad -el embajador egipcio fue asesinado en 2005- que políticas. Kuwait hizo caso a la secretaria de Estado y anunció ayer que reabría la suya y Rice vaticinó a renglón seguido que «este proceso va a seguir adelante».

Las monarquías del Golfo no dudaron, en cambio, en señalar a Irán que no tendrá el monopolio de la energía nuclear en la zona. Después de firmar un acuerdo con Bahrein en marzo, EE UU suscribió ayer un acuerdo de cooperación en materia de energía nuclear civil con los Emiratos Árabes Unidos, la segunda potencia económica regional. Francia se le anticipó, en enero, con motivo de una visita del presidente Nicolas Sarkozy.

Al igual que Bahrein, los Emiratos renuncian en el acuerdo a enriquecer uranio en su territorio, algo que la comunidad internacional ha pedido en vano a Irán en múltiples ocasiones.

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