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Texas ejecuta a un pandillero latino por el asesinato de policía

El estado de Texas ejecutó al pandillero latino Licho Escamilla, condenado a muerte por el asesinato del policía Cristopher James en Dallas en el año 2001.

A Escamilla, de 33 años, lo declararon muerto a las 18.31 hora local (23.31 GMT) tras recibir una inyección letal en la prisión de Huntsville (Texas), según informó el Departamento de Justicia Criminal del estado sureño.

Sus últimas palabras fueron: «El papa Francisco, el enviado de Dios, pidió al estado de Texas conmutar mi pena de muerte por una cadena perpetua. Pero el estado de Texas ha rechazado escuchar al enviado de Dios y se las tendrá que ver con el propio Dios. Que todo el mundo sepa que esto no ha terminado».

Según testigos de la ejecución, su hermana gritó «¡Licho no te vayas!» mientras Escamilla quedaba inconsciente.

Como es habitual con los asesinos de policías, compañeros de James acudieron a Huntsville e hicieron rugir los motores de sus motocicletas mientras Escamilla recibía su inyección letal.

El 25 de noviembre de 2001, cuando Escamilla cometió el crimen por el que  fue ejecutado, la Policía ya lo buscaba por otro asesinato consumado semanas antes en la ciudad de Dallas.

Lejos de esconderse, el joven pandillero, que en ese entonces tenía 19 años, acudió al club nocturno en el que James prestaba servicios de vigilancia privada y se vio involucrado en una pelea en el aparcamiento del local.

James y otros tres policías que trabajaban fuera de servicio ese día en el club trataron de interrumpir la pelea, pero Escamilla abrió fuego contra ellos, hiriendo al uniformado.

Fue entonces cuando el pandillero se acercó a James y lo asesinó con tres tiros de gracia en la cabeza y el cuello.

Acto seguido, Escamilla emprendió la huida pero quedó herido por los disparos de los otros policías, que lo detuvieron antes de que el pandillero pudiese robar un coche con el que pretendía escapar.

El juicio

Según los testigos que declararon en el juicio, en el trayecto en ambulancia y en la estancia en el hospital, el pandillero se jactaba de haber asesinado a un uniformado.

Otro de los policías, Clarence Lockett, también quedó herido de bala en el tiroteo pero se recuperó en el hospital.

El juicio, celebrado en el 2002, es recordado porque Escamilla arrojó una jarra de agua contra los miembros del jurado tras escuchar el veredicto de pena de muerte, agredió a las personas de su alrededor y se escondió debajo de la mesa hasta que los policías lo sacaron.

La semana pasada, los abogados de Escamilla presentaron diversas apelaciones para evitar el desenlace fatal argumentando una infancia abusiva y drogodependencia, pero el Tribunal Supremo las rechazó.

Escamilla se convirtió así en el vigesimocuarto preso ejecutado este año en Estados Unidos, la mitad de ellos en Texas.

Desde que el Tribunal Supremo s reinstauró la pena de muerte en 1976 han sido ejecutados 1.418 presos en todo el país, 530 en Texas.

La próxima ejecución prevista es la de Jerry Correll por el asesinato en 1985 de su hija de cinco años, su exmujer, su excuñada y su exsuegra en Orlando (Florida).

Si nada lo impide antes, Correll recibirá una inyección letal el 29 de octubre.

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