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Tiroteos en EE.UU.: una realidad de la que no están ajenos los migrantes venezolanos

El pasado 6 de mayo, Estados Unidos registró un nuevo episodio a su estadística de tiroteos masivos: un hombre ingresó a Allen Premium Outlets, ubicado en la ciudad de Allen, Texas, y disparó indiscriminadamente a quienes se encontraban en el lugar. 

Jonathan Boyd, jefe de los bomberos de Allen, informó que siete personas, entre esas el autor del tiroteo, fueron declaradas muertas en el lugar; mientras que otras dos fallecieron en el hospital tras llegar heridos de gravedad. Las edades comprendían entre los tres y 51 años.

Por su parte, el jefe de la policía de Allen, Brian Harvey, aseveró que un agente del ente  «escuchó disparos, se movilizó hacia donde se oían, se enfrentó al sospechoso y lo neutralizó». El autor fue identificado como Mauricio García, de 33 años, y portaba un rifle AR-15, una pistola y múltiples armas en su automóvil.

En el hecho murió el venezolano Elio Cumana-Rivas de 32 años. Había llegado hacía ocho meses al país, luego de cruzar la selva del Darién y el río Bravo, y trabajaba como repartidor para enviar remesas a su familia en Venezuela. Telemundo informó que Cumana-Rivas fue la última víctima en ser identificada.

Según datos del Gun Violence Archive, en total han ocurrido 223 tiroteos masivos en Estados Unidos en lo que va de año.

Una nueva realidad 

Tropezar con la estadística es una realidad que se acepta al migrar a Estados Unidos; sin embargo, entender que en cualquier momento se puede ser víctima, o cercano a alguna víctima, es quizá un pensamiento que no pasa por la mente de nadie hasta que se ve de alguna manera afectado por la crisis del control de armas en su nuevo hogar. 

Cristina Llamozas migró de Venezuela en 2009. El 23 de agosto de ese año pisó Estados Unidos para estudiar Inglés y posteriormente ingresó a la Universidad y se graduó de Bachelor of Science in Communication, with concentration in Media Studies y un Mino en Film. En 2016 se fue a vivir a Panamá y no fue hasta septiembre de 2019 que regresó a Estados Unidos y se radicó definitivamente en Dallas, Texas.

Y aunque estaba consciente de las diferentes realidades que convergen en el país norteamericano, Llamozas nunca había sido consciente de lo cercano que podía ser un tiroteo masivo en su vida hasta la masacre de la Escuela Primaria Robb de Uvalde ocurrida el 24 de mayo de 2022.

“Los tiroteos masivos en Estados Unidos han sucedido por cierto tiempo ya. Sin embargo siempre los sentía como algo lejano, algo que no me iba a tocar a mi. Cuando en mayo del año pasado hubo el tiroteo en Uvalde, fue la primera vez que me sentí afectada porque los niños que murieron tenían la misma edad que mis estudiantes, también tenían la misma raza (hispanos) y la escuela era muy parecida a mi escuela. Por un momento fue como un reflejo de mi vida y por un segundo pensé: ‘esto me puede pasar a mi’”. 

El sentimiento se reafirmó con el tiroteo de Allen, pues hasta hace unos meses Llamozas vivía en una localidad cercana. “El tiroteo del fin de semana pasado en los Allen Premium Outlet me hizo darme cuenta de que esto no es un problema lejano a mi en lo absoluto y que ahora puedo ser víctima en cualquier momento, en cualquier espacio”.

Como docente, Cristina asegura que día tras día teme porque un suceso así ocurra en su escuela, un espacio en el que los niños y maestros también están entrenados para responder a alarmas de emergencias y constantemente hacen simulacros sobre este tipo de sucesos.

Es un miedo con el que se aprende a vivir, y no debería ser así. Un par de veces a la semana me aseguro de que mi salón esté en completo orden con espacios despejados para poder esconder a mis niños en cualquier caso de emergencia. Me siento responsable por mis niños, de mantenerlos a salvo todos los días… no me puedo imaginar el día en el que algo así suceda y uno o varios de mis alumnos sean víctimas. No podría verle la cara a sus padres”, señala.

Sin embargo, mudarse a otro estado no es una consideración actualmente, pues asegura que “el control de armas es un problema nacional”. Igualmente, agrega que Dallas es una ciudad que le brinda seguridad, y se siente satisfecha de vivir en ella, aunque “como en todos lados, hay cosas que me gustaría mejorar”.

¿Un problema por otro?

Pese al riesgo, Llamozas nunca ha considerado que al migrar de Venezuela haya sustituido un problema por otro. A su juicio, “al final, las cosas buenas que este país ofrece son muchísimas más que sus problemas, al contrario de Venezuela donde todo en la vida diaria es una lucha”.

“Aquí tengo la opción de ser independiente, comprar un carro, una casa, viajar, estar en la calle tarde de noche sin miedo a que me roben, entre muchas otras cosas… Las oportunidades para crecer y progresar en Estados Unidos son muchas, a pesar del problema de control de armas”.

Asevera que el Estado, sin distinción política, debe ser más estricto con el sistema de control de armas. Y, aunque es migrante, como ciudadana establece que “la solución perfecta es que solo las autoridades (miembros de cuerpos de seguridad) sean los que puedan portar armas”. 

“Sin embargo, esto jamás sucederá en este país. Lo que sí creo que es posible es poner más filtros antes de que una persona pueda acceder a tener armas. También creo que la salud mental juega un gran papel, y el acceso a ella debe ser más accesible para todos en la sociedad”, agrega al hacer referencia a que varios de los tiradores han tenido problemas de salud mental.  

Por último, reflexiona sobre cómo quienes llegan a Estados Unidos pueden informarse al respecto para lidiar con una nueva realidad. 

“Lamentablemente los tiroteos masivos son parte de nuestra realidad, y aunque no veo ningún cambio en el futuro cercano respecto a eso, sí podemos informarnos y aprender a cómo reaccionar y protegerse en caso de ser parte de uno. Ahora cada vez que estoy en un lugar público, trato de buscar salidas o escondites para poder tener un plan en todo momento en caso de que me toque estar en uno”, concluye. 

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