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Trump sacude de nuevo el equilibrio de poderes con el despido de Comey

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mostrado con el despido del director del FBI, James Comey, que está dispuesto a ignorar sin miramientos los convencionalismos de Washington, aunque ello haga temblar el fuerte equilibrio de poderes de la democracia estadounidense.

Prometió que iba a sacudir el mundo político de Washington. La ofensiva se dirigió primero contra los jueces que bloqueaban sus órdenes ejecutivas y anoche dio un paso decisivo al despedir sin previo aviso al jefe del FBI, encargado de investigar los nexos entre el Gobierno ruso y su campaña presidencial.

Aunque estaba dentro de sus prerrogativas presidenciales, Trump rompió con un pacto no escrito al destituir al director del FBI antes de que concluyera su mandato de diez años, en lo que ha sido interpretado como un intento de politizar la agencia y que le ha valido el adjetivo de «déspota» por medios como The New Yorker.

La prestigiosa revista llama hoy al Congreso a «frenar» a Trump y «reafirmar los principios de la democracia estadounidense» con la designación de un fiscal independiente para la investigación rusa y, si los legisladores no actúan, avisa de que el pueblo estadounidense saldrá a las calles para detener la «amenaza» de Trump.

El imprevisto anuncio del martes rompe con décadas de separación del presidente de las investigaciones del FBI, llamada a ser una agencia independiente a las tormentas políticas de Washington.

Antes que Trump, solo el presidente Richard Nixon (1969-1974), había osado despedir a la persona encargada de investigarlo, en su caso, por el escándalo del Watergate.

En lo que ha pasado a conocerse como la «Masacre del Sábado Noche», el 20 de octubre de 1973, Nixon ordenó el despido del fiscal independiente Archibald Cox, lo que provocó la renuncia del fiscal general Elliot Richardson y del subfiscal general, William Ruckelshaus. Nixon dimitió cinco meses después.

Analistas judiciales, como Jeffrey Toobin, han bautizado lo sucedido este martes como la «Masacre del martes noche», que esta vez tenía como protagonista el escándalo del «Rusia Gate» en alusión al Watergate.

Las analogías eran inevitables y los demócratas aprovecharon para tildar de «nixonianas» las acciones de Trump, aunque otros analistas recordaron que el presidente tiene su propio carácter y no en vano hizo famosa la frase «¡Estás despedido!» en su programa de televisión «The Apprentice».

«Trump es un individuo único que no está limitado por las restricciones normales de la política, por lo que no sabemos si está haciendo esto porque es impredecible o porque está escondiendo algo», dijo a The Washington Post John A. Farrell, autor de «Richard Nixon: The Life», una nueva biografía del expresidente.

La razón oficial del despido de Comey es la mala gestión que hizo de la investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton, pero los demócratas y algunos republicanos creen que, en realidad, Trump está tratando de controlar la investigación rusa.

Ya despidió el 30 de enero a Sally Yates, fiscal general interinamente durante diez días, debido a su rechazo al veto de Trump para prohibir la entrada a EEUU de refugiados y nacionales de siete países musulmanes, una medida que fue bloqueada por los tribunales y luego sustituida por otra orden, también bloqueada.

Dentro del sistema judicial, también despidió en marzo a Preet Bharara, el fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York que desafió una orden de Trump y se negó a dimitir.

El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, consideró anoche que el despido de Comey es parte de «un patrón profundamente perturbador del Gobierno de Trump».

«Despidió a Sally Yates, a Preet Bharara y a James Comey, el hombre que dirigía la investigación. Cualquier persona que designe para dirigir la investigación rusa tendrá la preocupación de que le ocurra lo mismo que al director Comey», consideró Schumer en una idea que preocupa también a los republicanos.

Por ello, legisladores de los dos partidos han pedido al Departamento de Justicia que designe a un fiscal independiente para alejar la investigación del círculo de Trump.

El Congreso se ha convertido ahora en el nuevo freno de Trump y, por ello, la analista política Elaine Kamarck advierte: «Prepárense para una paseo salvaje. En los próximos días el Congreso será llamado a dar un paso al frente para cumplir con su deber Constitucional de controlar el poder presidencial».

Más tarde, si la investigación prospera, le llegará el turno al poder Judicial de Estados Unidos, que ya sufrió las estocadas de Trump durante la campaña presidencial cuando el millonario cargó contra un juez de origen mexicano por su investigación por fraude a su escuela de negocios.

También ha criticado Trump en varias ocasiones al Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, en San Francisco, encargado de examinar la legalidad del veto migratorio del presidente.

«O bien Donald Trump es culpable y está desesperado por acabar con la investigación o acaba de cometer un error monumental», consideró Kamarck, del centro de pensamiento Brookings.

«Si es inocente -agregó- ha transmitido una imagen de culpabilidad y, actuando por impulso, ha demostrado un conocimiento superficial de la Historia, una falta de respeto por el imperio de la ley y un egoísmo monumental, en última instancia autodestructivo».

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