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EDITORIAL : El Frenazo a Chávez

No deja de ser una cruel ironía que a un mes exacto de que los suboficiales Pablo Emilio Moncayo y Libio Martínez cumplan 10 años en poder de las Farc (capturados en el ataque a Patascoy), el presidente Álvaro Uribe haya puesto fin abruptamente a la mediación de Hugo Chávez y Piedad Córdoba para buscar el intercambio humanitario.

Aunque no le faltan motivos, la decisión del Presidente fue un sorprendente frenazo en seco para este proceso y un baldado de agua fría para los secuestrados y sus familias. Habrá que analizar hasta dónde Chávez incumplió el pedido de Uribe de no llamar al alto mando directamente, pues, mientras, según la senadora Córdoba, se trató de una conversación casi fortuita entre Chávez y el general Mario Montoya, comandante del Ejército, en la Casa de Nariño dieron al episodio una interpretación muy distinta.

Una cosa son las circunstancias que motivaron la decisión y otra, el resultado. El proceso iniciado con la participación del siempre imprevisible y locuaz presidente venezolano había despertado esperanzas inusitadas en los familiares de los políticos, militares y estadounidenses en manos de las Farc. Y, aunque todo indicaba que esta guerrilla pretendía, como siempre, dilatar y manipular, empezaban a producirse algunos hechos, como la reunión de Chávez e ‘Iván Márquez’ en Caracas y la carta de las Farc en que prometían pruebas de supervivencia para antes de fin de año.

Ahora, el camino iniciado hace apenas tres meses queda bruscamente cortado, y Luis Carlos Restrepo vuelve al frente del tema. Es decir, otra vez al punto muerto.

El domingo analizaremos más detenidamente en este espacio el significado de lo sucedido y sus posibles implicaciones para el conflicto, la suerte de los secuestrados y las relaciones Uribe-Chávez. Por lo pronto, hay que esperar que este episodio no se traduzca en un deterioro de la relación bilateral con Venezuela.

Mientras los sectores adversos al Gobierno califican la decisión de Uribe como producto de una «improvisación» o una «rabieta», lo cierto es que no pasó mucho después de pedir a Chávez que ayudara, cuando ya era evidente la molestia del gobierno colombiano -y de gran parte de la opinión pública con el hecho de que, sin mover un dedo, las Farc adquirieran más y más respetabilidad y protagonismo internacionales. Mientras sus jefes se ‘pavonean’ por el Palacio de Miraflores en Caracas y ‘Marulanda’ parece una especie de guerrero-estadista en labios de Chávez, esta guerrilla no se ha dignado mostrar una sola evidencia de que sus secuestrados aún viven. ¿Prueba de su gran debilidad y aislamiento, o de su enorme cinismo?

Era lógico, pues, que el presidente Uribe fijara el plazo perentorio del 31 de diciembre para que se produjeran resultados en este sentido. Pero ahora, con el abrupto final de la mediación de Hugo Chávez, termina un proceso en el que todos pierden. Sobre todo, quienes más lo sufren en carne propia: los secuestrados de las Farc y sus familias.

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