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Los venezolanos en La Guajira colombiana, entre la esperanza y el miedo

Todas las mañanas desde hace dos meses la venezolana Walmeris Hermoso saca las cuentas de lo que hará con los 20.000 pesos (unos seis dólares) que recibe por doce horas de trabajo diario como vendedora callejera en la ciudad colombiana de Riohacha, donde muchos viven entre la esperanza y el miedo.

Esta mujer de 30 años era bombera en San Felipe, capital del estado Yaracuy, y hace parte de los 1,3 millones de ciudadanos de ese país que se establecieron en Colombia, muchos de los cuales se ganan la vida con diversos oficios en las calles de Riohacha, capital del departamento caribeño de La Guajira, fronterizo con Venezuela.

«Llegamos hace dos meses y medio y al principio nos tocó dormir en la calle pero comenzamos a trabajar para un colombiano que tiene varias ‘chazas’ (puestos callejeros generalmente de venta de golosinas y cigarrillos)», contó a Efe Walmeris mientras despierta a su hijo de seis años que duerme a su lado en una colchoneta.

Su hermana Oneida, que hasta hace dos años fue profesora de Castellano en una escuela de San Felipe, le recibe el turno mientras Walmeris duerme en una habitación por la que paga 5.000 pesos (1,5 dólares) por noche y que debe compartir con otros compatriotas en igual situación.

A Riohacha, de unos 290.000 habitantes, llegan a diario desde el estado de Zulia centenares de venezolanos que huyen a pie de la crisis en su país, muchos de los cuales optan por quedarse en la ciudad por su cercanía a la frontera y porque comparten la misma cultura.

«Nos vinimos con mi otro hermano, que en San Felipe era policía y que está atendiendo una ‘chaza’ en la terminal de autobuses, pero él allá trabaja desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche», relata Oneida.

Al final del día se juntan y cenan juntos «cuando hay para comer», aclara.

Para estas mujeres, lo más difícil no es sobrevivir con lo poco que ganan sino que muchas veces son insultadas por colombianos que las tachan de delincuentes.

«Hace dos días llegó un hombre y como no le quise regalar un cigarrillo me insultó y tuve que quedarme callada porque no podía exponer a mi hijo, que es quien me acompaña por las noches», lamenta Walmeris mientras se seca las lágrimas.

Según un estudio de la Universidad de La Guajira divulgado por el centro de pensamiento Guajira 360°, en ese departamento solo el 5% de los venezolanos tiene un empleo formal, mientras que el 25% desarrolla actividades económicas informales y cerca del 70% está desempleado.

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