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Cabezas de sardina y zapatos rotos, viaje al hogar de un docente venezolano

Su profesión ya no es suficiente, la crisis los obliga a dedicarse a otros oficios

Los bajos salarios, el colapso de los servicios públicos y las infraestructuras deterioradas son los detonantes para que cada vez más docentes se sumen a las marchas y concentraciones que convoca el gremio.

Denuncias de profesionales que se han suicidado a causa de la depresión, otros que han fallecido por no contar con los recursos para pagar tratamientos médicos o porque el centro de salud al que lo trasladaron no cuenta con los insumos, son denuncias que cada vez se hacen más constantes.

En la Escuela Técnica Lino Gallardo trabaja Lourdes Villarreal, una docente de Artes Escénicas que se niega a pensar que la crisis que atraviesa el país puede más que los propios ciudadanos.

«Yo voy lunes, martes y miércoles de 7:00 am a 5:00 pm, unas 40 horas semanales, 36 horas en la institución y 4 horas para planificar en casa. Los jueves y viernes busco algo que hacer, si me sale que tengo que limpiar algún apartamento, lo limpió porque eso tiene un valor», dijo.

Villareal tiene 17 años ejerciendo su carrera, «14 años en el ministerio y 3 en la distrital». Cada quincena recibe 58.996 bolívares que escasamente le alcanza para comprar uno o dos productos de la cesta básica.

La Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) y la Universidad Santa María (USM) fueron las casas de estudios que eligió para prepararse como docente y poder brindar la mejor atención a sus alumnos, pero el ejercicio de la peluquería, oficio que aprendió en la Academia Americana, es lo que realmente le genera ganancias para sobrevivir.

Tuve que ponerme a hacer un curso de peluquería y con eso me ayudo cuando me llaman, haciendo keratinas o pintando el cabello.

«Yo no gano en dólares»

«Yo pago el seguro funerario y lo que me queda es para comprar un kilo de cambur y lo demás bueno tengo que buscarlo por otro lado. A veces le pido a la familia que me preste y les pago luego cuando consigo», aseguró la docente.

Con el sueldo que devengaba al inicio de su carrera, Villareal contó que tuvo la oportunidad de conocer varios países y parte del interior, además de que logró comprar su propio apartamento en el que vive con su única hija.

«Cuando llegaba julio yo organizaba todo y nos íbamos de viaje afuera, después llegábamos en septiembre, dejábamos las maletas aquí y nos íbamos a otro lugar. Mérida, fue el último viaje que hicimos, hace 3 años», explicó.

La profesora en sus ratos libres se dedica a ser maratonista a pesar de que tiene una lesión en el hombro y no ha podido cumplir con su tratamiento médico por los altos costos que se ubican entre los 61.000 y los 86.000 bolívares.

Estuvo 7 años asistiendo a un gimnasio y en sus ratos libres era maratonista. Foto:@rastavafotografia

Tengo una lesión en un hombro pero tengo que buscar la comida, hay que pagar condominio, internet, teléfono, televisión por cable y todo lo que se daña

«Entreno, voy los domingos al Parque del Este y hago mis seis vueltas. Ahorita viene una carrera y no me pude inscribir porque no tenía el dinero y los zapatos no están aptos, tengo tres y dos están despegados», relató.

Una de sus principales características es que le gusta mantenerse arreglada y coqueta a pesar de la crisis. «¿Tú crees que yo voy a ir a trabajar como una andrajosa?» cuenta Villaroel, quien ha buscado la manera de reinventarse en este aspecto por lo que ella misma hace sus propias cremas.

«¿Cuánto cuesta un tinte? Hay que comprar shampoo, artículos de aseo personal, la ropa se empieza a dañar. ¿Qué hago? No puedo robar, tengo ética y moral», explica.

Hay docentes que pareciera que se están acostumbrando a esto, a vivir así.

Su prioridad realmente es la comida y lo poco que gana lo invierta en ella, la profesora señala que compra a diario y en pocas cantidades. En su cocina guarda insumos básicos, 1 kg de arroz, 1kg de harina, 1 kg de pasta y 1 kg de sal.

«Nosotros vivimos del día a día, gracias a Dios no hemos pasado hambre, siempre acostumbramos a bendecir los alimentos cada vez que comemos pero no queremos acostumbrarnos», aseguró.

A pesar de no tener un gran poder adquisitivo, Villarreal intenta que su dieta sea balanceada. Los huevos no pueden faltar en su nevera al igual que frutas y verduras, en lugar de queso solo puede pagar suero y en su congelador guarda sardinas con las que prepara sopas.

No tengo familia afuera que me mande remesas.

Cada dos meses recibe la bolsa del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) en la que señala que en repetidas oportunidades le ha llegado con arroz picado «como que si soy un animal».

«Nadie está bien en este país»

El pasado mes de marzo se produjeron varios apagones que deterioraron aún más el suministro de los servicios públicos, logrando que haya corte de luz constantes y que el agua se desaparezca por un largo tiempo.

En el único baño que tiene el hogar de la profesora Villarreal, hay poco espacio por la gran cantidad de envases en los que guarda agua porque pasan muchos días sin recibirla y cuando llega es por poco tiempo. «Aquí nunca se iba el agua, a cada rato se nos va la luz y hay bajones, además de que se nos cae el Internet constantemente», denunció.

No solo tiene que enfrentar esta pesadilla en su apartamento, también en la institución en la que labora tiene condiciones deplorables, ha tenido que dejar de dar clases por la falta de agua.

«Cuando no hay agua me vengo a mi casa porque ya he agarrado dos infecciones por estar aguantándome las ganas de orinar. Me toca dar clases en la parte del comedor  ya veces no tengo luz», manifestó.

Un estudiante me robó el teléfono en el liceo, lo tuve que amenazar con que lo iba a denunciar en la policía. El papá medio en ese momento 30.000 bolívares para compensar.

Por la falta de presupuesto la directiva no puede adquirir los implementos de limpieza y al personal obrero se le imposibilita realizar su labor, la alternativa a la que han recurrido es pedirle a los representantes la colaboración, «yo les digo que se lo pidan a Nicolás Maduro«.

«Voy a luchar hasta que me vaya»

Villarreal participa de manera activa en cada convocatoria que realiza la Federación Venezolana de Maestros y la Coalición Nacional por el sector de Educación, porque confía en que «algo bueno va a pasar» próximamente.

La docente señala que la desmotivación se apoderó de los centros educativos y muchos de los estudiantes no sienten deseos de convertirse en profesionales por la crisis, sin embargo ella siempre les asegura que esto les va a servir si en algún momento desean salir del país.

«Yo digo que no es justo que tú hayas estudiado toda una vida pregrado, posgrado, maestría, hasta empiezas un doctorado y llegues a esto. A pesar de la crisis yo sigo inculcándole a mis alumnos esta creencia», aseveró la profesora.

Le digo a mis alumnos, ustedes tienen que seguir y ellos me dicen ¿para qué profe?, mire como está usted

La educadora no teme iniciar de nuevo en otro país y le puso una fecha límite a su estancia. » Volver a empezar es difícil, pero tú te vas a otro país y te pones a limpiar, o te vas de peluquería y te alcanza. Esta gente quiere sepultar la carrera docente», dijo.

Sin embargo, no descarta que antes de que finalice el año haya un verdadero cambio político en el país, pero acepta que para ello debe haber participación de toda la población.

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