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Cuatro planes de seguridad han pasado por hospitales

En las puertas de los hospitales hay personal desarmado, sin uniformes y en muchos casos de la tercera edad, coinciden médicos consultados de varios hospitales de Caracas. La jornada de terror que vivieron los pacientes, médicos y el personal de seguridad del piso 6 del Hospital Clínico Universitario este domingo, ya se había repetido, pero sin víctimas, el 20 de agosto de 2011 cuando ocurrió un tiroteo en los quirófanos del hospital Domingo Luciani, en El Llanito. En esa ocasión, como forma de protesta, los médicos suspendieron por una semana las consultas y cirugías electivas.

Hay otros casos más recientes de violencia en los centros de salud como la muerte de una enfermera de la Maternidad Concepción Palacios el 19 agosto 2013, quien fue atacada por dos pacientes, o el robo que ocurrió en el Hospital Vargas el 29 de julio de 2013 cuando un grupo armado se llevó la remesa de tickets de alimentación de cuatro mil trabajadores.

Cooperativas, policía comunitaria, Plan Dibise (integrado por milicianos) y patrullaje inteligente han pasado por los centro de salud de la ciudad y no han evitado robos y asesinatos en las instalaciones hospitalarias.

En septiembre de 2011 se activó un plan que repartió a 485 funcionarios de la Milicia Bolivariana en diez hospitales de Caracas (supervisados por agentes de la Guardia Nacional) y que hacía recordar anteriores intentos donde se implementaron brigadas de seguridad para proteger a médicos y pacientes. Los diez hospitales fueron: Clínico Universitario de Caracas, Periférico de Coche y de Catia, El Algodonal, Los Magallanes de Catia, Hospital General Dr. Jesús Yerena conocido como Lídice, José María Vargas, J.M de los Ríos, Maternidad Concepción Palacios y hospital Julio Criollo.

En julio de 2007 se implementó la fallida experiencia de las cooperativas que no eran más que vecinos de la zona que se asociaron y sobre sus manos dejaron la vigilancia del hospital. Ninguno portaba armas, porque en efecto no tenían ningún tipo de capacitación para manejarlas. Actuaban más como porteros, orientaban a las personas dentro del centro pero carecían de entrenamiento en materia de seguridad.

Hay quienes creen que la desaparición de la Policía Metropolitana (a mediados de 2007) de las áreas de emergencia aumentó la vulnerabilidad de los centros asistenciales.Una enfermera del Periférico de Catia recordó que la PM entraba de vez en cuando y hacía un recorrido por los pasillos, pero ahora eso no ocurre.

A juicio de Ramiro Morales, quien fue representante de la Sociedad Médica de Los Magallanes de Catia, la solución a la inseguridad en los hospitales está en manos de empresas privadas dedicadas a la materia.

«Los centros de salud requieren vigilancia especializada. A los milicianos y a los guardias les falta preparación y son mal pagados», dijo un médico del Domingo Luciani, que pidió no ser identificado. Agrega que los milicianos están desarmados, si se presenta una situación violenta no tienen cómo actuar.

Una de las promesas no cumplidas es contar con detectores de metales para el control de ingresos de armas de fuego a los hospitales.

Un solo hombre custodia la entrada del hospital Rísquez de Cotiza cada noche. Suelta cuatro perros y se vale de un palo grande. A las 9 p.m. cierran la puerta de este centro de salud porque no hay seguridad.

«Nos sentimos vulnerables. Han robado a los pacientes a plena luz del día dentro de las instalaciones y se han llevado equipos. Antes, como teníamos la Comandancia Metropolitana cerca, los PM siempre estaban en las afueras, pero desde que los eliminaron estamos desatendidos. Si un paciente se altera lo que hacemos es resguardarnos para evitar que nos ataquen», comenta Marlene Camacho, quien trabaja en el área de Farmacia del Rísquez hace 33 años.

La exigencia colectiva en el hospital Vargas es que se coloquen personas capacitadas para las labores de vigilancia y que se retire al personal del Dispositivo Bicentenario de Seguridad (Dibise), dispuesto en una carpa en la entrada del centro desde septiembre de 2011, pues en su mayoría son milicianos que no están capacitados para ejercer labores de vigilancia.

«Muchos de ellos son personas de la tercera edad, gente de pueblo a la que le pusieron un uniforme», según Ismael Ocando, secretario general del Sindicato de Hospitales y Clínicas de Caracas.

Un médico del Hospital Universitario de Caracas, que pidió no ser identificado, piensa que los centros de salud necesitan vigilancia especializada. «A los milicianos les falta preparación, son mal pagados y están desarmados, si se presenta una situación violenta no tienen cómo actuar».

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