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Ruta de la salud | Los Magallanes de Catia, la cara de un hospital en franco deterioro

Indolencia de parte de el Estado, paredes deterioradas, pasillos sin luz, restos de basura, tuberías rotas y falta de personal son los síntomas que evidencian que el centro asistencial que fue referencia en toda el área metropolitana del Distrito Capital hoy tiene metástasis.

El Hospital José Gregorio Hernández, mejor conocido como Hospital de los Magallanes de Catia atraviesa una grave crisis. Poco a poco todos los problemas que hay en este nosocomio lo han llevado a funcionar a menos del 50%

A primera vista, se observa una infraestructura sumamente deteriorada. Hay aproximadamente seis acensores que conducen a los nueve pisos del hospital, sin embargo solo uno de ellos está en funcionamiento.

Hospital de Los Magallanes, Salud, Crisis
Ascensores inhabilitados en uno de los pasillos principales. Foto: @malvis_a

«Ahí trasladamos todo, pacientes, muertos, basura, insumos médicos, los alimentos y al personal», contó una de las enfermeras que prefirió no identificarse.

Los botones para llamarlo no sirven, por lo que hay que abrir un poco las puertas y avisarle a la ascensorista en cual de los pisos se encuentra quien desea hacer uso del mismo.

Ni los muertos están en paz

La morgue está ubicada en el sótano, por ser característico del lugar, tiene un aspecto tétrico pero lo que lo hace lucir aún peor es el descuido al que está sometido.

En la pequeña oficina dispuesta para los auxiliares de patología y el especialista en el área hay viejos muebles vacíos, cerca se encuentra el baño, que está clausurado por la falta de agua.

«Aquí limpiamos los pozos de sangre con agua, porque desde hace meses no nos traen cloro ni jabón», contó uno de los empleados mientras intentaba asear el lugar.

El peor escenario es la habitación en la que se hacen las revisiones pertinentes a los cadáveres, hay gran cantidad de sangre en el piso y a su vez gusanos que se han ido proliferando a partir de la falta de higene.

Esto es Venezuela

Las neveras en las que deberían estar guardados los cadáveres, no funcionan por falta de mantenimiento por lo que son usadas para almacenar implementos.

«Aquí no nos dan nada, nosotros tenemos pedir colaboraciones a los familiares de los muertos para poder comprar los litros de formol que cuestan como 160.000 bolívares, lo mismo hacemos con el cloro», detalló el auxiliar.

Por un salario mensual de 65.000 bolívares, el personal arriesga su vida día a día, ya que están expuestos a infecciones. Uno de ellos contó que aún está padeciendo de erupciones en la piel porque se contagió mientras trabajaba.

«Todos comen lo mismo»

La alimentación es primordial para la salud de los pacientes, sin embargo, este no es el caso de quienes se encuentran hospitalizados en este popular nosocomio.

En la cocina de este centro de salud hay un cementerio de ollas y carritos para distribuir los alimentos que se han ido deteriorando con el pasar del tiempo, además de que tienen alrededor de 20 bidones con agua para poder cocinar. La luz también está escasa.

«Lo único que le preparamos a los pacientes es arepa con leche o con caraotas porque eso es lo que nos manda el Instituto Venezolano para los Seguros Sociales», explicó una de las cocineras que no se quiso identificar.

Pese a que allí también reciben a personas con deficiencias renales, hepáticas u otras enfermedades crónicas, todos cumplen con la misma dieta por lo que los familiares optan por traer la comida de casa.

Maickel Mesa, trabajador de esta área, tuvo una celulitis en el rostro hace poco tiempo que contrajo por la insalubridad del lugar. Para él es difícil trabajar en estas condiciones y prestar el servicio de una manera tan precaria.

Áreas clausuradas

En el piso nueve estaba ubicado el servicio de Psiquiatría, sin embargo, el mismo no funciona porque todos los especialistas decidieron irse del país, contó Magaly García, integrante del Sindicato de Clínicas y Hospitales.

Pediatría estaba ubicada en el piso siete, posteriormente su usó como un espacio de hospitalización. «Esas habitaciones las utilizan los médicos, enfermeras y vigilantes para descansar en las horas libres», contó García.

El área que inicialmente fue de obstetricia está clausurada por completo debido a las filtraciones e inundaciones que constantemente se suscitaban, solo quedan los pasillos a oscuras y habitaciones vacías. Unos pisos más abajo se presta este servicio.

No hay agua

Parte del personal del Hospital José Gregorio Hernández protestó el pasado jueves porque desde hace casi ocho meses no reciben suministro de agua de manera directa y continua.

«Aquí al hospital llega agua por unas horas y un día a la semana, el resto de los días la almacenamos en tobos, en todos los espacios del hospital tenemos uno», explicó la jefa de la emergencia pediátrica, María Auxiliadora Villaroel.

El hospital cuenta con un pozo profundo que funcionaba para surtirse de agua pero desde hace un año no se está utilizando porque la bomba que habían instalado allí se desprendió y ahora está en el fondo del mismo. «Ni Hidrocapital ha podido sacarla de allí.»

Hemos estado hasta 15 o 20 días sin agua

«Los servicios que se han visto más comprometidos a causa de esto son los de gastroenterología y el de laboratorio. En el primero hay equipos que deben ser lavados constantemente y por la poca agua, esto se imposibilita», detalló Villaroel.

En lo que respecta al Banco de Sangre, los especialistas han tenido que pedirle a los pacientes (en algunos casos) que lleven consigo agua potable para hacer el mantenimiento de los implementos.

«Está sucediendo algo alarmante y es que no tenemos tubos estériles, no nos los están suministrando, así que los mismos deben ser reutilizados. Con el agua que llevan los pacientes se lavan los tubos en el laboratorio», denunció la doctora.

Además de ello, la gran mayoría de los baños están clausurados, en algunos no hay pocetas ni lavamanos. «A los pacientes les toca ir a los arbolitos de afuera», exclamó una de las enfermeras.

Basura

La limpieza en toda las áreas se hace a medias, pues no solo está ausente el líquido, el personal obrero no tiene cloro, jabón, escobas o bolsas para poder ejercer su labor.

En los pasillos de los servicios que se mantienen operativos predomina la basura de todo tipo, desde material quirúrgico hasta resto de alimentos.

Los botes de basura ubicados en las salas de espera de los primeros pisos están rebozados, el personal alega que «no pueden recoger los desechos por falta de implemento.

 

¿Qué funciona?

En el piso 8 se encuentra el área de diálisis y nefrología, pese a que la mitad del mismo no cuenta con servicio eléctrico, los médicos y enfermeros siguen prestando el servicio y allí hay pacientes recluidos.

La emergencia fue remodelada hace poco tiempo, sin embargo, las lamparas están fallando y esto dificulta la atención. «Las enfermeras sufren a la hora de agarrar vías, los médicos cuando van al evaluar al paciente», explicó la jefa de la emergencia pediátrica. En ese servicio el aire acondicionado solo funciona en la sala de espera pero en el resto del lugar la situación no es la misma.

La doctora Villaroel aseguró que el personal que aún sigue formando parte del hospital está ahí por vocación, pues los salarios que devengan no son suficiente para ellos.

El personal quiere hacer un llamado a las autoridades para que resuelvan esta problemática que más allá de afectarle a ellos, no permite que los pacientes puedan ser atendidos como corresponde.

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