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La Universidad venezolana, herida de muerte

Dirigentes estudiantiles de la UCV, UDO, LUZ, ULA y la UC han denunciado en lo que va de año cerca de un millar de hurtos y robos a personas y oficinas

Robaron las bombillas y los enchufes, se quemó la biblioteca y el auditorio, saquearon aulas y oficinas. El desmantelamiento de las universidades públicas de Venezuela se acelera ante la mirada impávida de un país que está demasiado preocupado por sobrevivir. El futuro del «alma mater» está en juego.

La crisis económica en el país con las mayores reservas probadas de petróleo ha golpeado a estos centros de estudio en los últimos años, primero con una asfixia presupuestaria y más recientemente con el robo sistemático de mobiliario y el desvalijamiento de sus infraestructuras.

De las decenas de universidades que existen en Venezuela, solo cinco son autónomas, el quinteto de mayor tradición científica que es ahora incapaz, sobre todo por déficit presupuestario, de hacer frente al expolio de los delincuentes.

Inseguridad en los recintos

Con la llegada del milenio y de la llamada revolución bolivariana al poder, las universidades públicas empezaron a sortear más frecuentemente un problema que venían arrastrando del siglo anterior y que consideraban esporádico: la inseguridad.

Hasta el 2010, los asaltos a estudiantes o la irrupción de ladrones en dependencias universitarias se hicieron noticia, siempre como algo novedoso que despertaba el repudio de la sociedad, la misma que hoy no puede llevar la cuenta de los cientos de robos que se registraron en el último año.

Dirigentes estudiantiles de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Universidad de Oriente (UDO), del Zulia (LUZ), de Los Andes (ULA) y de Carabobo (UC) han denunciado en el último año cerca de un millar de hurtos y robos a personas y oficinas dentro de los recintos.

Estas casas de estudio han suspendido los turnos nocturnos para evitar más incidentes de seguridad en la oscuridad, cuando los riesgos son mayores.

Desde que el país entró en cuarentena, a mediados de marzo, debido a la pandemia por COVID-19, se han disparado los saqueos dentro de las universidades sin que hasta ahora se conozcan detenidos o investigaciones judiciales por estos hechos.

Medios locales dan cuenta de al menos una veintena de sucesos en los que antisociales robaron cableado eléctrico, aires acondicionados, computadoras, impresoras, fotocopiadoras, sillas, mesas, material de oficina, bombas de agua, proyectores multimedia y hasta los cauchos de los autobuses estudiantiles.

El vicerrector administrativo de la ULA en el estado Táchira, Omar Pérez, dijo a EFE que un edificio de ese núcleo «prácticamente fue desmantelado» en medio de la cuarentena por parte de un grupo criminal, cuyo líder fue abatido en abril.

En el caso de la ULA, del estado Mérida, se contabilizan, al menos, una decena de robos dentro de sus dependencias, mientras que LUZ suma cerca de 40 hurtos también en los últimos 100 días.

Cerca de 120.000 libros, valorados en más de un millón de dólares, se quemaron entre el 31 de mayo y el 1 de junio cuando un incendio provocado acabó con la biblioteca de la UDO en el estado Sucre. Un año antes, esta universidad perdió también su auditorio en otro incendio intencional.

Las llamas acabaron en 2014 con una emisora de radio de la ULA en Táchira y con decenas de autobuses estudiantiles de varias universidades en medio de las protestas antigubernamentales de entonces, algunas de las cuales se tornaron violentas.

El 17 de junio de este año se desplomó un techo de la UCV, en Caracas, por una supuesta falta de mantenimiento. Solo en esta ocasión la administración de Nicolás Maduro, que mantiene los presupuestos universitarios por debajo del 10 % de lo solicitado, ha asegurado que se encargará de los arreglos.

Mientras tanto, la principal universidad del país seguirá sin cableado eléctrico o sin agua corriente en algunas de sus áreas.

Asfixia a todo nivel

En el caso de LUZ, en el estado Zulia, los delincuentes se han empeñado con las instalaciones que sirven para el desarrollo de la cultura y han desvalijado los espacios en los que se imparten clases de danza, teatro y cine. De allí se han robado hasta papel y bolígrafos.

El récord de inseguridad que ostentan las cinco universidades más grandes del país demuestra, entre otras cosas, que para los ladrones no hay nada imposible, pues se han llevado desde sistemas de refrigeración que pesan toneladas, hasta inodoros, por lo que hay decenas de baños cerrados en estos centros de enseñanza.

La asfixia -insisten profesores y estudiantes- es principalmente financiera.

Las universidades reprochan que el dinero asignado para 2020 apenas les alcanzaría para cubrir los gastos de enero. Por este motivo, hoy los profesores de tiempo completo devengan menos de 100 dólares mensuales en un país con hiperinflación y en el que la canasta básica de alimentos cuesta cerca de 300 dólares.

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