Actualidad Nacional

“Pedí ayuda para salvar a mi hijo Edwin y a su esposa”: Madre del Inca Valero

“Me prometió que dejaría las drogas”, dice la madre del “Inca” Valero. “Cuando dijo que no quería pelear más, comenzó la tragedia”.

Eloísa Vivas jamás pensó que saldría de la pobreza en la que vivieron ella y sus hijos, en la localidad de Bolero Alto (estado Mérida), por muchos años.

La madre del ex campeón mundial de boxeo, Edwin “El Inca” Valero —desde su casa, donde brindó la entrevista al Diario PANORAMA— recordó cómo se las arregló, sola, para sacar adelante a sus cinco hijos.

El padre de Edwin abandonó el hogar cuando Luis, el menor de los hermanos Valero Vivas, tenía seis meses de nacido.

“Me tocó trabajar. No les faltaba nada. Los vestía con lo que la gente nos regalaba, porque con qué compraba yo ropa a cinco muchachos. Para que estudiaran tenía que ir a la alcaldía, para buscar la beca, los uniformes y el pote de leche”, dice.

La beca, que recibieron hace 18 años aproximadamente, era el mejor regalo para la familia del “Inca”.

“¡Para mí, era lo mejor del mundo!, confiesa llorando Eloísa, rememorando aquellos días. Cuando decían: ‘Llegó la beca’, esa era la felicidad mía porque ya tenía algo más para ayudarlos a ellos, para comprarles sus cosas. Había que quedarse todo un día, a pleno sol, para poder entrar al banco”.

Además, Eloísa trabaja en casas de familia. “No me da pena decirlo, me siento orgullosa de que ellos (mis hijos) nunca salieron a la calle a pedirle un plato de comida a nadie”.

Edwin, a los 12 años, decidió no estudiar más porque no le gustaba el inglés —ya estaba en séptimo grado— y comenzó a acompañar a su madre a vender mamones en un puesto de la plaza El Ferrocarril, en el centro de El Vigía.

“Y así seguimos trabajando. Edwin y Edward, el hermano mayor, iban al monte y se subían a las matas a bajar mamones”, explica. También cuidaban el puesto, mientras ella salía a trabajar limpiando casas.

“A veces ellos salían solos a vender los mamones, en las zapaterías y las tiendas de ropa, pero al rato llegaban a donde yo estaba”, detalla.

Mientras tanto, los demás hermanos del “Inca” estaban en la casa. En las mañanas los cuidaba su abuela María Celina, y en las tardes la hermana mayor, Yaurima. “Ella (Yaurima) fue su segunda madre”, asegura Eloísa.

Meses después, Edwin se mudó a El Vigía bajo el cuidado del entrenador de boxeo, Oscar Ortega. Tenía 14 años. “Él (Oscar) se dio cuenta que era sacrificado que los niños (Edwin y Edward) bajaran todos los días de La Palmita, por éso les ofreció albergue”, recuerda la mujer.

La madre siempre apoyó la decisión de sus hijos, aunque no le gustaba que Edwin practicara boxeo.

Celebró sus triunfos, pero en cada combate dejaba su alma en vilo. Ver al “Inca” con sangre en el rostro, durante las peleas no era una experiencia grata.

“En dos ocasiones, cuando lo vi así, yo sentía que me estaba muriendo. Que el corazón se me estaba saliendo. La primera vez fue en Vargas y le decía a Carolina (esposo del ‘Inca’; ella de los nervios ni me miraba. Era la primera vez que lo veía botar tanta sangre. Yo le pedía a Dios que lo ayudara a que esa pelea terminara rápido”.

Pero verlo perder su mayor reto: su matrimonio, su vida, la destruyó. “Hace dos meses fue que me enteré que Edwin consumía (drogas). Sentí que el alma se me salía.

Cuando estuve con él, en Caracas (por ultima vez, antes de que Carolina estuviese hospitalizada en Mérida), le dije: ‘Usted no se imagina lo que yo estoy sintiendo en este momento’, y él me respondió que lo había hecho como cinco veces nada más, que no me preocupara por eso.

Dijo que lo había hecho para no dormirse cuando tomaba licor. Me prometió que no iba a pasar más, pero igual me sentí horrible”.

Eloísa cuenta que luego de la pelea de México, cuando se vieron en Caracas —hace unos tres meses—, el “Inca” le confesó que quería dejar el boxeo. “Le comencé a decir que se retirara del boxeo y él me dijo: ‘Yo no voy a pelear más… ya no quiero más (…) Fue cuando comenzó todo (la tragedia del homicidio-suicidio, que hoy se investiga)”.

Sobre el triste final de la pareja Valero-Vieira dice: “Quieren hacerme sentir culpable de lo que pasó con Edwin y Carolina, yo no tuve culpa de nada. Yo lo que quise fue ayudarlo. Hablaba con la gente para que me ayudaran con él, cuando estaba encerrado en su casa, cuando había oportunidad de salvarlos a los dos”.

Llorando Eloísa añoró la presencia de Carolina y juró que su nuera fue una hija para ella. “Los dos me preocupaban igual”.

La noticia del asesinato de Carolina generó sentimientos encontrados en la madre del presunto homicida. “Yo me sentía tan mal de lo que había pasado con Carolina, y me preguntaba qué va a pasar con Edwin ahora. Yo sabía que no tendría un futuro bueno, desde ese momento. Esa noche no dormí pensando en mi hijo y a las 4:00 de la madrugada (lunes 19 de abril) me dieron la noticia de su muerte. Ahora, muerto, lo quieren denunciar y para qué si ya está muerto”.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba