Salud y Bienestar

Libro ‘Mi Marido Bebe Demasiado’: Capítulo XXI

La psicoterapia del alcoholista

Entendemos por psicoterapia la asistencia de problemas psíquicos a través de una relación interpersonal con un profesional especializado.

La relación psicoterápica con el alcoholista es para el médico, en los primeros tiempos, sumamente difícil, con algunas particularidades que es necesario señalar.

El alcohólico es un paciente con un diagnóstico complejo; a la vez orgánico, neurotico, psicótico, ideológico y moral.

Describamos cada uno de estos puntos.

1. Decimos orgánico porque en el enfermo alcoholico que comienza su asistencia, existen elementos de déficit agudo, de confusión. El alcoholista avanzado casi siempre es un lesionado cerebral; una vez recuperado puede ser considerado como un deficitario.

El hecho de que el alcohólico maneje bien las apariencias, que observe las rutinas sociales y que mantenga prototipos formales de conducta, no impide que sea un deficitario, un confuso, a veces un demente.

2. El paciente alcohólico es también neurótico. Presenta una actitud de temor, de recelo, de angustia, de inseguridad porque siente que le van a quitar algo que en su vida es tremendamente importante, la ingestión de alcohol.

3. En tercer lugar deben aceptarse en él la existencia de mecanismos de tipo psicótico. Al no tener conocimiento de que es un enfermo, para él es una realidad su deseo y su derecho de seguir ingiriendo alcohol y de esta manera vive, realmente, en un mundo distinto al de las demás personas, de acuerdo al cual actúa y que es irreductible a la lógica. La enfermedad alcohólica puede ser considerada una psicosis parcial o pasajera.

4. Se puede también describir en este enfermo un problema ideológico. Como no sabe que el alcoholismo es una enfermedad, lo intepreta como un hábito normal que cree dominar cuando lo desee. Sabe además que el mundo que lo rodea consume libremente alcohol. Se conduce de acuerdo a una ideología falsa que tiende a hacerlo perseverar en la enfermedad.

Esta diferenciación para comprender las dificultades de la relación del médico con el alcoholista, resulta imprescindible si se desea establecer con él una relación psicoterapéutica.

Por el hecho de pensarlo como un enfermo orgánico y confusional, se tendrá que aceptar que el encuentro lógico y empático con él no será posible hasta que adquiera una mayor lucidez.

Por padecer el paciente de mecanismos de defensa de tipo neurótico, habrá que tratar de calmar su ansiedad, su depresión, sus temores.

Por considerarse un paciente de tipo psicótico, habrá que someterse a aceptar su temporariamente una serie de situaciones falsas, ambiguas, sin entrar a contradecirlo abiertamente.

5º El alcohólico es además un lesionado moral. Siendo para él la necesidad del tóxico tan importante, tiene que recurrir a todos los medios para procurárselo, para disimular su adicción y para eludir sus consecuencias. Para todo esto, miente, roba y engaña. Por tratarse de un paciente ideológicamente mal informado, debe dársele una información adecuada y veraz. Siendo un enfermo inmoral habrá que disimular sus mentiras y atimañas, fingiendo desconocerlas, esperando para desenmascararlas el momento oportuno.

Diversas formas de presentación del alcoholista

De todas las formas clínicas en que se presente el alcoholista se pueden definir, aunque sin mayor precisión, los tres cuadros que se presentan con la mayor frecuencia.

Se denominarán presentación confusional, paranoide y maníaca.

La primera es fácil de comprender. En ella predominan la excitación, la incoherencia y la falta de lucidez. De algun manera es la continuación de la borrachera, aún en ausencia de alcohol.

Como lo denominan los mismos alcoholicos, “le ha quedado el molde.”

No hay diálogo posible, porque no hay secuencia lógica en su pensamiento.

La segunda forma, paranoide, es la de aquel cuya actitud fundamental es la resistencia y la mentira.

Estas mentiras son de todos conocidas.

– El bebe, es cierto, pero igual que una persona normal.

– No más de un vaso de vino en la comida y algún palo al salir del trabajo, con los amigos, en el café.

– En su casa las cosas marchan bien; no tiene con su esposa más dificultades que las corrientes en todos los hogares.

– En el trabajo no está conforme porque le pagan poco sueldo, pero en la situación de todos los empleados del país en el momento actual.

En resumen, la vida de un hombre normal, con las dificultades que son comunes a todo el mundo.

Se percibe bajo todos estos argumentos una actitud de resistencia, de defensa, un contestar con monosílabos, que hace evidente la reticencia.

La tercera forma es la que hemos denominado maníaca. La manía es una enfermedad mental caracterizada por un estado de excitación eufórico.que imita la alegría. El paciente se manifiesta en un estado de excitación psicomotriz, locuaz, afectando camaradería y amistad.

A diferencia del confuso su pensamiento es bastante coherente y se realizan, en sus primeras etapas, sus ideas optimistas.

A menudo establece con el médico grandes proyectos de tareas, de colabotración. Le ofrece su amistad eterna.

Al principio, el médico se deja embaucar por estos aspavientos.

Una vez de alta, sea por el déficit moral y de sentido de la responsabilidad que tan a menudo existe en el alcoholista, todas estas promesas no resultan más que palabras vacías.

Psicoterapia del acoholista

En cualquiera de estas tres situaciones el diálogo es difícil o imposible.

Lo es de manera casi absoluta en los casos de confusión. Es necesario esperar hasta que la mente del enfermo se aclare.

Muchos cuadros confusionales se prolongan por semanas y aún meses.

Lo mismo sucede en las formas paranoides. Se pueden intercambiar comunicaciones o más bien mensajes, pero no existe la posibilidad de un verdadero diálogo.

La misma dificultad se da en la forma maníaca

¡ Hay tantos proyectos por realizar !

El manejo del tiempo es fundamental en la psicoterapia.

Pasado cierto tiempo, cuando las tres formas citadas bajan de nivel, persiste sin embargo una dificultad de contacto personal. Se pasa entonces a una etapa que se explica por mecanismos de nivel neurótico.

Existe para él cierta conciencia de enfermedad pero mantiene su deseo de beber, la idea de que el alcohol es necesario, que es capaz de beber lo que desee y detenerse cuando lo decida.

Hay casos en que se establece una buena relación entre enfermo y mpédico, en otros no.

Y si el médico insiste demasiado en una actitud autoritaria, es posible que se rompan los débiles lazos que lo unen a su paciente.

Es en esta situación que se pueden utilizar una serie de procedimientos indirectos para llevarlo a la conciencia de su enfermedad.

Uno de los más eficientes es hacerlo participar en un grupo de alcoholistas.

El enfermo recuperado es sin duda conocedor, por experiencia propia, del cuadro clínico y psicológico del compañero alcohólico.

Conoce su estado mental, su confusión, su déficit, sus angustias, sus temores, sus dificultades en el trabajo, sus problemas afectivos, sus molestias físicas..

En estas condiciones resulta el mejor de los mèdicos puesto que ha padecido la enfermedad.

Es así que conoce, tanto como el médico, regular su capacidad de escuchar, de comprender y de oponerse..

Dispone, aún, de un argumento indiscutible; él lo ha vivido con su propia experiencia. .

Y, apenas el enfermo se encuentra en condiciones de escucharlo, comienza a relatarle una serie de experiencias personales que demuestran que tiene perfectamente concedida la carta de ciudadanía en el campo del alcoholismo.

Es gracias a esta comprensión que se establece un diálogo, que a veces comienza por ser simplemente un monólogo compartido hasta que, cuando son más de dos los participantes se genera una situación de grupo que sumerge a todos en una emoción y en una ideología común.

Estos serían los mecanismos principales a través de los cuales los AA logran sus excelentes resultados en esta enfermedad.

Es posible que el profesional nunca sea capaz de repetirlas de la forma íntima, intensa, como las ha experimentado el propio enfermo. Pero dispone de conocimiento de todos los casos que ha tratado, de toda la literatura que ha leído y los congresos a que ha concurrido.

El segundo procedimiento de que se dispone para llegar al alcoholista es a través de los escritos de AA.

El Service Board de AA brinda a precio módico una serie de folletos que describen las situaciones en las cuales los alcohooistas, el médico, la familia, su empleador, se ven envueltos.

Estos escritos, que son suministrados al paciente apenas esté en condiciones de captarlos contienen, a nivel teórico la misma experiencia que el contacto y el encuentro con el alcohólico le brindaba a nivel práctico.

El mismo procedimiento es el que ha utilizado el Dr Pierre Fouquet en sus conocidas “Cartas a un alcoholista.”

Un tercer recurso escrito se basa en la descipción que el Dr. Jellinek hace del curso de vida de un alcoholista.

A través de sus etapas, el paciente se siente conocido, comprendido y también descubierto en lo que queria ocultar o mentir.

Así se evita el enfrentamiento personal con el paciente y los momentos desagradables que ello pudiera provocar.

Más adelante, cuando este documento es discutido con el médico, se puede llegar a mayores precisiones y a una mayor compenetracón que, a partir de ese momento, transforman al alcoholista en un paciente de tipo neurótico, con coinciencia de enfermedad, cono mecanismos conocidos y en actitud de colaboración .

Una secuencia puede desprenderse de este relato. El enfermo aparece primero como un confuso o un psicótico con el cual el diálogo es imposible. Posteriormente como un neurótico con el cual dificilmente se pueda contactar y, finalmente, cuando está moralizado e informado, un diálogo a nivel existencial.

Esta secuencia no es permanente. Las variaciones se dan en todos los niveles, y durante mucho tiempo – quizá para siempre – se tendrá que esperar que el paciente haga cuadros confusionales, vuelva a beber y mienta como en sus mejores tiempos. Uno de los síntomas más frecuentes es el de las distimias, depresiones, irritación, angustia, inmotivados con respecto a las circunstancias del mundo interior.

En cada sesión se debe tener presente que el enfermo debe verse como la primera vez.

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