Cultura

Asdrúbal Colmenárez: El arte como acción ética

                                                                                   Eduardo Planchart Licea

 ARTISTA CONTEMPORANEO LATINOAMERICANO,    CUYA  OBRA SE ENCUENTRA EN PAÍSES   COMO FRANCIA, COREA, JAPON, SANTO DOMINGO, PUERTO RICO.  ACTUALMENTE  ABRIO EL 17 DE NOVIEMBRE, 2016, SU MUESTRA “PLAY”    EN LA GALERIA ODALYS, MADRID.

La vida puede ser arte, por tanto es una de las fuentes de inspiración para el artista contemporáneo. Enfatizar esta relación se observa en  la obra  de Asdrúbal Colmenárez  desde los sesenta  en  pinturas, escultura, instalaciones  y dibujos robóticos… Y  un ejemplo de esto se materializa en la serie      Des-trames  cuyo concepto nació     al  observar en  una tela destramada como  sus hilos ejecutaban  movimientos al ritmo del viento,  y se percató de que no se perdían las formas impresas en la tela, sino al contrario surgía una nueva situación visual, donde la  deconstrucción  se transformaba en presencia.

«Me considero un artista postmoderno, pues no sigo un estilo y trato de no copiarme a mí mismo. No busco hacer una obra, busco la creación per se. Finalmente soy más un creador primitivo que intelectual, ante todo deseo divertirme haciendo las cosas, y me da placer hacerlas con las manos». (AC)

Es este un lenguaje visual que   surge como resultado de la experimentación de taller, como vía para percibir los límites   de las ideas para materializar   propuestas estéticas. Y  se hace eco de su tiempo con la incorporación   de nuevos materiales y técnicas. Esto ocurre  con  la tela deconstruida  al transmitir transparencia,  situación que el artista aprovecha para  intervenir sobre   estos diseños   florales,  de  personajes de los cómics que recontextualiza con caligrafías, calcomanías, gestos pictóricos, sellos, fotografías y fotocopias.  Acciones creativas movida por el deseo de utilizar  diversos lenguajes plásticos    para  reflejar  la  visión estética de la armonía    por contraposición y no por semejanza.

«La armonía se consigue en la naturaleza por contraste, no por afinidad. Por ejemplo, en un peñasco entre fuertes corrientes de agua   es común ver como emerge un arbusto que florece, y  algo insignificante  logra burlar la dureza de la roca y las caídas de agua.  Y ésta es para mí una composición perfecta. Ese contraste lo consigo en la pintura mezclando estilos, y sobre todo en la escultura mezclando materiales». (A.C.)

Lo imperfecto, lo inacabado es otro   elemento  de  este lenguaje,  que    provoca  en el espectador   participar en  la obra,    por ejemplo al mover  las ondas de las bandas de los psicomagnéticos, o indagar en las diversas significaciones  de los Des-trames.  Genera  así el artista, en el otro, una toma de posición  que lo hace  romper con la  estética contemplativa y transformarla en acción ética,  al generar con la participación un acto creativo, como  metáfora    de trascender  los laberintos existenciales de  la  pasividad ante el destino.

En  Des- trames este sentido se hace presente  en  los hilos suspendidos de la tela, cual hojas de palmeras desechas, al  ser intervenidos  por el artista, y  crear un caleidoscopio de  formas e ideas.   Ecos de una civilización caracterizada por la convivencia de la multietnicidad y la multiculturalidad,  y que  través de la revolución digital   esta generando    una nueva conciencia planetaria, que acabaría con los fundamentalismos, si llegará  a su madurez.

A esto responde este  salvaje  eclecticismo de Asdrúbal Colmenárez,  que asume  una estética y ética de  contrastes y oposiciones.  En conceptos  y  temáticas, como ocurre  con  la serie Mare Nostrum, contradicción hecha piel, dureza fundida,  surcada  entre océanos inexistentes guiados por  timoneles   orientados por la constelación cartesiano de la tormentosa duda. El pecado en este decálogo es la pasividad y la seguridad existencial.

Los retratos integrados a la serie se acompañan de trazos gestuales  de la  firma personal del artista, como elementos  asociados a los diversos roles que caracterizan  la  vida. El artista convierte la obra en un espejo de sí,  con un sentido cercano al mito griego de Narciso,  pero que niega el   adormecimiento de la conciencia y la voluntad,  provocado por  el enamoramiento  del sí o la no-acción. Colmenárez  plantea el uso de la obra como   acción creativa  para aprender a conocerse y asumir una conciencia crítica, herramienta esencial para actuar sobre nuestra realidad individual y colectiva. Es empezar a vivir en lugar de ser vivido, pensamiento que desarrolla el filósofo José Ortega y Gasset, en sus Meditaciones del Quijote, al afirmar: «Yo soy Yo y mis circunstancias», y añade si no las salvo, tampoco me salvo yo. Este sentido estético es un eco de las contradicciones del presente, donde la confusión entre la verdad y la opinión,  es resultado de  la saturación de información,   y  la globalización entrópica  cuyo fin es el poder coactivo, y revive los  atavismos    fundamentalistas y mesiánicos.  El nuevo milenio esta pleno de contradicciones  que exigen una participación activa y  expandir  la capacidad de conocimiento y acción ética. ¿Es el arte capaz de provocar esta dinámica?, no se puede responder enfáticamente, pues para lograr este objetivo debería superar la noción del arte por el arte el arte, y que la dimensión estética provoque un choque  que trasciende tanto lo contemplativo como  lo cognoscitivo, a través de la transgresión de los límites tradicionales del arte, y ese es uno de los sentidos   de la filosofía estética de  Colmenárez,  al llevar al otro a la toma de decisiones lúdico-existenciales.

«Creo que la obra de arte debe tener fallas, los hindúes dicen que precisamente son las fallas, las que hacen una obra interesante. Porque piensan que la perfección no debe existir,   creen que solamente debe ser perfecto Dios. Inclusive en muchas obras cuando me equivoco, las tacho y dejo todos los defectos, pues si comienzo a corregir se rompe el trance creativo… ». (Asdrúbal Colmenárez)

Entre las vanguardias postmodernas existe   cierto distanciamiento con el arte   estilísticamente homogéneo, noción propia del movimiento fluxus, donde lo esencial no es ser consecuente con un estilo, sino que la obra sea resultado de la multidisciplinaridad y heterogeneidad que domina la cotidianidad, es la búsqueda del arte total. Cómo respuesta  a la contemporaneidad donde lo efímero, la novedad y el cambio continúo prevalecen gracias a una concepción del progreso basada en el crecimiento ilimitado, nacida en la revolución industrial y reafirmada en la era post-industrial.

Cada una de las etapas de este artista cosmopolita  nacen del dudar, del  azar y de un proceso riguroso de observación, investigación    y  del trabajo de  taller. En el caso de la serie Des-trames, el artista perseguía la idea de producir una obra donde la vista percibiera la ilusión de tridimensionalidad    a través de la tela destramada, y conjugarla   al fondo del lienzo intervenido   con trazos de dibujos de máquinas creadas por el artista,   dominadas por el azar   y no por una programación, incorpora así el espacio potencialmente dinámico al  cuadro.  Esta dimensión también se da en los psicomagnéticos, a través de la manipulación magnética del público,  generando   una acción creativa azarosa que lo vincula a las fuerzas que mantienen el dinamismo cósmico: la   gravedad.

La tela impresa es la base de esta serie,  realidad utilitaria que descontextualizada de su función,    asume diversos niveles de densidad significativa y visual, estos rasgos la asocian al Gran vidrio de Marcel Duchamp, donde la vista a traviesa la obra y se percibe lo que está detrás; que en esta serie se logra por la tensión  visual  de las telas  que al deconstruirse, mantienen las huellas de su existencia anterior  en los diseños que poseían.  Colmenárez incorpora así las categorías de tiempo y espacio, y enfrenta al espectador a las huellas de lo que fuera la tela, en una existencia anterior, a lo que es en el  presente  y su  proyección en  el futuro. Esta noción de revalorización del tiempo,  es clave en la obra del artista,  como metáfora de un planeta y una  Venezuela que cual tapiz vive un proceso deconstructivo, que es necesario detener  para  reencontrar un  sentidos trascendentes a la  existencia.

Si se encuentra una obsesión en este lenguaje plástico, es una categoría y no una temática o estilo, tal como  es la dimensión lúdica de  su sintaxis visual: en los juegos de palabras y significaciones que crea en Destrames-2, 2013 al introducir elementos irónicos como son  el cómic,    y  plantear en ellas lo absurdo del mito contemporáneo del superhéroe, que promueve la pasividad ante el paradójico contexto en que estamos inmersos en el ámbito local y mundial. Pero también   aborda con   la  acción participativa  los cambios de conciencia, al transformar   realidades anodinas como los museos   a través de lo sensorial en los Psicograffitierra, los Táctiles psicomagnéticos  y  mutar  la acción-participativa en una acción creadora y por tanto concientizadora.

En el juego, el participante se abandona al generar un espacio y tiempo que rompe con todo lo que lo rodea, es un estado  existencial donde el entorno pierde importancia, y será   la acción de jugar   la única justificación de existir. Así, se   crea una situación existencial similar entre el participante-activo, con la del acto creativo del artista. Situaciones de  ruptura  con lo profano y de acercamiento a lo sagrado. Esta línea de investigación tiene mucho que ver con el acercamiento vivencial que tuvo Asdrúbal Colmenares  con la artista brasileña Lygia Clark (1920-1988), fundadora junto con Helio Oiticica del movimiento neo-concretista que plantea que a través de la participación la obra y el público deben convertirse en una unidad de creación.

«No puede existir el arte por el arte, sobre todo para mí, debe ser crítico, no crítico social sino de lo que el hombres es y hacia dónde va. Toca más la filosofía que lo social en un mundo que se ve que cada día se va desmoronando». (AC)

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