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Tadej Pogacar es el nuevo monarca del Tour de Francia

Tras su rostro aniñado, sus ojos azules y su piel pálida marcada por el acné que revela su temprana veintena, Tadej Pogacar esconde dos almas: la del insolente guerrero apasionado por el ciclismo ofensivo que se torna en un reflexivo muchacho tranquilo cuando baja de la bicicleta.

El ganador del Tour de Francia 2020, el más joven en 116 años, sorprende tanto por una faceta como por la otra, extraña en un muchacho que este lunes festejará 22 primaveras, destaca Efe.

De la insolencia ha dejado muestras ha lo largo de su corta carrera deportiva, pero también en la ronda gala en la que, casi en solitario, desafió a toda la formación Jumbo, hasta hacer descarrilar a su locomotora en la contrarreloj definitiva en La Planche des Belles Filles.

Pero sus compañeros y directores casi parecen mas perplejos por el comportamiento del esloveno al final de cada jornada, ajeno al revuelo que sus razias provocaban en el pelotón y en el ciclismo mundial, encerrado en su burbuja de reflexión y silencio.

«No conoce el estrés, da la impresión de que siempre esté disfrutando», asegura su director, Allan Peiper.

Hasta el presidente de Eslovenia tuvo que aguardar para felicitarle tras la gesta que le llevó a conquistar el maillot amarillo. Antes tenía que cumplir con su ritual diario, hablar con su novia, la también ciclista Urska Zigart, 106 de la clasificación femenina.

Perfeccionista

Ese carácter calmado, casi introvertido, esconde también un gusto por la perfección, el estudio y el análisis de cada detalle, una mente reflexiva a servicio de su sed ofensiva.

Así ha ido labrando su conquista del Tour, casi inesperada pero siempre posible, combinación de golpes y caricias para adormecer a la bestia del Jumbo hasta que asestó el tiro de gracia a su compatriota Primoz Roglic cuando ya no contaban los equipos.

La carrera ha estado pendiente de sus ataques, sobre todo desde camino de Lavaur, en tierra de cátaros, el viento le empujó a un abanico en el que se dejó casi minuto y medio que lastraron sus opciones.

Un despiste de juventud que aguijoneó su orgullo y le llevó, al día siguiente, a desafiar a los favoritos para recuperar, en la primera etapa pirenaica, la mitad de lo cedido, antes de lograr en la segunda su primer triunfo en el Tour por delante de su compatriota.

A partir de ese momento, todos los ojos se centraron en su menuda silueta, que fue cobrando envergadura, se lustró con un segundo triunfo en el Grand Colombier y se mantuvo sigiloso, a un tiempo prudencial para el asalto definitivo.

Así se ha forjado su carrera, hecha de gestas inesperadas, mayores de lo que podía esperarse de su escuálida figura.

El pequeño del podio

Como cuando comenzó a correr con 9 años y sus cortas piernas apenas llegaban a los pedales, pero su determinación le llevaba a imponerse a muchachos de mayor talla.

Su madre recuerda ahora que Tadej subía al escalón más alto del podio, pero que las cabezas de sus rivales le superaban en altura. Nada era suficiente para intimidar al niño.

Al contrario. Su insolencia se fue afianzando con los años, al tiempo que su carácter calmado. «Tamau Pogi», el «pequeño Pogacar», como le llaman sus amigos, fue sorprendiendo en todas las etapas de su carrera y llamó la atención de Andrej Hauptman, que se convirtió en su representante y le hizo firmar por el equipo Emirates.

A menudo derrotado al «sprint», donde su pequeña talla le limitaba con sus rivales, Pogacar fue afianzando su estilo ofensivo que no tardó en dar resultados.

Campeón nacional contra el crono y en ruta en 2016, ganador dos años más tarde del Tour del Porvenir y de la Ruta de la Paz sub-23.

En 2019, su primer año profesional, ganó la Vuelta a California y los organizadores le prohibieron beber el champán del podio porque contravenía las leyes del estado.

Propulsado por su equipo a la Vuelta, el público descubrió a un joven sin complejos que solo entendía una forma de ganar: atacar.

Así se alzó con dos etapas y en la vigésima protagonizó una fuga en solitario de 35 kilómetros que no solo le permitió alzarse con la tercera, también le propulsó al podio de Madrid.

Había nacido una estrella que no estaba dispuesta a renunciar a sus principios, desafiar al ciclismo de álgebra y calculadoras.

«Si algún día me ven que no ataco es porque no tengo fuerzas», dijo tras sumar su segunda etapa en el Tour. Una frase que no esconde a un alocado ciclista, sino a un apasionado por la superación. «Es la perfección hecha ciclista», resume su actual director, el español Josean Fernández «Matxin». 

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