23 millones de oligarcas
Ya lo advirtió Borges (en el prólogo a una versión del I Ching): No cejar en la búsqueda del encuentro, que está allí. Y la Navidad es hora propicia para la reflexión sobre el proyecto común basado en la equidad.
Siendo el petróleo propiedad de la Nación, o sea de todos los venezolanos por igual, ¿por qué su producto resulta capturado por una minoría? ¿No es éste el meollo de nuestra frustración colectiva?
Si nuestros sucesivos gobiernos han soslayado sistemáticamente el tema, toca al actual, bajo el mandato de la revolución de la esperanza, lograr por fin la respuesta que unirá en su torno a todos los venezolanos.
El secreto reside en multiplicar el valor del petróleo en la economía amasándolo con la levadura de la sociedad civil, apelando a los instrumentos de la economía moderna.
Consenso hacia la prosperidad
Este gobierno heredó del puntofijismo el horror al mercado de capitales y a la participación ciudadana en la inversión petrolera, síndrome que en el último cuarto de siglo costó al país 150 millardos de dólares en ahorro fugado y varios millones de puestos de trabajo. Excluido de la inversión clave, el ahorro nacional buscó otros puertos, aniquilando nuestro mercado de capitales, instrumento fundamental de la diversificación económica.
Ningún país ha logrado el despegue a la modernidad sin apoyarse en el mercado de valores. Brasil, nuestro potencial socio principal de la integración latinoamericana, posee un mercado 400 veces superior al nuestro, el cual se multiplicó precisamente con la inscripción de Petrobrás en la Bolsa. No es error tipográfico: un millón de dólares diarios contra 400. En tal condición de inferioridad ¿ podremos pensar seriamente en una integración con nuestro gigante vecino?
La actual coyuntura mundial presenta a Venezuela la oportunidad histórica para iniciar un proceso sostenido de crecimiento con equidad basado en la venta de confianza en nuestro futuro petrolero. De allí la importancia de flexibilizar la Ley Hidrocarburos en función de las fluidas circunstancias del mercado, al tiempo de introducir incentivos a la inversión nacional que estimulen el regreso del ahorro expatriado.
El pitazo chino
El contrato con la petrolera china – ratificado apresuradamente por el Parlamento por incompatibilidad con la Ley de Hidrocarburos antes de su entrada en vigencia – activó la alarma salvadora. Los chinos poseen el 70% de las acciones de la compañía operadora (excediendo el máximo de 49% que establece la ley), pagan regalías del 16.67% e inscribirán sus acciones en la Bolsa. Es obvia la necesidad de homologar la Ley con el convenio aprobado tanto en favor de su seguridad jurídica como del principio de igualdad ante la ley.
La reforma planteada en la Mesa de Diálogo, considerando a la inversión privada venezolana como parte del 51% reservado al Estado, liberaría a las empresas del enorme costo financiero del llamado “riesgo país”, marcando el inicio de un proceso acelerado de formación de capital nacional a través del mercado sin tocar a Pdvsa, lo que permitiría lograr el consenso nacional. Tal avance debería ser complementado con un mecanismo democratizador del capital, que asegure tanto la inscripción en la Bolsa de las empresas operadoras como la participación accionaria de todos los ciudadanos a través del pago de las regalías.
Petróleo de todos y para todos
En síntesis, se trata de incorporar a la reforma propuesta dos compromisos a asumir por las compañías operadoras: 1- Inscribirse oportunamente en la Bolsa. 2- Pagar parte de las regalías con sus propias acciones, las cuales serán incorporadas a los fondos de pensiones de todos los ciudadanos por igual como contraprestación a la cesión del activo de su propiedad. Este simple mecanismo de generación y distribución del capital nacional transformaría progresivamente a todos los venezolanos en socios directos del negocio petrolero, impulsando el mercado de capitales, fortaleciendo el sistema de seguridad social y protegiendo a las operadoras de los vaivenes políticos.
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