Economía

A 5 años de la revolución: ¿Está Venezuela condenada a la pobreza?

Durante los primeros días de Febrero, un titular de primera página de uno de los principales medios impresos del país rezaba: “Bajo la Constitución de 1961, hoy estaría el Presidente Chávez entregando el gobierno”. Esa declaración, en sentido estricto, es inobjetable. A mí, en lo personal, me hubiese gustado más leer otro titular: “Si los venezolanos no le hubiésemos firmado un cheque en blanco a Chávez hace tres años, hoy estaría culminando su período de gobierno”. Me hubiese gustado más no sólo porque creo que estas palabras se amoldan mejor a los hechos, sino también porque ponen la responsabilidad soberana del pasado y de lo que está por venir en manos de los verdaderos actores. El que yo hubiese preferido es un titular de propietarios, no de inquilinos.

Los beneficios de hacer un balance de la tragedia que han sido para Venezuela en términos de pobreza y subdesarrollo estos cinco años, se me antojan similares a los de los exámenes de conciencia, actividad promovida con exagerado fervor por los jesuitas y necesaria para, junto con el dolor de haber pecado y el propósito de enmienda, poder acceder a la absolución.

Crónica de la Revolución 1999-2001:
Brilliant Promises and Dismal Performance

1999 fue un año en donde Venezuela le otorgó al Presidente Chávez el beneficio de la duda. El nuevo gobierno heredó una situación difícil en términos de precios del petróleo, con un promedio para 1998 de apenas 11.69 dólares por barril (DPB, cesta OPEP), sin llegar a superar durante el mes de Diciembre la barrera de los 10 dólares. Esa situación fue variando a medida que transcurrió el año 1999, con el faltante correspondiente de ingresos fiscales siendo cubierto por una combinación de recorte en el gasto primario en términos reales (sin incluir intereses sobre deuda), y un incremento de 53% en la deuda interna (28% en bolívares constantes). La recesión heredada del gobierno del Caldera, la restricción sobre el gasto público, y presumiblemente la inexperiencia del gobierno en materia de ejecución presupuestaria, provocaron una recesión de 6.1% al cierre del año, con una inflación de 20.1%.

Los precios del petróleo se recuperaron paulatinamente, en parte por la culminación (o el comienzo, como quiera verse) del ciclo petrolero, y en parte por los esfuerzos del Presidente por fortalecer la OPEP e implementar una política de fuertes recortes en la producción (en 1999 el PIB petrolero venezolano cayó 7.4%). Ese año los precios del petróleo cerraron en 24.32 dólares por barril. El gobierno le fue agarrando el ritmo a la ejecución presupuestaria bien entrado el segundo semestre, con casi dos tercios del total de gasto del año ejecutándose en ese período.

Con ese fuerte impulso fiscal comenzó el año 2000, y para entonces la voracidad por incrementar el gasto público no pudo ser compensada ni siquiera por el crecimiento en el ingreso petrolero (127% en términos reales), lo que obligó a recurrir al endeudamiento interno, que aumentó 100% en relación al año anterior (74% en términos reales). Para entonces los beneficios de la duda se habían evaporado, la desconfianza en la política económica y en los planes y la ideología de Chávez siendo sembrada por las propias declaraciones del Presidente. El aumento real en el gasto público primario alcanzó 35%, y sin embargo el crecimiento económico apenas registró un escuálido 3.2%. Que ese inmenso incremento en el gasto público no haya tenido mayores efectos sobre los niveles de producción fue explicado por el comienzo de una fuga de capitales que no se detendría hasta el control de cambio del año 2003. En el año 2000 la fuga de capitales que se deriva de los balances publicados por el Banco Central de Venezuela (BCV) alcanzó 7.900 millones de dólares.

Ese año, y también el siguiente, la dinámica de la economía venezolana fue muy parecida a la que había prevalecido en años de bonanza petrolera desde 1978 hasta entonces: Fuertes incrementos del gasto público y baja devaluación, que generaron inmensas fugas de capitales, secando liquidez de la economía venezolana y manteniendo los niveles de precios bajos. La inflación del año 2000, en medio de un incremento del gasto público primario de 35% en términos reales, cerró en apenas 13.23%. A este ciclo tradicional habría que agregarle el comienzo de la práctica de fuerte endeudamiento interno para financiar salidas de capitales, que no tenía precedentes en la economía venezolana. En otras palabras, los bolívares que el gobierno lanzaba a la calle, financiados por la deuda y por la factura petrolera, salían del sistema a través de la demanda de dólares, evitando así una aceleración de la inflación.

El año 2001 sería una copia ampliada al carbón del 2000, con el gobierno volviendo a aumentar el gasto primario en 15% en términos reales, la economía creciendo apenas 2.8%, la fuga de capitales superando los 10,000 millones de dólares, y la inflación manteniéndose en 12.34%. La factura petrolera y la política de no devaluar, cuya conveniencia fue repetida hasta el cansancio en cadenas y alocuciones presidenciales, facilitaron esa tremenda salida de capitales y financiaron un crecimiento exponencial de las importaciones.

Una característica especial, también sin precedentes hasta entonces, vino a complementar el fuerte deterioro de la economía venezolana. Hacia finales del año 2000 el gobierno había empezado a realizar contribuciones al reformado Fondo para la Inversión y Estabilización Macroeconómica (FIEM). A su llegada al gabinete Jorge Giordani había hecho énfasis en la reforma de la Ley del FIEM, imponiendo un límite inferior de precios del barril de apenas 9 dólares por encima del cual el gobierno estaría obligado a ahorrar una fracción cuya determinación nunca fue demasiado transparente. Así las cosas, cuando los precios del petróleo superaron la barrera de los 20 DPB, el gobierno tuvo que empezar a hacer contribuciones importantes al FIEM, y no le quedó otra forma de financiarlas que recurriendo al endeudamiento interno. En otras palabras, el gobierno empezó a endeudarse en bolívares, a corto plazo, y a tasas muy altas, para comprar dólares y colocarlos en el FIEM. Eso explica por qué el endeudamiento interno durante el año 2001 creció 50% (34% en términos reales), mientras el gasto público primario crecía 15% en términos reales.

En medio de esta inmensa paradoja financiera, Venezuela cierra el año 2001 con una deuda interna 355% más grande de la que tenía al cierre de 1998 (197% en términos reales), pero con 6.200 millones de dólares depositados en el FIEM. El producto y el empleo cierran el año en un nivel inferior al que registraban en 1998. Tres años después al comienzo de la revolución, dos de los cuales habían sido cubiertos por una bonanza petrolera, teníamos un país más endeudado, produciendo menos, con más desempleo, más informalidad y mayor pobreza. Más aún, por algunas argucias legales que la omisión de millones de venezolanos le facilitó al Presidente, para el cierre del año 2001, luego de tres años perdidos, aún le restaban a Chávez cinco años de su período constitucional.

2002-2003: El comienzo del fin (¿de quién?)

Este cuadro de deterioro sostenido de la economía venezolana ya estaba presente en los primeros años de Chávez, acaso disfrazado bajo un crecimiento económico escuálido y unos precios petroleros favorables. Lo que le pone fin a esta tremenda paradoja no es la oposición, que apenas empieza a despertar el 10 de Diciembre del año 2001, sino una caída temporal en los precios del petróleo, y el colapso presupuestario que provoca la situación de la deuda interna.

Eso conduce al Presidente Chávez a anunciar el 12 de Febrero del 2002 una devaluación de 50% (en realidad anunció la implementación de un régimen de “flotación”, y a la mañana siguiente el dólar, hasta entonces en 750 Bs., abrió por encima de 1,000 Bs.). El Presidente también anunció un recorte del gasto público primario que en efecto se materializó (-12.1% en términos reales), y la implementación del Impuesto al Débito Bancario (IDB). Todo esto ocurrió con el petróleo rondando los 16 DPB, y no habría de cambiar aún cuando a partir de Junio los precios se recuperaron y volvieron a superar la barrera de los 20 DBP. La crisis de Abril era apenas una sombra en el horizonte venezolano.

Sin el empuje del gasto público, golpeada por la fuerte devaluación (que en Venezuela en el corto plazo siempre ha tenido características contractivas), y en medio de la incertidumbre generada por los sucesos de Abril y la huelga nacional de Diciembre, el producto interno bruto se desplomó en el 2002 8.9%. Al cierre de ese año ya el 50% del FIEM había desaparecido: obligado a ahorrar en épocas en que no necesariamente existían ingresos excedentarios, el gobierno respondió modificando la Ley para poder hacer uso del FIEM cuando le viniera en gana (“ cuando el interés social así lo justifique” ). Chávez le hizo frente al final de la crisis de la huelga general con que amaneció el año 2003 con una fuerte batería de controles que tuvieron efectos sobre la economía similares a los del paro. El año 2003, sin inversión privada (nacional o extranjera) y sin el empuje del gasto público (el gasto primario cayó 8.55% en términos reales) generó una nueva debacle de la producción estimada en 10.1%. Tobías Nóbrega diseñó un conjunto de instrumentos financieros impecables desde el punto de vista técnico pero implementados de manera muy poco transparente, que han ayudado a correr la arruga de ciertos pagos de la deuda interna y externa. El FIEM terminó por desaparecer, cerrando el año con menos de 700 millones de dólares.

Balance 1999 – 2003: 5 años perdidos

Venezuela cerró el año 2003 con:
• Un nivel de producto interno bruto 18.34% menor al que tenía en 1998
• Ingreso promedio por habitante 26.1% por debajo del que teníamos en 1998
• Una deuda interna superior a los 25 billones, 980% mayor a la que teníamos en 1998 (324% en términos reales)
• Una tasa de cambio en el mercado paralelo superior a los 3,000 Bs. por dólar, lo que representa una devaluación en estos cinco años de 430% (Chávez inició su período a 564.5), a razón de un promedio anual de devaluación de 39.7%
• Una inflación al consumidor (IPC) de 27.1%, disfrazada por los controles de precios alrededor de un 10%-14% (inflación probable 37.1% – 41.1%)
• Una deuda externa superior a los 24,000 millones de dólares, 13% superior a la que teníamos en 1998
• Un nivel de endeudamiento como porcentaje del tamaño de nuestra economía de 41.5%, comparado con 27.0% al final de 1998
• Unas reservas internacionales de 21.300 millones de dólares, comparado con 14.850 millones al cierre de 1998
• Unos niveles de pobreza relativa y pobreza extrema superiores al 70% y 33% respectivamente, 10% y 13% por encima de lo que teníamos en 1998

¿Está Venezuela condenada a la pobreza?

Las razones que nos hacen dudar sobre la posibilidad de que un gobierno de transición logre sostenerse en medio de un cuadro de déficit de atención social y deterioro como el que podría heredar son legítimas. Después de todo, si bien es cierto Chávez fue propulsado al poder por el deterioro de las condiciones de vida de una inmensa mayoría de los venezolanos, no es menos cierto que en estos cinco años esas condiciones no han hecho sino empeorar.

También es verdad que, entre otras cosas mayores, esa administración va a tener que lidiar con los desequilibrios causados por el control de precios (una inflación represada entre 10% – 13%). Esa administración va a tener que lidiar con un control de cambio que ha producido una mercado paralelo con una tasa 100% superior a la oficial, y va a tener que navegar sobre ese control por un tiempo, mientras procura generar la credibilidad necesaria (percepción de sostenibilidad y coherencia) para levantarlo gradualmente evitando que la tasa converja a la que hoy predomina en el mercado paralelo.

Hay algunas consideraciones adicionales, ya no de orden económico sino de desarrollo institucional, que también actúan como restricciones al desempeño de esa administración de transición:

a) Los altísimos niveles de pobreza que ha alcanzado Venezuela en los últimos 20 y 5 años fueron consecuencia de la falta de crecimiento económico, pero hoy en día se han convertido a su vez en una restricción al crecimiento sostenido. ¿Por qué? Porque los efectos de ese incremento de la marginalidad sobre la productividad promedio del factor trabajo, le ponen un techo muy bajo a la tasa de crecimiento sostenible que se puede alcanzar a través de inyecciones de capital. Quizás aquello de que “el mejor remedio contra la pobreza es el crecimiento económico” sea sólo cierto en el muy corto plazo, puesto que en el largo plazo promover el crecimiento seguramente pasa por atacar los déficit de atención social, mejorar la salud, la educación, y con ello, la productividad promedio del factor trabajo

b) Aun cuando la estrategia económica esté perfectamente concebida e incorpore una fuerte batería de programas sociales, la dificultad para resolver los problemas de los más necesitados en el muy corto plazo pone a riesgo no solamente la sostenibilidad y continuidad de las políticas, sino también al régimen en sí. Es precisamente esta restricción la que ha dado origen a líderes populistas al estilo Chávez, que llegan al poder gracias a la promesa (no al cumplimiento) de resolución inmediata de los problemas de los más necesitados.

c) Independientemente de que se logre concebir un conjunto de políticas sociales y económicas coherentes, uno tiene la percepción de que nunca antes la capacidad de ejecución de las instituciones venezolanas fue tan débil como ahora, uno tiene la duda de si esas instituciones verdaderamente estén en capacidad de implementar de manera sostenida esos planes

Estas son las ideas que nos cruzan por la mente y que a veces nos hacen pesimistas cuando pensamos en la posibilidad de tener un país distinto. Esos factores están ahí, y tenemos que contar con ellos. Sin embargo, y aun a pesar del deterioro económico y la destrucción institucional, Venezuela tiene un conjunto de factores jugando a su favor que podrían servir de piedras angulares en el proceso de reconstrucción:

1) Si bien la deuda pública venezolana alcanzó al cierre del 2003 el tope de 41% del PIB, esa cifra es relativamente baja en términos comparativos con el resto de los países de América Latina. Venezuela todavía tiene capacidad para endeudarse a nivel de organismos multilaterales para financiar una fuerte batería de programas sociales que, bien concebidos y ejecutados, podrían aliviar los déficit de atención de corto plazo. El problema de fondo de Venezuela no es la deuda en sí, sino la baja recaudación fiscal no petrolera consecuencia a su vez de la falta de operatividad del SENIAT y de la ausencia de una actividad económica significativa sobre la cual gravar impuestos

2) La pérdida de 20% del total de actividad económica en apenas dos años ha dejado al aparato industrial venezolano con una inmensa capacidad ociosa, que podría ser la base para producir un repunte rápido en la producción sin inversiones adicionales considerables

3) Este efecto de rebote, o crecimiento con base en capacidad ociosa, le podría permitir a una administración que se las arregle para crear la impresión de coherencia y sostenibilidad, cabalgar sobre altas tasas de crecimiento los primeros años mientras se genera un entorno económico, político, social e institucional más propenso para la inversión privada

4) Si bien el control de cambio reciente ha disparado los niveles de liquidez, la monetización promedio de la economía venezolana para principios de año era de apenas 20% (M2/PIB Nominal), también por debajo del promedio de América Latina. Esto pone de relieve que el problema de Venezuela no es tanto un problema de exceso de liquidez, sino de exceso de desconfianza en el gobierno y las autoridades monetarias. 20% de monetización luce muy alto para la desconfianza que existe en Venezuela hoy en día, pero es un nivel por debajo del promedio para un país que funciona de manera normal, en donde los agentes económicos tienen confianza en los políticas del gobierno

5) La tasa de cambio que se ha generado en el mercado paralelo por el hermetismo de CADIVI y la incertidumbre política y económico, representa una oportunidad para una administración de transición. ¿Por qué? Porque esa tasa presenta una subvaluación del bolívar que podría permitir, si se maneja de forma adecuada el control de cambio y se levanta de manera gradual, en un ambiente de expectativas positivas, nivelar el mercado libre bajo un régimen de tipo flexible por debajo de la tasa que prevalece en el mercado paralelo. La posibilidad de que esto último ocurra es directamente proporcional a la credibilidad (percepción de estabilidad de esa administración de transición).

6) Por último, hay que reconocer que si bien existen riesgos en la transición, es difícil que esa transición produzca resultados económicos peores a los actuales. El problema no está tanto en eso sino en que probablemente la oposición no cuenta con un comunicador efectivo que le ayude a navegar sobre pésimos resultados de la forma en que la actual administración lo ha hecho.

Estas son las posibilidades de Venezuela, inmensos riesgos, pero también inmensa oportunidades. Aldous Huxley decía que la experiencia no es lo que a un hombre le pasa en la vida, sino lo que ese hombre decide hacer con lo que le ha pasado. Ya es hora de que los venezolanos utilicemos nuestra experiencia durante estos últimos veinte y cinco años para hacer cosas grandes por el bien de nosotros, y de toda Venezuela.

*Economista Jefe Venamcham, Profesor IESA- UCAB

www.venamcham.org/economia

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