Economía

A propósito de la OPEP y la ONU

«Con la misma vara que midas, serás medido»

En las últimas semanas se han publicado muchos artículos y análisis sobre la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y varios de sus
autores critican ácidamente la membrecía de Venezuela en ese grupo, diciendo
que no tenemos nada que buscar porque casi todos sus integrantes son de una
religión ajena, y sus gobiernos no son democracias, sino tiranías; algunos
magnifican unos temas, tomando un hecho aislado de un solo país y
generalizándolo a todos los demás. Casi todos estos críticos olvidan el
hecho de que la Organización es de «Países Exportadores de Petróleo», no de
«Países democráticos, libres, cristianos, latinoamericanos, no populistas, y
además, Exportadores de Petróleo». Lo único que interesa es que sean
«exportadores de petróleo», y más nada.

Pero si a ver vamos, y si siguen buscando los pecados ajenos diciéndonos que
no debemos relacionarnos con ningún pecador, entonces nos deberíamos aislar
del resto del mundo (como lo hicieron Albania, Afganistán y Mongolia, por un
tiempo), y hasta de nosotros mismos, porque nosotros también somos pecadores
y tenemos nuestras imperfecciones, que son muchas.

Si los países desarrollados nos aplicaran esos criterios, podrían hacerlo
porque somos pobres, mal organizados, subdesarrollados, impuntuales, amantes
del populismo, por haber tenido dictaduras y violaciones a los derechos
humanos, por tener uno de los más altos índices de delincuencia y
corrupción, etc.

Pero precisamente los países más desarrollados a los que tanto admiramos se
relacionan con nosotros, y también con nuestros despreciados socios, y con
otras naciones más pobres, como Ruanda, Chad, Bangladesh, Guatemala,
Kiribati, Maldivas, etc.

Si estuviéramos libres de pecados, tal vez moralmente podríamos lanzar la
primera piedra contra cualquier otro país, incluyendo a los socios de la
OPEP.

Sin lugar a dudas, quienes hacen esas críticas parecen cortados por las
mismas tijeras de quien (quienes) escribe (escriben) los panfletos
xenófobos, pero con otro discurso. Recuerden que el pez muere por la boca,
y que con la misma vara que midas, serás medido para el juicio eterno.

Si nos dejamos llevar …

Si nos dejamos llevar por esos criterios no deberíamos mantener relaciones
con nadie: con nuestros vecinos, porque nos arrebataron tierras, con
algunos por ser colonialistas, con otros por ser tiranías o monarquías, por
tener otra ideología, por ser pobres, por estar lejos o por ser
insignificantes. Ni siquiera se salvaría la Santa Sede, a pesar de tener el
gobierno más santo del mundo, porque no es una democracia parlamentaria,
representativa, participativa, alternativa y referendaria.

Además, este pobre y humilde país subdesarrollado no tiene el poder
suficiente como para estar en el papel de gendarme ultramoralista del mundo.

El único que podría tener fuerza suficiente puede que sea Estados Unidos
(a cuyo lado Venezuela es insignificante), y no lo hacen como quieren los de
aquí, y las pocas veces que lo practican, a veces les «sale el tiro por la
culata» (por ejemplo, en los casos de las medidas unilaterales contra Irán y
Libia, lo que han hecho es fortalecer las compañías petroleras no
norteamericanas; en el caso de Cuba e Iraq, no han podido sacar del poder a
Fidel Castro ni a Saddam Husein).

Si nos dejamos llevar por esos criterios, entonces deberíamos ser como el
Llanero Solitario o el Vengador Anónimo, y pretender que solitos
compondremos al mundo.

El otro lado de la moneda

Por otra parte, hay otros que siempre le echan la culpa a la potencia de
turno (desde hace un poco más de medio siglo, Estados Unidos de América) por
ser la supuesta responsable de todos los males que asolan a la humanidad.

Pero debemos ver hasta qué punto cierto es eso.

Por ejemplo, no es culpa de ellos que nuestros gobernantes nos hubieran
endeudado en las décadas de 1970 e inicios de 1980, cuando teníamos el mayor
ingreso petrolero real per cápita de nuestra historia. Tampoco es culpa de
ellos el mal manejo de la crisis financiera de 1994 que empobreció aún más
al país, o que por años nos empeñáramos en seguir una política de controles
de precios y de cambios.

No creo que sean culpables tampoco de la gran pobreza que viven los
habitantes de Bangladesh, la India, el sureste asiático y muchos africanos.

Unos países que nadie puede decir que obedecen las directrices de Washington
son China y Rusia, y sin embargo, tienen millones de pobres que no podemos
atribuir a los países ricos.

La sangrienta rivalidad entre hutus y tutsis en Ruanda y Burundi tampoco es
culpa de los países avanzados.

Así, concluimos en que la mayoría de los casos de pobreza extrema en el
mundo no se debe a las grandes potencias, a quienes no podemos señalar con
el dedo acusador.

Pero eso tampoco los exonera de toda culpa, porque los conflictos que hay en
el Medio Oriente si se deben a sus largos brazos, y otras crisis que aún
subsisten son consecuencia de la guerra fría que los enfrentó a la Unión
Soviética, como Angola, Cuba, Corea (por cierto, se están muriendo de hambre
en el lado enemigo de Estados Unidos), Afganistán, El Salvador, Nicaragua,
etc., pero son casos más identificables que se escaparon de su control.

La mayoría de las veces los culpables de nuestros males somos nosotros
mismos, y las soluciones también deben venir de nosotros. De los niños que
se mueren de hambre cada tres segundos, ¿cuántas de esas muertes se deben a
culpables internos? ¿y acaso en los propios países ricos no hay pobres? Y
los niños de la calle (de la patria) que tenemos aquí, huérfanos con sus
padres vivos, que ni siquiera podemos culpar al estado venezolano por ellos,
¿también son culpa de Reagan o Clinton?
Petróleo caro y escaso, ¿por siempre?

En los últimos meses, y precisamente coincidiendo con la segunda cumbre de
la OPEP y sus 40 años (la casualidad quiso que todo se diera junto) están
publicándose estudios donde se analizan las razones del alto precio del
petróleo, de que seguirá subiendo por buen tiempo, y donde se urge a
buscarle substitutos a esta fuente energética.

Pero también quiso la casualidad que hasta hace menos de dos años (no
tendremos que buscar a los viejos para que nos cuenten cómo fue la época del
petróleo barato) se hablaba del eterno petróleo barato, de que era muy
abundante, se hablaba de la muerte de la OPEP (y hasta le hicieron
funerales) y hasta recordemos que una vez The Wall Street Journal (disculpen
que no tenga la fecha a mano), comentando sobre un yacimiento en el Golfo de
México que estaba casi vacío y asombrosamente se volvió a llenar, retrotrajo
una teoría que según, provenía de la antigua Unión Soviética, donde se
explicaba que el petróleo no era de origen fósil, sino que se producía en
las profundidades continuamente y luego subía a estratos superiores de la
corteza terrestre. ¡Que maravilla! El petróleo no sólo era un recurso
natural renovable, sino más que eso, «autorenovable», y no necesitaría de la
intervención humana para recuperarlo, como por ejemplo, los sembradíos o los
bosques comerciales; así, el petróleo sería eternamente barato.

También hubo cierto «economista-jefe» de gran influencia en el país (su
nombre está disponible para quienes lo soliciten) que sostuvo que las
reservas petroleras de Venezuela eran «infinitas» (no estoy exagerando),
condición que no han ganado ni siquiera el oxígeno, el agua o la materia.

Pero ya tenemos experiencia. En la década de los 1970 e inicios de la de
1980 se hablaba del petróleo infinitamente caro y próximo a agotarse, luego
pasamos a un discurso contrario, y así nos hemos estado moviendo en péndulo,
por lo que no debemos hacer planes de largo plazo suponiendo una bonanza
petrolera continua, sino que aconsejamos la prudencia.

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