Economía

Ajuste de precios en mercado habitacional

A menudo los corredores inmobiliarios somos centro de descalificaciones por parte de quienes no entienden el rol estrictamente intermediador de la profesión en la comercialización de bienes raíces. En el cumplimiento de esta tarea la responsabilidad social y los valores presentes en el código de ética que rigen esta actividad apalancan su ejercicio garantizando la transparencia de los negocios que contribuyeron a cerrar. Una transacción exitosa es aquella en la cual el vendedor y el comprador terminan satisfechos. Pero ahora, frente a la actual coyuntura, este resultado puede requerir de un proceso más arduo.

Las distorsiones que afectan al mercado inmobiliario y las necesidades imperiosas de los venezolanos por acceder a una vivienda propia o alquilada, exigen la presencia de profesionales consustanciados con las nuevas realidades del mercado y del país para que actúen como catalizadores del vuelco en positivo que necesita el sector para apuntalar las ventas, con caídas del 30%, y contribuir con la estabilidad del mercado.

El carácter cíclico del mercado inmobiliario, más su dependencia con las políticas públicas, financieras, monetarias, y la discrecionalidad del gobierno, traslada fácilmente al sector de un escenario a otro. De un mercado caracterizado por la escasa oferta de viviendas en los últimos años pasamos a un mercado de compradores que ha perdido su capacidad adquisitiva. Se suman ahora el impacto combinado del aumento de los precios en los insumos de la construcción, en niveles entre el 40 y el 51%; la restricción crediticia, el incremento de las tasas de interés, que para los créditos hipotecarios se elevaron de 14.4% en el 2006, a 21.4 en 2008; los controles y amenazas a la propiedad individual, alta liquidez e inflación galopante, y una creciente incertidumbre colectiva, configurando una verdadera camisa de fuerza y un clima nada alentador para compradores y vendedores de viviendas.

El gobierno no ha sido capaz de contener la inflación por la vía del control de precios, la restricción de la liquidez y el consumo. Sin embargo, insiste en ese camino espinoso en los decretos habilitantes que brindan al Estado la potestad de urbanizar tierras, financiar, construir, adjudicar, vender, expropiar, y arrendar viviendas. Mientras subsista esta visión omnipotente y controladora, mientras el gasto público, la “regaladera” a países vecinos, y las importaciones continúen desbordadas; mientras persistan enfoques simplistas para expresar la magnitud de la crisis que agobia a los venezolanos, la economía seguirá dando tumbos. El titular de las finanzas asegura “que la inflación en Venezuela es el resultado de la estimulación del consumo a causa de una distribución progresiva del ingreso petrolero que se traduce en un mayor poder adquisitivo en la población”.

La inflación se duplicó en relación a los resultados del 2005. El acumulado en los primeros 7 meses del año es de 17,3%, y en los últimos 9 años es de 303%. Países vecinos han sido más precavidos, como Colombia con 0,48%, Perú 0,56%, Ecuador 0,59%, Chile 1,1%, Paraguay 0,5% y Uruguay 0,45%, mientras que Venezuela registró en julio una inflación del 1.9%.

Frente a este maremágnum donde la inflación se permite minar las fuerzas de la economía y la sociedad, y devora los ahorros de los venezolanos, es imperativa una cruzada nacional por la sinceración de los precios, por ajustarlos a los valores de mercado, por obtener ganancias moderadas en las transacciones de bienes y servicios, de manera que las empresas puedan seguir coexistiendo y recuperando sus procesos. En el sector inmobiliario es posible convenir planes de financiamiento, dar flexibilidad en las preventas, y en la cancelación de la cuota inicial, como de hecho promotores y constructores lo están intentando en sus estrategias de mercadeo. Un rol esencial le compete asumir al tasador profesional en materia de valuación de inmuebles para garantizar el justo precio y la negociación exitosa de viviendas nuevas o usadas. Todo sobredimensionamiento de precios y cualquier falta de transparencia en las transacciones ponen en riesgo la estabilidad del sector, porque llegará un momento en que los precios escalen tanto que no habrá compradores. Es preciso reflexionar en torno a experiencias internacionales donde las turbulencias financieras empujan los precios hacia la baja.

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