Economía

Al Hábitat del homo sapiens sapiens ya no lo define la naturaleza

La naturaleza es hoy explicada por los conceptos ecológicos llamados (1) ecosistema: que significa: “sistema conformado por una comunidad de diferentes organismos (vegetales, animales, hongos, etc.) y sus interacciones entre sí y con su ambiente”; (2) hábitat: que significa: “ambiente natural donde reside un organismo”; (3) nicho: que significa: “función que desempeña, o posición que ocupa un organismo en un ecosistema”; y (4) cadena trófica: que significa: “el conjunto de eslabones en un ecosistema, que va desde la fuente primaria de alimentos hasta el consumidor primario, el que a su vez se convierte en el alimento de un consumidor secundario; y éste a su vez en el alimento de un consumidor terciario—y así hasta el último de los consumidores, existentes en el ecosistema”—la supervivencia y / o extinción—tanto de las fuentes de alimentos como de los consumidores de todo ecosistema, es determinado por la competencia entre especies, y la evolución de las formas de vida existentes en cada ecosistema.

Nuestra especie; Homo sapiens, fue precedida por numerosas otras especies—que ya no eran simios, pero tampoco humanos—la más antigua de estas especies no-humanas ni simios hallada hasta ahora es Toumaï (Sahelanthropus tchadensis, que existió hace entre 60 mil y 70 mil siglos)—y la más reciente de esas especies no-humanas; pero tampoco simias hallada hasta ahora es El Hombre de Java (Homo erectus, que existió hace entre 8 mil y 12 mil siglos).

El Homo sapiens sapiens (“hombre sabio”—el ser humano moderno); tiene viviendo en la Tierra; aproximadamente 600 siglos, y es la única subespecie superviviente de la especie Homo sapiens—que ya era claramente humana, y claramente no simia, pero que fue precedida por otra subespecie, claramente humana, y claramente no simia—y que no es un antepasado del ser humano moderno, sino otra subespecie distinta, llamada Homo sapiens idaltu (“antiguo hombre sabio”), pero que se extinguió hace aproximadamente unos 1.600 siglos.

Y aunque en la inmensa porción de esos 600 siglos, durante la cual, los humanos modernos—tan inteligentes como usted y yo llevan existiendo en la Tierra—no se diferenciaban mucho de los otros organismos vivos existentes en los ecosistemas—en consecuencia, su hábitat era definido por la Naturaleza; pero nuestro altamente desarrollado cerebro nos condujo a desarrollar la religión, y posteriormente a la ciencia, desarrollos que nos permitieron evolucionar socialmente—no biológicamente—en tal forma; que ya nuestro hábitat no es definido por la naturaleza, sino por la economía (como veremos más abajo)—nuestro altamente desarrollado cerebro nos ha llevado a ocupar permanentemente casi cualquier hábitat disponible en todos los continentes; excepto Antártica—aunque algunos gobiernos mantienen allí campamentos permanentes para estudios científicos—y hasta habitamos en una Estación Espacial Internacional, ubicada desde 1998 fuera de la atmósfera terrestre, a 350 kilómetros de altitud, recorriendo una órbita a un promedio de 27 mil 700 kilómetros por hora, lo que le permite darle una vuelta completa a la Tierra, cada hora y media aproximadamente.

En consecuencia, nuestro hábitat—donde normalmente se encuentra al ser humano moderno en cualquier tipo de ecosistema actual—ya no se parece en nada a la naturaleza, muchos lo han definido como una “jungla de concreto y asfalto”, donde sólo vemos restos de la naturaleza en museos, acuarios, zoológicos; y en el cine, la televisión y las publicaciones impresas—y esto incluye a las llamadas “zonas rurales” donde criamos a los rebaños de ganado, bandadas de aves y establecemos desde sistemas de piscicultura, hasta cultivos de hongos comestibles, donde criamos a los animales y cosechamos a los vegetales y otros organismos vivos que nos sirven de alimento.

Tanto hemos modificado a la naturaleza, que ya muchos afirman (erróneamente; de paso) que nuestras emisiones a la atmósfera de “gases invernadero” están produciendo un calentamiento global, que cambiará el clima del planeta, con catastróficas consecuencias—esta falsa creencia actual, no tiene fundamentos científicos—como sus voceros nos quieren hacer creer—sino que es como una especie de movimiento retrógrado hacia el desarrollo de una nueva religión, donde Dios ha sido reemplazado por la Madre Naturaleza—y las catastróficas consecuencias que este movimiento retrógrado predice, no serían la consecuencia de la “emisión de gases invernadero”—sino—que de mantenerse esa creencia en el tiempo, serían las consecuencias de la desestabilización de la economía que esta falsa creencia provocaría, porque la economía es la que hoy define el hábitat del ser humano.

Sin duda; el ser humano moderno—en sus 600 siglos de existencia—ha progresado enormemente desde ser una criatura similar a los otros animales de la naturaleza; hasta lograr sus primeras hazañas, como lo fue el controlar el fuego a voluntad, e inventar la rueda, el cero y la escritura, hasta la actual era de la computación, la robótica, y las ciencias espaciales que ya están expandiéndose en la fronteras de lo “nano” y del “terabyte” (mil “gigabytes” o un billón de bytes)—sin embargo; si metafóricamente nos sentamos en la Luna para otear desde allí a la humanidad, pareciera que no hemos avanzado mucho, ya que en no pocos de los hábitat que ocupa el ser humano moderno, éste se sigue comportando como un animal más de la naturaleza; aún existen numerosas tribus aisladas que desconfían las unas de las otras—y se preparan para guerrear entre sí—y que no pocas naciones y estados “civilizados y altamente desarrollados” se comportan de manera no diferente a las tribus primitivas; y sobre todo que la religión continúa siendo la más poderosa fuerza cultural que conduce a la humanidad, a pesar de que la ciencia (rasgo cultural más avanzado y la única capacidad cultural humana que puede hacerlo seguir progresando), ya tiene unos tres siglos de existencia.

El origen de la economía puede rastrearse hasta la palabra griega oikonomos que significa: “aquél que administra un hogar”—y se ha extendido ya hasta algo innegable llamado: “ economía global ” o “ globalización ”—sin que importe que unos la vean como indispensable para la humanidad, mientras que otros la vean como la Némesis de la humanidad. (Némesis, en la mitología griega, era la diosa a cargo de proporcionar el castigo divino a aquellos que sucumbían ante Hubris—el orgullo, la exagerada auto confianza, la arrogancia, etc.)

Y ya los seres humanos—como individuos o familias—no necesitan cazar, pescar, ni recolectar—ni siquiera dedicarse a las actividades de producir alimentos en pequeños conucos—pero sí a producir—a crear ofertas—de cualquier cosa—desde figuras de origami y muñecas estilo Barbie—de cualquier personaje, hasta combustibles sólidos y líquidos para cohetes espaciales o electricidad a partir de cualquier proceso—y a consumir cualquier cosa—desde acelgas frescas, hasta una producción cinematográfica o un evento deportivo, mediante el sistema pay per view (pague por ver) distribuidos por algunas empresas proveedoras de televisión por cable—hasta descargar ringtones (el sonido producido por un teléfono celular cuando recibe una llamada)—o la más reciente canción o video clip de su artista favorito.

Porque producir crea empleos que le proporcionan ingresos a las personas con los cuales pueden financiar sus necesidades y deseos; y consumir, permite tanto la supervivencia de los empleos que crea la actividad de producir, como estimula la creación de nuevos productos, permitiendo que la humanidad siga existiendo, desarrollándose y progresando; y por ello, actuar hoy en contra de la economía—como lo están haciendo, la falsa alharaca sobre un calentamiento global producido por los seres humanos, y el seguir creyendo en las supercherías “económicas” (muy entre comillas) inventadas por el pensador alemán Karl Heinrich Marx—es equivalente a los incendios de vegetación, las inundaciones, los terremotos, y las plagas de enfermedades, que diezmaron a los primeros seres humanos, al destruir su hábitat natural.

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