Economía

Amor con hambre no dura

En el gobierno hay preocupación por la caída de la inversión privada; algunos proponen crear nuevos entes promotores para canalizar el entusiasmo y el deseo de inversión. Quizás, alentados por ese entusiasmo, y las ganas de que la economía crezca, es que los voceros del gobierno no estén viendo el árbol en el bosque, sobre todo por las responsabilidades sobre sus hombros en el diseño y aplicación de políticas públicas para inducir el crecimiento económico.

Pero el árbol no puede ser visto si se persiste en la idea que la caída de la inversión es por saboteo de los que tienen ahorros para invertir, y de empresarios que han preferido supuestamente perder para «crear» expectativas negativas. Sin embargo, los hechos son otros y tienen que ver esencialmente con el sendero polÌtico que la «revolución» y el «proceso revolucionario» le han impuesto a la capacidad de los venezolanos de hacer negocios, generar riqueza, crear empleos y en general, «hacer» crecimiento económico. Hay otros hechos.

En primer lugar, la revolución cambió drásticamente, aunque constitucional y legalmente en muchos casos, las reglas del juego, pervirtiendo los mecanismos naturales del funcionamiento de una economía de mercado. Normas constitucionales, leyes y decretos cambiaron el entorno jurídico y moral de los negocios propios de una economía capitalista con democracia representativa liberal que requiere para el crecimiento económico una clara definición de los derechos de propiedad. Estos han sido debilitados en tal grado que, su defensa es privilegio de las grandes corporaciones y conglomerados económicos que pueden costear su defensa. Si no hay correcciones serias y legislativas en este campo, la parálisis económica se afianzará en el largo plazo con la secuela de empobrecimiento que ello trae en sus entrañas.

Otro factor es el impacto negativo producido por la proliferación de riqueza. Ese efecto se refleja claramente en balanza de pagos, en las salidas de capitales y en el movimiento del ahorro privado. En términos más sintéticos, se ha causado un agudo proceso de descapitalización representado en el crecimiento del desempleo y subempleo informal en actividades de baja productividad y menor desarrollo y en el cierre de empresas, muchas de las cuales no pueden operar en el mercado informal.

Y en tercer lugar, la reproducción de un entorno político de costosa y riesgosa inestabilidad contenido en la convocatoria a la lucha de clases y al enfrentamiento de pobres contra ricos, lucha que siempre termina en un enfrentamiento solo entre pobres.

A esos factores se añaden los que reflejan el grado de inestabilidad macroeconómica, dado que en la economía real, la parálisis económica que ocurre por caída de la inversión privada, restringe la creación de riqueza, envía a miles de empresas a la quiebra técnica, por lo que por por reducción de beneficios e incremento de costos, caen los ingresos fiscales no petroleros anunciando problemas fiscales en el mediano plazo.

Se conoce entonces donde están las restricciones al crecimiento económico y cuáles factores debe atacar el gobierno para revertir a una senda de crecimiento, de lo contrario, amor con hambre no dura.

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