Economía

Bloques comerciales

(AIPE)- Casi todo el mundo reconoce ya que la libertad de comercio entre países es un poderoso factor de crecimiento económico, para beneficio sobre todo de los pobres del mundo. Sólo unos pocos ilusos se dejan engañar por Bové. La retórica antiliberal de ese violento anarquista francés de bigotes a la Asterix se concreta en la protección del campo francés frente a los productos del Tercer Mundo, y si los africanos y latinoamericanos se mueren de hambre, peor para ellos.

Visto el efecto multiplicador del comercio internacional sobre la prosperidad de los países, los “lobbies” de sectores ansiosos de protección y a los políticos que temen la disciplina de los mercados abandonaron hace tiempo la sustitución de importaciones. Ahora se han replegado al último bastión del antiliberalismo, que es la creación de bloques comerciales. Les adelanto mi tesis: las uniones aduaneras, bajo la inocente apariencia de ser útiles bloques en la construcción de un sistema de librecambio mundial, en realidad acaban bloqueando el progreso del capitalismo y enfrentando a las naciones en guerras comerciales.

Una de las principales causas de la pobreza del Africa y de América Latina, añadida al mal gobierno, a la corrupción y al escaso respeto de la propiedad privada, es la política agraria europea. Bruselas protege ese sector sobredimensionado, dificultando que africanos y americanos nos envíen sus productos del campo y encima subvencionando las exportaciones de la agricultura europea al Tercer Mundo, condena a gran número de campesinos del Tercer Mundo a la desocupación, la pobreza, el hambre y la enfermedad. Ahora leo que, al haber caído la demanda, la Comunidad Europea tendrá que almacenar carne de vacuno por valor de mil millones de euros, mientras carga de aranceles la carne argentina. Es el colmo de la hipocresía derramar lágrimas sobre la tragedia de los pingües olivareros del regadío andaluz, los orondos cerealistas de la Isla de Francia, los sólidos remolacheros alemanes, los avispados ganaderos ingleses, mientras se condena a la miseria a los escuálidos productores tropicales de copra, banana, arroz, azúcar, o leche. La política agraria comunitaria es un delito de lesa-humanidad. Los pobres del mundo necesitan más mundialización.

La unión aduanera de la Comunidad Europea nació en Roma en 1958 para evitar que las rivalidades económicas encendieran de nuevo la guerra entre Alemania y Francia. El fin último era político: hacer que las naciones europeas abrieran sus fronteras a los productos y servicios de sus vecinos, para así crear poco a poco un mercado y una moneda comunes en Europa y buscar la unidad de los Estados europeos. Pero ello ha tenido un efecto no deseado: el fomentar la aparición de bloques comerciales rivales. Es la paradoja de las uniones aduaneras: parecen conducir al librecambio mundial pero se encenagan en la creación de intereses sectoriales.

El primer economista en denunciar que esas uniones aduaneras pueden enquistarse y esos bloques comerciales enfrentarse fue Jacob Viner (1892-1970). Distinguió este gran historiador y analista del comercio internacional en 1950, entre dos tipos de efectos de las uniones aduaneras: el efecto de desviación de comercio y el efecto de creación de comercio. Si las uniones aduaneras se contentan con desmantelar las barreras comerciales entre los partícipes y mantienen o aumentan la protección frente al resto del mundo, pueden desplazar a comerciantes eficientes por suministradores vecinos ineficientes, con la consiguiente reducción del bienestar mundial. La desviación de comercio en una unión aduanera será especialmente perjudicial si impone barreras a los productos de los países pobres, como lo hace la UE con la agricultura y la industria de los países del Asia, Africa y Latinoamérica. A esta observación de Viner puede dársele una dimensión dinámica. El profesor Jagdish Bhagwati, de la Universidad de Columbia, es quien ha acuñado la frase de que las uniones aduaneras, en vez de servir de bloques para la construcción de un orden mundial abierto pueden bloquear el camino de la libertad económica. No es la primera vez en la historia de Europa que se enfrentan los ideales contrapuestos de la construcción nacional y el librecambio mundial. El edificio del Imperio alemán se levantó sobre el bloque del “Zollverein”, o Unión Aduanera germana, pero la rivalidad económica fomentada por esta unión regional no contribuyó a la armonía entre las naciones. Sería trágico que la consolidación de la UE acabara enfrentando a europeos y americanos.

En efecto, es mi opinión que la paz reinante en Europa no se debe tanto al Tratado de Roma, como dicen los eurofanáticos, como a la “pax americana” que Estados Unidos ha mantenido con su generosidad, su dinamismo económico y su esfuerzo militar.

Estados Unidos fue inicialmente el gran defensor de los acuerdos mundiales de libre comercio en el marco del GATT y luego de la Organización Mundial del Comercio, frente a las tendencias autárquicas de la Unión Europea. Pero el presidente Clinton saboteó la reunión de la OMC en Seattle, para contentar a los sindicatos que tradicionalmente apoyan al Partido Demócrata, se mostró decidido partidario de la unión aduanera MERCOSUR, e intentó con poco éxito, a Dios gracias, la consolidación del un mercado común en Asia-Pacífico. Es de temer ahora que el presidente Bush concentre sus esfuerzos en reforzar la unión aduanera de América del Norte en vez de relanzar una nueva “Ronda Uruguay” de liberación del comercio mundial. Los aprendices de brujo del Tratado de Roma están empezando a recoger una amarga cosecha de enfrentamientos con sus aliados del otro lado del Atlántico.

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