Economía

Clinton en contra del libre comercio

El presidente Clinton aparenta defender el libre comercio, pero siempre ha sido un oportunista/proteccionista de la vieja escuela y la careta se le terminó de caer en Seattle.

Aunque Clinton apoyó el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (TLC) a comienzos de su primer período, éste ya había sido negociado en gran parte por la administración Bush y los toques clintonistas al TLC y a la Ronda Uruguay hicieron que ambos tratados resultaran más proteccionistas.

En su informe al Congreso de 1998, Clinton dijo que “en los últimos cinco años hemos estado a la cabeza de la apertura de nuevos mercados, con 240 acuerdos comerciales…” La realidad es que más de 160 de esos acuerdos fueron imposiciones unilaterales, obligando a gobiernos extranjeros a reducir la cantidad de ropa que sus naciones vendían a consumidores estadounidenses.

Clinton se ha empecinado en mantener las restricciones a las importaciones textiles. Washington impone cuotas a 3.000 productos textiles, incluyendo toallas sanitarias, lonas, cintas para máquinas de escribir, paños, tapices y corbatas. La combinación de altos aranceles y cuotas de importación añaden el equivalente a un sobreprecio de 50% a las telas importadas.

En Estados Unidos no hay producción de seda, pero cuando a comienzos de los años 90 se dispararon las importaciones de la seda, debido a que su precio por primera vez era asequible al consumidor promedio, la administración Clinton impuso severas restricciones a la seda china para proteger a los productores nacionales de algodón y poliéster.

Cinco días después de la invasión de Haití por tropas estadounidenses, en septiembre de 1994, Washington impuso cuotas a las importaciones de textiles y de ropa de esa isla tan pobre, a pesar de ser esa la principal industria empleadora de mano de obra y la principal fuente de divisas. Al no poder Haití exportar productos textiles a Estados Unidos, Washington se vio obligado a aumentar la ayuda a Haití, incluyendo 45 millones de dólares para apoyar su moneda y 25 millones de dólares para pagar deuda extranjera.

¿Cuán justas son las leyes de Estados Unidos regimentando el comercio exterior? Japón y Europa se quejan amargamente de las leyes “antidumping”. “Dumping” supuestamente significa vender aquí más barato que en el país de origen, o por debajo del costo. Pero no es así como lo ve el Departamento de Comercio, el cual constantemente declara culpable a empresas extranjeras que venden a precios “injustamente” bajos. La administración Clinton ha decidido en 98% de los casos de “dumping” en contra de las empresas extranjeras: desde salmón chileno, lápices y clips chinos, tubos rumanos, pasta italiana, clavos de Taiwán, rotativas alemanas, hasta hongos filipinos. Tales decisiones significaron altas multas y le cerraron las puertas del mercado de Estados Unidos a cientos de empresas extranjeras.

A fines de 1993, Mickey Kantor, el entonces representante comercial de Estados Unidos, tuvo la genial idea de cambiarle el nombre al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), un ente meramente supervisor, por Organización Mundial de Comercio (OMC). Kantor, un ex abogado de Hollywood quería un nombre cónsono con los delirios de grandeza de Clinton. Esa manera de pensar fue lo que provocó el caos en Seattle, a fines del año pasado. A comienzos de 1999 no había consenso para lanzar una nueva ronda de discusiones, pero los encargados de inflar el legado de Clinton querían oportunidades fotográficas para afianzar la reputación de Clinton como líder mundial.

Ciento treinta y cuatro naciones aceptaron la invitación para la “ronda Clinton”, pensando que Estados Unidos mostraría el camino reduciendo sus actuales barreras a las importaciones. Pero esa no era la intención de Clinton.

Antes que comenzaran las manifestaciones de grupos opuestos al libre comercio, Clinton les extendió una invitación, diciendo: “estoy contento que estos manifestantes vengan a Seattle… porque debemos tener un gran debate mundial sobre esto. Y la gente que siente que ha sido apartada debe traerse y oírse”.

El primer día de la cumbre, el diario Seattle Post-Intelligencer publicó una entrevista donde Clinton mantenía que un grupo de trabajo de la OMC “debería desarrollar estas normas laborales básicas; ellas deben formar parte de todo acuerdo comercial, y finalmente yo estaría a favor de un sistema en el cual las sanciones sean aplicadas por la violación de cualquier disposición del acuerdo comercial”.

Clinton dejó así muy claro que su principal objetivo era un acuerdo que impusiera aranceles como castigo a cualquier nación que no pagara el salario mínimo global. Clinton lo denominó “derecho de los trabajadores”, pero en realidad se trataba de una cláusula para eliminar la competencia. Exactamente lo que los proteccionistas siempre han querido, pero ningún presidente de Estados Unidos, en los últimos 130 años, había exigido: prohibir importar de naciones pobres. Fue un acto de mala fe invitar a una cumbre de libre comercio y anunciar el primer día que la mayoría de los países representados saldrían perjudicados. Pero eso era música celestial a los oídos de Al Gore y de los grandes sindicatos que apoyan su candidatura.

Clinton posiblemente le hizo un daño irreparable a la OMC. En el Senado se intentará imponer la renuncia de Estados Unidos a ese organismo y el legado verdadero de Clinton quedó claro: haber logrado impulsar y aglutinar a los enemigos del libre comercio internacional. ©

Su más reciente libro es “Freedom in Chains: The Rise of the State & the Demise of the Citizen”.<

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba