Economía

Cómo entender el negocio petrolero

Para el venezolano común, al oír hablar de la Bolsa de Valores de Nueva York, piensa en los precios del barril de petróleo y viceversa. Es lógico que sea así, en un país que obtiene del petróleo cerca del 96% de sus divisas.

El venezolano es una especie de balsero, que sobrevive en el tumultoso mar de la economía, agarrado a un barril de petróleo que siempre está medio hundido como si fuera un salvavidas.

En ocasiones ese barril está más hundido que en otros momentos, aunque nunca termina de hundirse y mucho menos salir totalmente a flote.

Petróleo como negocio

El negocio del petróleo es muy particular. Si bien se pueden pactar ventas en los países productores, el precio de venta referencial proviene de las bolsas de valores. Allí es donde se establecen diariamente, minuto a minuto, los precios.

A cualquier hora del día o de la noche, en alguna bolsa de valores de los cinco continentes se están negociando barriles de petróleo. Eso hace que los precios fluctúen.

Precios que dependerán de las cantidades negociadas, de la historia de costos anteriores de operaciones recientes y de las perspectivas a futuro.

Como con cualquier otro producto, el petróleo es un bien escaso. Lo que implica que hay muchos compradores, pero unos pocos vendedores. Lo que hace que sea un mercado donde los vendedores establezcan más las condiciones de las negociaciones, que lo que puedan exigir los compradores.

En las bolsas de valores, manda la “ley de la oferta y la demanda”. Es decir, es el lugar donde los compradores, que demandan petróleo, y los vendedores que lo ofertan, se encuentran. Estableciéndose un equilibrio que determina las cantidades que se negocian, a un precio dado.

Como el precio del petróleo está determinado por su calidad (denominada grados de API), todas las calidades de crudo están matemáticamente relacionadas a los precios de dos marcadores, que son la referencia mundial.

En Estados Unidos, ese marcador es el West Texas Intermediate (WTI), en Europa es el Brent del Mar del Norte (BFOE). Son crudos llamados ligeros por su alta calidad, que implica una mayor pureza.
Otro indicador referencial, es la Cesta Referencial de la OPEP, que promedia el valor de los crudos de los países miembros del cartel.

En todo caso, de cada tres negocios de compra-venta de petróleo, en dos es el WTI el marcador utilizado para fijar el precio de la operación por barril.

Usualmente, al ser de calidad superior (por tener menos sulfuro y otros minerales) el WTI tiene un mayor precio que el Brent. Sin embargo, por condiciones del mercado europeo (en su relación oferta/demanda) y, de distancia de transporte entre los lugares de producción en el Mar del Norte y la competencia con el petróleo árabe y ruso, ese precio a veces es mayor o menor.

A parte de la compra/venta de acciones y bonos (que se llaman papeles) en las bolsas se negocian los llamados “commodities”, que no son otras cosas que materias primas.

La apuesta de los inversionistas

Para los inversionistas, existen dos tipos de materias primas: las duras (hard) y las blandas (soft). La primeras son generalmente los minerales, como el petróleo, el oro, el hierro, entre otros, y las blandas que son productos perecederos agrícolas, como el azúcar, la harina, por citar algunos.

Cuando se negocian los commodities, se compran en una moneda y se pueden valorar al cambio del día de compra en otra moneda. Esto con el fin de aprovechar la tendencia de revaluación de un metálico el cual se va a renegociar esa materia prima en un futuro.

Así se puede comprar petróleo en dólares, para luego revenderlo en libras esterlinas o euros, dependiendo de las expectativas de precios y del riesgo que quiera correr el inversionista.

De esta manera, se combina la revalorización de un bien, con la de una moneda en particular. Es una apuesta que los inversionistas hacen hoy en día, que invierten a futuro en un materia prima y en una moneda, a la vez.

Al igual que casas de inversión se dedican al mercado de acciones, bonos y fondos de inversión, hay otras empresas que se especializan en el mercadeo de commodities.

El inversionista compra cantidades de petróleo, oro, entre otros, y la casa de inversión mantiene esa compra en sus depósitos (a veces virtuales), hasta que ese cliente desea venderlo.

En el caso del petróleo, esos inventarios se mantienen en depósitos en tierra firme, o en barcos fondeados en aguas internacionales, a la espera de mejores precios.

Los venezolanos

Si el venezolano promedio viviera en un país donde la industria petrolera no es estatal y no es un monopolio, estaría pendiente de las cotizaciones del petróleo en las bolsas. Sabría que si quisiera participar del negocio, debería comprar acciones a la baja, y venderlas al alza. Así ganaría dinero.

También, ese venezolano pudiera comprar los bonos que emitieran las empresas petroleras para financiar sus proyectos.

Sin embargo, la vinculación que los venezolanos tenemos con la industria petrolera es bien particular.

Conceptualmente, es de todos los venezolanos. Operativamente es del gobierno que administra y toma decisiones sin consultar a los teóricos accionistas, que somos los ciudadanos.

Si el petróleo sube, la mente de los venezolanos (acostumbrada por casi un siglo a vivir de una renta) aspira y espera que el gobierno reparta los beneficios. Si el petróleo baja, los venezolanos no podemos decir que invertiremos en un negocio distinto.

Cuando llega el momento de las vacas flacas, el venezolano ve los huesos. Cuando llega el tiempo de las vacas gordas, debe conformarse con los pellejos. En tanto el lomito se pierde en proyectos que probablemente no interesan y no reportan beneficio alguno.

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