Economía

¿Comprar acciones de Petrobrás?

A Carlos Mendoza Pottellá, fiel custodio del dogma puntofijista.

¿Siendo ambos hidrocarburos propiedad de la Nación (o sea de los venezolanos) por qué razón el gas es susceptible de apropiación privada y el petróleo no? Tratando de descifrar el origen de nuestras contradicciones, notamos que:

– Las definiciones sobre asuntos pretéritos, para los que existe una fórmula en la mente de la vieja izquierda, estarán afectadas por el lastre ideológico que las hace impermeables a cualquier racionalidad. El ejemplo más contundente entre nosotros es la gestión petrolera.

– En cambio los temas contemporáneos, sin anclaje en el pasado, gozan de “libertad ideológica”, es decir que estarán relativamente exentos de prejuicios, como lo ilustran los casos del gas y de Internet.

Según esta teoría, el tema petrolero está castigado aquí por haber nacido en la época dorada del dogmatismo marxista, que proveía de fórmulas infalibles y universales eximidas de todo análisis crítico. Según la Revelación – vigilada con celo por la misteriosamente esfumada Fundapatria – la explotación del recurso líquido está reservada exclusivamente al Estado y a los extranjeros, y vedada a sus propietarios.

El gas es libre

La inquisición ideológica no se ocupó del gas porque era un subproducto petrolero sin valor, que se quemaba. Si no hay aprovechamiento económico, no hay juego de poder, o sea no vale la pena activar sentimientos nacionalistas o estatistas. Afortunadamente el gas comienza a valer disociado del petróleo después del deshielo marxista, quedando excluido del Index. Así los ciudadanos podrán invertir en él y pronto veremos surgir una próspera y vigorosa industria del gas.

Internet pasa agachada

Según los viejos parámetros marxistas, Internet sería el instrumento del diablo en favor de la globalización, el pensamiento único, la ideología imperial capitalista y la destrucción de los valores locales. En Corea del Norte ha sido prohibida por el tremendo riesgo que significa para la cultura y la seguridad nacional. Sin embargo nuestra izquierda la acepta porque en la época de la Revelación no había Internet. Por ello no importa que un escolar de Elorza tenga libre acceso a la cultura universal sin la debida aprobación ministerial ni prueba de sujeción a nuestros valores autóctonos. El gobierno revolucionario está orgulloso del crecimiento del rubro telecomunicaciones (100% importado), pasando por alto la dependencia tecnológica y su carácter de instrumento de penetración de la otra revolución.

Los brasileños no tienen Fundapatria

Creada como empresa estatal, Petrobrás fue inscrita luego en las bolsas locales y de Wall Sreet por el ministro (hoy presidente) Cardoso, preservando el control del Estado con la mayoría de las acciones con voto. A partir de allí logra un extraordinario crecimiento basado en el aprovechamiento de los ilimitados recursos del mercado (o sea que con préstamos o aumentos de capital puede asumir todos los negocios rentables que se presenten), y en la liberación de las interferencias políticas en la gestión gerencial. Hoy Petrobrás está realizando un nuevo aumento de capital por 4,7 millardos de dólares, que le permitirá asumir nuevos proyectos (como el de la asociación con Pdvsa) sin distraer fondos a la inversión social.

Las inversiones de Pdvsa, en cambio, por salir del pote estatal, sustraen fondos a las de salud o educación, lo que limita su capacidad de expansión (como lo demuestran sus actuales dificultades para aumentar la producción) por lo que cede campo a sus socios OPEP y a sus propios competidores.

Ahora los venezolanos podremos invertir en nuestro negocio petrolero comprando acciones de Petrobrás. La bolsa brasileña mueve un promedio diario de 160 millones de dólares, y la venezolana menos del 1% de esa cifra. Pronto ambas bolsas se fusionarán y nuestros ahorros alimentarán la economía brasileña. Si Pdvsa (o sus filiales) estuviera inscrita en la Bolsa, nuestro mercado se multiplicaría por 20, revirtiendo la situación.

Mientras los venezolanos no resolvamos nuestros rollos mentales, tan sagazmente utilizados por el Presidente Chávez, nuestra economía seguirá atada al carro de quienes usan el cerebro para razonar, enriqueciéndose a costa de nuestra miseria.

Nota Bene. El artículo de Carlos Mendoza Pottellá (Venezuela Analítica, 6 de julio de 2000) “ELECAR, PDVSA: Globalización y Capitalismo Nacional” constituye una buena muestra del rollo mental que nos ata al subdesarrollo.

El estatismo de moda hasta los años 70 comenzó a declinar porque la nueva economía se apoyaba en la creatividad y en la iniciativa de los ciudadanos. La caída del Muro de Berlín fue un hecho económico más que político, puesto que la locomotora estatal estaba exhausta y ideas de democratización económica rebasaban las fronteras.

Europa desarrolla un eficiente proceso de asociación entre el Estado y la sociedad civil que marca la pauta de los nuevos tiempos ideológicos. El ocaso del puntofijismo es parte del mismo proceso modernizador, como se pondrá en evidencia al culminar la estrategia de diversión electoralista. El rechazo frontal nada menos que del Presidente Chávez y del Dr. Ciavaldini a la propuesta de Fundapatria de consagrar constitucionalmente el dogma puntofijista, que inaugura la posibilidad de abrir las filiales de Pdvsa al mercado, no fue un acto ocioso sino una jugada comprometida con futuro del proceso revolucionario, que solo cobrará sentido con la democratización del capital estatal. Se desconoce la interpretación de CMP sobre la vehemencia con que Chávez rechazó la propuesta puntofijista de Fundapatria, curiosa“revolución” que pretende dejar todo como está .

La interpretación sui generis de mi artículo “La Nacionalización de Elecar” por parte de CMP es otra muestra del sesgo dogmático que confunde nacionalización con estatización.

Mi propuesta de “nacionalización” de Elecar y de Pdvsa se refiere precisamente hacer partícipes a los ciudadanos de la propiedad de las acciones de las empresas. Durante años he venido proponiendo la creación por parte del gobierno de fondos de inversión con acciones de las empresas públicas y privadas para ser distribuidos entre los ciudadanos en forma de participaciones en fondos de pensiones, con el triple objeto de capitalizar equitativamente al pueblo, promover el mejoramiento de las empresas a través del mercado y provocar su despolitización, incentivando a los políticos a impulsar el crecimiento de las compañías cuyos accionistas son su votantes . Mi propuesta de asociación de Elecar con Cadafe por la vía del accionariado popular se orientaba en la misma dirección.

No hemos conocido posición alguna de CMP respecto a la democratización de la economía a través del mercado ni su propuesta alternativa.

En sus comentarios sobre el empresariado venezolano corrupto y amamantado por el Estado, pasó por alto justamente el caso Cavendes, el más reciente y expresivo de la larga cadena mencionada en su artículo. Tal omisión es significativa dado que la oficina de CMP en Fundapatria estaba ubicada en el propio Cavendes, de modo que – salvo conveniente distracción – fue testigo presencial del proceso que culminó con la precipitada mudanza de su oficina y el eclipse público de la institución de la que manifiesta sentirse orgulloso miembro. Debería aclarar públicamente su posición ante los hechos (que no son insinuaciones mías como sugiere en su artículo) que intenta encriptar con la frase “…El intento de vincular las posiciones de FUNDAPATRIA con las lamentables circunstancias que hoy afectan a su Presidente, es el producto de una maliciosa y chantajista generalización de problemas y responsabilidades individuales para intentar descalificar una opinión que no se comparte y frente a la cual no se tienen argumentos contundentes.” Con preferencia del método cartesiano sobre el cantinflérico, poco propicio a conclusiones válidas, CMP debería explicar con precisión y claridad cuál es la diferencia entre este caso y los largamente expuestos y calificados en su artículo ( La Inquisición, y luego el sistema político soviético, medían el comportamiento ético de los ciudadanos según su compromiso con el dogma oficial, ficción de justicia que presumimos superada).

Mientras no sincere su posición, la confianza en su institución y la credibilidad en los principios que defiende quedarán en entredicho.

Salvo que todo sea un autocomplaciente juego de espejos, sin relación con la realidad.

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