Economía

Conseguir comida, una odisea en Venezuela

Hoy, cuando se cumplen once años de la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, muchos de quienes lo han apoyado desde entonces recordarán la efeméride con desencanto. Es que para comprar los productos de la canasta básica, además de dinero, necesitarán una triple «T»: tiempo, tolerancia y tesón.

Y eso que el ciudadano bien podría sentirse amparado por el Indepabis (Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios), vigente desde abril de 2009. Pero la realidad es menos ambiciosa que el nombre. Mientras que este organismo se hace visible en las fajas que previenen al consumidor de que determinada rebaja de precios o «liquidación» está autorizada, escasa o nula es la presencia del magnánimo Indepabis a la hora de protegerlo frente a la remarcación de precios y la escasez de mercaderías.

Como viene sucediendo desde hace tres años, en Venezuela lo más básico es lo más difícil. Leche en polvo, azúcar, café, aceite, atún, pollo, arroz y harina de maíz para hacer arepas (el típico bollo local) son tesoros de la corona. Y por dos razones. La primera, porque después de la devaluación del mes pasado esos alimentos tienen precios «de joyería», según dice Lourdes, un ama de casa de clase media baja, que empeña tres horas diarias para ir de «cacería» alimentaria.

Desde una fila frente a un puesto de legumbres y especias en el mercado popular de Quinta Crespo, en pleno centro de Caracas, esta mujer de 50 años y abuela de tres nietos, envuelta en el olor de la canela que inunda el negocio, define con rabia contenida que «los productos básicos, cuando los encuentras, están sólo para los reyes del Gobierno o los escuálidos (oligarcas) de siempre». Ésta es la segunda razón y, además, una simplificación por parte de esta consumidora que, a lo largo de once años mostró fidelidad al chavismo y ahora se encuentra confundida en sus lealtades frente a la suba del 50% en los precios. «Chávez nos está escualizando la comida», dice con tristeza. ¿Lo votaría en la próxima? «No lo sé», contesta a esta enviada.

Las joyas alimentarias también entran en una nebulosa cuando deben ser vendidas a los pobres. Si bien Venezuela tiene memoria de precios máximos desde hace décadas, en los últimos tres años el Gobierno de Chávez pisó la suba de los productos y generó escasez y especulación. Los productos desaparecieron de las estanterías y sólo se corporizan en el mercado negro o en algún mercado controlado por el Estado, como los Mercal y Pdval (que depende de la petrolera PDVSA, como todos los emprendimientos sociales de Chávez).

Según Enrique Cisneros, dirigente barrial de la Zona 6 del Barrio José Félix Rivas en el Petare, los productos llegan a los Mercal y Pdval por «olas». Una manera de tener «calmado» al soberano. Pero con una particularidad, señala Cisneros. «Los mercados del Gobierno están en la zona baja del Petare», y cuando la gente desciende de los altos en las laderas, lo hace en camino al trabajo y a la hora de regreso ya están cerrados», señala. Es, sin duda, un problema de logística para el Petare, el barrio o villa miseria más grande de Sudamérica, donde vive 1,5 millón de personas, y más de la mitad lo hace en lo alto de los cerros.

Eso no es todo. Cuando aparecen los productos difíciles, como son hoy el azúcar, la leche en polvo o el pollo, los despachantes obligan al consumidor a que compre, además, otros. «Y entonces, terminas llevándote algo que te impone el Gobierno, que ahora hasta te obliga a gastar más», relata Cisneros, de quien no se precisa aclarar que no es un dirigente barrial afecto al chavismo.

En las cadenas de supermercados para la clase media, como son CADA, Central Madeirense, Plaza y la malograda Éxito (recién estatizada), varios de los productos básicos aparecen expuestos desprolijamente en las góndolas. Es que, para evitar las sanciones del Indepabis y del Seniat (equivale a nuestra AFIP), los supermercadistas ofrecen arroz, harina de maíz y azúcar importada por el Estado y ajustada a los precios máximos. La leche en polvo brilla por su ausencia, como también los productos argentinos, que todavía no han llegado o no van a llegar. La invasión brasileña se ve en las latas de atún (a precio máximo), en la carne vacuna y en los productos de tocador.

Así, a once años de la llegada de Chávez al poder, los productos de la canasta básica no son tan bolivarianos. Como tampoco, pareciera, quienes los consumen.

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