Economía

Controles regresivos: pierden los más débiles

(%=Image(1596211,»L»)%)Una nota de prensa de El Universal de fecha 8 de marzo de 2007, titulada “Control de precios de la carne obliga a pequeños comerciantes a cerrar comercios” comentaba textualmente:

“Un desplazamiento de la venta de carne de los mayoristas hacia las grandes cadenas ha observado Asofrigo, debido a que los pequeños comerciantes no pueden vender productos bovinos a los precios de regulación

Gonzalo Azuaje, presidente de Asofrigo dijo que un gran número de carnicerías no están aceptando carne.

Explicó que el comercio detallista de la carne en Venezuela está distribuido de la siguiente forma: 60 por ciento está en manos de detallistas, carniceros, abastos y mercados populares y 40 por ciento está en las cadenas de supermercados.

Dentro del 60 por ciento hay un margen alto de pequeños comerciantes con costos fijos que aducen que no pueden comerciar con los precios regulados, por esto han cerrado sus comercios.

Sin embargo, Asofrigo ha observado que la carne que antes se disponía a estos vendedores está siendo absorbido por las grandes cadenas que pueden vender a pérdida.”

A continuación realizaremos algunas consideraciones en este tenor, pretendiendo simplemente colaborar en una discusión que debió desarrollarse previamente a la aprobación de los sucesivos controles y regulaciones.

Desarrollo:

Los controles de precios sobre los alimentos y específicamente sobre la carne, así como la aprobación de mecanismos de enforcement como la Ley contra el Acaparamiento, constituyen estructuras regulatorias altamente regresivas sobre la oferta, mientras que no garantiza necesariamente que aquellos con menor capacidad de compra sean los exclusivos beneficiarios.

Este tipo de situaciones se producen cuando no se realizan análisis generales de los efectos de las regulaciones y en el mejor de los casos solo se considera el efecto parcial. Deben realizarse los debidos análisis de coste-beneficio a las políticas públicas que serán instrumentadas, de lo contrario se “pilota” sin instrumentos de vuelo, imprimiendo incertidumbre y minando la efectividad de las políticas públicas.

En este sentido existen dos cuestiones complejas y determinantes en el buen funcionamiento del sector de comercialización de alimentos una vez que se pretende aplicar regulaciones como controles de precios y su respectivo instrumento coercitivo de seguimiento y cumplimiento (la Ley contra el Acaparamiento). La primera cuestión, previa a cualquier acción pública, pasa por entender que partiendo del hecho de la capacidad competitiva del mercado, deberá garantizarse un equilibrio entre la entrada de competidores, la competencia y las externalidades de saturación. La segunda cuestión, mucho más importante en el caso de los instrumentos de control aplicados en Venezuela, es la necesidad de estimar y considerar el detrimento que sobre el mercado “de proximidad” produce la regulación, y los “escasos” efectos que sobre el mercado de aprovisionamiento tendría (especialmente en el segmento de los hipermercados).

Primera cuestión:

Sobre la primera cuestión, debemos decir que en aquellos mercados potencialmente competitivos, aun cuando se caractericen por monopolios locales o establecimientos con poder local de mercado la entrada de nuevos competidores imprime fuerzas e incentivos competitivos que presionarán hacia la reducción de precios y el mejoramiento de la calidad prestada en el servicio de comercialización. Sin embargo, resulta justo advertir que lo anterior no significa que lo ideal es una atomización perfecta en el sector de los comercializadores. La aseveración anterior se baja en el hecho de que los costos fijos, de instalación y entrada, podrían ascender a un nivel tal -una vez llegados a cierto nivel de entradas de nuevos competidores- que los beneficios derivados de la reducción de los costos transaccionales por parte de los consumidores no llegara a compensar el incremento de los primeros. En la situación anterior la sociedad en su conjunto perdería. Esta advertencia no resulta baladí, si consideramos que representantes del Ejecutivo y del Legislativo podrían tener en mente sustituir a la tradicional estructura de comercialización, por una estatizada tipo MERCAL. Al menos en teoría, una situación de entrada motivada por las ganancias que podrían extraer del mercado no considera los efectos negativos o externalidades negativas de los entrantes sobre los instalados. Esta situación podría maximizarse en el caso del Estado empresarios-comercialización, ya que este motiva sus acciones por el éxito político o la resonancia mediática de sus acciones públicas, y no necesariamente por su eficiencia económica del gasto social.

Segunda Cuestión:

La segunda cuestión se relaciona mucho con la anterior en el sentido de que una regulación de precios produce efectos distintos dependiendo del agente comercializador que se trate. En específico la política de controles de precios y la aprobación de mecanismos de seguimiento y cumplimiento (Ley contra el Acaparamiento), generan distorsiones en los mercados “de proximidad” y podría estar generando algunos menores en los mercados “de aprovisionamiento”.

Existen dos tipos de mercados de comercialización de alimentos, el primero “de proximidad” se refiere a aquel tradicional, situado en zonas céntricas o urbanas, direccionadas a satisfacer la necesidad de compra de ciertos productos puntuales y en bajas cantidades. La periodicidad de este tipo de consumo resulta alta, toda vez que refleja las necesidades del “día a día” o de aquellos individuos que no teniendo mucho tiempo para ir de compras compra lo estrictamente necesario cerca de casa o del trabajo. El segundo mercado, el mercado “de aprovisionamiento”, se caracteriza por una oferta de establecimiento de gran metraje, localizados en la periferia por lo general (los hipermercados) o igualmente céntricos (los supermercados). A su vez, este tipo de establecimiento oferta a una demanda con capacidad de compra por volúmenes y con capacidad de desplazamiento. Lo anterior, caracteriza a la demanda como una con cierto nivel socioeconómico, de buena renta y nivel patrimonial (por lo general con vehículos para trasladarse a la periferia urbana).

En el caso de los establecimientos comerciales que suplen al mercado “de proximidad”, podemos diferenciar a los pequeños, medianos y tradicionales como los abastos, las bodegas, carnicerías, charcuterías, etc., y los supermercados, ubicados de igual manera en los centros urbanos. Sin embargo, el supermercado compite tanto en el mercado “de proximidad” de compras menores, como con el mercado “de aprovisionamiento”.

(%=Link(«http:/media/7301823.doc «,»Bajar tabla de controles regresivos»)%)

(*)Economista UCV.

Master en Economía Industrial.

Especialización en Economía del Sector Telecomunicaciones.

Especialización en Economía del Sector Energía.

Especialización en Economía del Sector Transporte.

Especialización en Economía del Sector Farmacia.

Universidad Carlos III de Madrid.

Programa Avanzado en Política de Competencia.

Instituto de Empresas.

Instituto de Estudios de Economía Aplicada España.

Experto-consultor en Derecho y Economía de la Competencia y la Regulación Económica.

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