Economía

Cuando nadar en billete no es bueno

Una de las cosas que más le cuesta entender a la mayoría no familiarizada con la economía es el hecho de que más dinero circulando por la calle no siempre es bueno. La gente suele asociar más dinero con mayor capacidad para adquirir bienes y servicios. Esa intuición se corresponde más con el valor del dinero en términos reales. Según esta idea, lo que se debería entender por “dinero” no son las monedas y los billetes, meros cupones intercambiables por otras cosas que sí se pueden consumir; “dinero” es lo que se puede comprar con el dinero.

Todo esto viene a colación a raíz de que la cantidad de dinero circulante en Venezuela ha crecido 58%, 49% y 45% en los últimos tres años. Ese gigantesco incremento en los cupones que sirven como medios de intercambio no se ha visto acompañado por un incremento similar en los bienes y servicios, es decir, en el número de cosas que se intercambian por esos cupones.

¿Por qué en Venezuela la cantidad de dinero crece a un ritmo que no guarda relación con la cantidad de bienes producidos? Aquí se da la particularidad de que la mitad de los ingresos públicos se producen en dólares. El gobierno cambia en el Banco Central de Venezuela (BCV) esos dólares por bolívares y los gasta: paga sueldos de maestros, franelas rojas, misiones, propaganda electoral, seguro social, etc. Los receptores de estos fondos salen de inmediato a intercambiarlos por bienes y servicios. Si el dinero crece a tasas mayores que la producción aparece el fenómeno de la inflación (27.1%, 19.2% y 15.8% en 2003, 2004 y 2005 respectivamente).

Hay varias maneras enfrentar este problema. Una forma consiste en dejar parte de esos dólares en el exterior. Así se creó FONDEN y se le dotó con una cantidad de dólares que lamentablemente hay que estimar (porque no se sabe) entre 6.000 y 9.000 millones de dólares. Otra forma consiste en salir a recoger los bolívares una vez que han salido a la calle. Para esto hay dos modalidades. La primera es vender dólares baratos para importaciones y fugas de capitales (repatriaciones de dividendos). Después de todo, para comprar dólares hay que entregar bolívares, sacarlos de circulación. Así, las importaciones venezolanas se han triplicado y totalizarán este año más de 30.000 millones de dólares. Así también, en medio del control de cambio, la acumulación de activos privados en el exterior totalizó durante los tres primeros trimestres 4.270 millones de dólares.

La segunda modalidad es poner al BCV a emitir papeles de corto plazo para recoger bolívares. Al cierre de Octubre la cantidad de dinero recogida por el BCV con papeles de corto plazo equivale a 140% del total de monedas y billetes existentes (había comenzado el año en 61%) ¡Y con todo y eso la liquidez ha crecido 45%! Esos títulos vencen en 60 días, y para evitar que crezca la cantidad de dinero, hay que volverlos a emitir, esta vez por una cantidad superior, equivalente al principal más los intereses vencidos. Así, esta bola de nieve sigue creciendo hasta que explota.

¿Y qué pasa ese día? Argentina vivió algo similar en 1989, culminando en un episodio de hiperinflación. En Venezuela ocurrió una situación similar en 1994-1996, que desembocó en inflaciones consecutivas de 100% y 70%. Detrás de estos episodios hay un elemento común: La cantidad de dinero crece a tasas muchos mayores que la cantidad de bienes y servicios. Los precios del petróleo y la alcahuetería del BCV acaso hayan logrado disimular esta peligrosa realidad, pero los números están allí, en www.bcv.org.ve, Información Estadística, Estados Financieros del BCV, Balance General Mensual. O por lo menos ahí estaban la semana pasada.

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