Economía

Debate político y debate económico

No sabemos qué tipo de contienda electoral tendrá lugar este año, como
miras a la elección presidencial de diciembre. Ignoramos si el nuevo CNE
cumplirá las condiciones que una parte importante de los actores
políticos plantea como necesarias para postular y mantener candidaturas
y restablecer el alto grado de confianza que alguna vez tuvo el proceso
eleccionario. Pero si ello ocurriera, es indudable que durante la
campaña, se enfrentarán dos visiones distintas sobre el desarrollo del
país.

La del chavismo probablemente intente definirse como una de avance
socialista (s. XXI) frente al capitalismo nacional e internacional, como
anti-norteamericana y a favor de los pobres. Sin muchos cambios de
sentido, aunque probablemente sí de acento, respecto a lo que ha sido
hasta ahora una permanente campaña en favor de su revolución. Con altos
precios del crudo, el régimen tendrá mucho para gastar y proclamar que
cualquier otro camino liquidaría los programas sociales (misiones) y
entregaría el país a los viejos «dueños», los partidos, empresarios y
gringos. Como le es usual, este «mensaje» se complementaría con
improperios, insultos, descalificaciones y otras mañas contra la opción
opositora. Es tentador intuir que el gobierno dirá cosas como que la
economía nunca ha marchado mejor y jamás gobierno alguno había hecho
tanto por el pueblo.

A esta mezcla de slogans, mentiras y medias verdades, tendrá que
enfrentarse la alternativa que presente la oposición. Y tendrá que
hacerlo con coraje y solidez, con lucidez y en conexión con el
sentimiento del país. De ocurrir, tendrá todos los rasgos de una lucha
titánica entre personajes, con mucha emoción y fuerza. Y con un país
atento y listo para examinar, a excepción de los fanatizados de lado y
lado, las propuestas concretas. En este terreno, básicamente, cada
candidato tendrá que demostrar que lo puede hacer mejor para la mayoría
de los venezolanos. No solo con consignas, sino con ideas y capacidad
para emprender la acción de gobierno y hacer las reformas estructurales
que necesita la nación.

¿Qué va a decir el discurso opositor? Sin tener idea de lo que
seguramente tiene lugar en las instancias correspondientes a cada figura
que se ha perfilado hasta ahora como probable contendor, es indudable
que lo económico debe tener un lugar prioritario. Para el chavismo, la
dimensión política es lo fundamental, y las otras, sus subordinadas.

Queriendo decir que lo social y lo económico están supeditados a los
objetivos de la revolución, la cual está por encima de todo. Yo opino
que estas dimensiones deben estar armonizadas, no subordinadas entre sí,
y que si bien existe una polémica crucial entre democracia y monocracia,
esta no debe arropar el debate entre fórmulas alternativas de
organización y políticas para generar progreso económico y social.

A este respecto, es muchísimo lo que puede plantearse, partiendo de un
simple reconocimiento: que el país podría estar mucho mejor en los pocos
terrenos en que el régimen ha alcanzado algún avance, y podría estar
aliviado de muchos de los males y carencias que lo aquejan en otros
múltiples aspectos. Por ejemplo, podría tener un sistema de seguridad
social, de pensiones y jubilaciones decente, con fondos que estuvieran
movilizando para provecho de todos el inmenso caudal de ahorro que puede
generar la masa trabajadora. Podría estar produciendo más petróleo y más
ingresos. Podría tener mucho más empleo digno y seguro, con respaldo
institucional, y productivo. Podría tener mejores y más carreteras y
autopistas, escuelas y hospitales, puertos y aeropuertos y viaductos.

Pudieran construirse de 3 a 4 veces más viviendas por año que lo hasta
ahora promediado por el régimen.

Pero el país no estará mejor mientras los jefes del régimen actúen como
si fuera preferible desatar tormentas políticas con el exterior y en lo
interno, a propiciar un clima de armonía y colaboración que favorezca la
inversión y el comercio, el empleo y los salarios. O perseguir la
protesta y la crítica en lugar de oír los planteamientos creativos y
procesar las demandas de los humildes y clases medias. O manejar los
dineros públicos sin criterio de rendimiento y sin control, en vez de
someter a escrutinio y examen objetivo los proyectos y programas porque
sólo así se pueden tomar previsiones a tiempo, introducir los
correctivos y seleccionar los mejores.

La justicia social no se logra con proclamas ni gestos grandilocuentes,
sino con trabajo sistemático, programas bien armados y fondeados, con
crecimiento fundado en bases sólidas y no en coyunturas rentísticas
favorables. Con una gerencia pública eficaz sujeta a control democrático
y rendición de cuentas que evite el despilfarro y la corrupción.

La bonanza petrolera y el enorme grado de estridencia en lo político,
han dejado bien de lado al debate económico durante los últimos tiempos.

Se olvida que las oportunidades perdidas son tanto o más costosas que
las malas inversiones, y que por abundante que pueda parecer la renta
petrolera, siempre será insuficiente para atender todas las necesidades
sociales si la producción de valor agregado no es emprendida en los
demás sectores para multiplicar la capacidad de empleo y producción. Es
inevitable que en esta economía del reparto la mayoría se quede sin
acceso a la piñata; siempre, por cada uno que llegue a conseguir algo en
la mano, habrá al menos otro que siga sin nada y… sin derecho a
pataleo.

Ojalá que de darse esta contienda política, como debiera ser en
condiciones de equidad, transparencia y confiabilidad, el tema económico
ocupe el lugar que le corresponde en el debate nacional. Y quede así en
evidencia la enorme distancia que separa lo que se promete, lo que se
hace y lo que pudiera hacerse en beneficio perdurable de la población.

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