Economía

Deflación y crisis bancaria

Antes de hacer el preámbulo, déjenme decirles que no es intención mía
causar alarma en Venezuela, anunciando una crisis bancaria; simplemente, no hay
ningún país inmune, y cualquier mala praxis económica puede provocarla.

Ahora sí entremos de lleno en el tema que nos interesa. El presidente
estadounidense George W. Bush (hay quienes le critican su baja
inteligencia) se equivocó durante su visita al Japón, y cuando quería decir «deflación»,
dijo «devaluación», provocando un pánico y una caída temporal del yen
japonés. Alguien preguntará sobre la palabra «deflación» y su
significado. A eso vamos ahora.

Es muy conocida la palabra «inflación», aunque muy pocos conocen su
verdadero significado. Ya vemos que contiene la misma raíz que
«deflación», o sea, «-flación», acompañada con un prefijo. Si inflación es el aumento
general y sostenido en el nivel de precios, deflación es lo contrario, o
sea, una disminución general y sostenida en el nivel de precios.

El Japón sufre una deflación, al igual que la Argentina hasta hace dos meses.

Y para decepcionar a todos a quienes nos han metido un tremendo
miedo a la inflación, pues la deflación es mucho peor. La deflación es el
verdadero infierno. En un ambiente deflacionario, casi todos sufren y se
desesperan.

En un ambiente deflacionario, casi seguramente se producirá una crisis
financiera. Allí los cerebros de los bancos y de las autoridades
respectivas ya no funcionan. Uno puede tener doctorado y 20 años de
experiencia en banca privada y central, pero no rinde nada, salvo para
posponer la caída final, o sea, el cierre de puertas definitivo.

La deflación y el ciudadano común

Cuando hay una deflación, los precios van a la baja. Por lo tanto, a
Usted ya no le interesa comprar bienes duraderos porque ya no son depósitos de
valor. Como Usted no compra, y más bien trata de vender lo que tiene
antes de que valga menos, todos los otros habitantes hacen lo mismo, y acentúan
el ritmo. Hay una gran destrucción de riqueza y fortunas, grandes y
pequeñas.

Las quintas del Country Club valen menos, y los ranchos de La Dolorita de
Petare también. Si el campesino vendió su maíz en la cosecha anterior a
Bs. 200 el kilo, en la siguiente lo hará a Bs. 100, pero cuando sembró usó
insumos que cuadraban para un precio de venta de Bs. 200, así que perderá
dinero; el mismo caso aplica para el fabricante de cualquier bien. Al
comerciante le pasará igual; si ahora compra una camisa a Bs. 5.000 para
venderla a Bs. 8.000, con una deflación la comprará a Bs. 5.000 y la
venderá en Bs. 4.000, y lo debe hacer pronto, porque su nuevo costo ya es de Bs.

3.500. Por lo tanto, nadie tiene prisa en comprar nada, porque mañana
costará menos, y esa debilidad en la demanda deprime los mercados más y
más.

Es como echarle más gasolina al fuego.

Y esa debilidad de la demanda y la economía hace crecer el desempleo.

Entonces, mi amigo lector, imagínese Usted sin trabajo, vendiendo sus
bienes de valor antes de que valgan menos. Usted tendrá cada vez menos razones
para mantenerse atado a su país o su ciudad o casa. Cada día tiene menos
razones materiales que lo aten a su terruño. El desespero crecerá y
muchos terminarán emigrando.

Esas son las razones (junto a las guerras) por las cuales, en la primera
mitad del siglo XX emigraron muchos europeos, beneficiándose con esa gente
los países americanos (Argentina, Venezuela, Brasil, Estados Unidos, etc.).

Si hay inflación, los bienes suben de precio (Usted lo atribuirá a su
sabiduría y buen sentido económico) y uno se ata más al país. Si hay
deflación, hasta las esperanzas de vida se pueden esfumar.

La deflación y la banca

Es imposible que haya una deflación que no afecte a la banca. Si la
clasificáramos, tendríamos tres categorías: 1) mala, 2) muy mala, y 3)
cerrada (quebrada, intervenida, etc.).

La deflación comenzaría afectando a la banca, no solamente como un reflejo
de la economía general, sino también por efecto directo de la baja de
precios.

Comúnmente, los bancos conceden créditos sobre garantías reales.

Supongamos que Usted desea pedir un préstamo por Bs. 60; si cumplieran con los
reglamentos, le pedirán, por ejemplo, una garantía real (inmueble, objeto
de valor, etc.) de Bs. 100. Cuando hay inflación, ese bien aumentará a Bs.

150, 300 ó 500 en un plazo relativamente corto, así que será fácil pagar
el préstamo (si obviamos los intereses). Pero cuando hay deflación, ese bien
pasaría a costar Bs. 50, además de que costará venderlo (no tiene
liquidez), y con los intereses (estamos siendo injustos y muy simplificados), el
préstamo original de Bs. 60 ahora puede estar en unos 70, así que a Usted
le conviene entregar el bien (sale mejor que lo embarguen a uno), porque
después de todo, el dinero Usted lo agarró completo, y la garantía ahora
vale menos.

El banco, a cambio de entregar dinero, recibe cemento, hierro y vidrio (si
fuera una casa) que no puede convertir a dinero con facilidad, y si lo
hiciera, recuperaría menos de lo que entregó, es decir, estaría haciendo
un malísimo negocio, porque estaría incurriendo en pérdidas. También puede
recibir una empresa quebrada (o una granja, o animales que hay que
alimentar) o algún bien para administrar.

Y si un banco tiene pérdidas, quien pierde dinero es el depositante
(además del banquero), por lo que todos trataremos de retirar el dinero y se
producirían corridas en los bancos a cada rato (no en todos al mismo
tiempo, salvo que la economía sea relativamente pequeña, que en ese caso sería
casi total y rápida).

Deflación e ideología

Muchas veces un grupo de personas solemos aceptar o rechazar algo
simplemente porque la ideología lo impone. Por eso, desde que Milton
Friedman y los monetaristas atacaron el nacimiento de la inflación en
Estados Unidos, muchos llevaron esas ideas a los extremos, a tal punto de
propiciar medidas deflacionistas. Es éxito o fracaso de un banco central
y de un gobierno no se medía en el crecimiento económico, en ganancias o
pérdidas, ni en ningún otro indicador más tangible, sino por el índice
inflacionario.

Como en las décadas de 1960 y siguientes los países que tenían altas tasas
inflacionarias eran los socialistas y los populistas, mientras que los
países con gobiernos más derechistas (y también los más comunistas) tenían
la inflación bastante controlada.

Como las políticas más derechistas se cree que benefician a los ricos,
banqueros, y poderosos, hay muchos que adoptaron esas ideologías y las
respaldaron completamente, a ciegas. Por eso, es raro y extraño que un
banquero o un financista apoyen medidas deflacionarias, cuando los
primeros y más perjudicados serían ellos. Alguien lo denominaría «autosuicidio
atípico».

Uno debería respaldar lo que se supone lo favorece. Por ejemplo, es
lógico y justo que un banquero apoye la libre empresa, el respeto a la propiedad privada, y las que favorecen al sector económico específico donde más se
mueve (o las que favorecen a la casi totalidad de la economía), pero
¿respaldar a lo que me hace daño? No es lógico. Es como financiar a mi futuro asesino.

Simón Saba (*)

(*) Economista.

E-mail: [email protected]

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