Economía

Del petroestado a la Venezuela Petrolera

¿Qué pasó con la discusión sobre la ley de hidrocarburos?

Una de las cosas que más preocupa en la actualidad, es el silencio que ronda sobre el Proyecto de Ley de Hidrocarburos. Hasta la fecha el Gobierno Nacional no ha emitido señal alguna al respecto. En reciente entrevista hecha por el Universal al Ministro de Energía y Minas (MEM), Alvaro Silva Calderón, se mostró evasivo sobre el asunto. ¿Cuál es el estatus del Proyecto de Ley? ¿Qué comporta el hermetismo sostenido por el MEM sobre el tema?

En primer término, da la impresión que se ha materializado un secuestro de la discusión sobre el Proyecto y su consecuente cristalización en la Ley. El proceso legislativo sobre una ley de tanta trascendencia para la sociedad venezolana ha sido usurpado por el Ejecutivo Nacional. El actor conveniente para adelantar este proceso, como todos los legislativos, es la Asamblea Nacional (AN) y el espacio pertinente es el foro legislativo. El resto de las instancias gubernamentales, incluyendo el MEM, son de naturaleza asesora en materia de formulación de leyes. El vicio de la usurpación de roles, propio de gobiernos anteriores, pareciera no ser muy distintos en éste.

Otrora, la discusión legislativa era secuestrada por el Congreso Nacional. Se obviaba la participación de las fuerzas vivas de la sociedad y de los cuerpos colegiados y asesores, tanto del sector público como privado. Ahora la situación hace pensar, que la monopolización ha sido asumida por el Ejecutivo Nacional. Cabe destacar, que la Ley Habilitante, otorgada por la AN al Ejecutivo, lo responsabiliza por el estudio, elaboración y sanción de CUARENTA LEYES ¿Cuál es entonces el rol del Poder Legislativo nacional? ¿No fueron acaso electos los diputados para legislar?

El cronograma oficial de la Ley Habilitante, estipula que para el 25 de junio del presente año debería estar sancionada la nueva ley de hidrocarburos, la cual sustituirá al excelente instrumento jurídico representado en la ley de 1943. ¿Será suficiente tan corto lapso para la discusión, en coordinación con todas las fuerzas vivas de la sociedad interesadas en el tema, de una ley que regirá el principal negocio que sustenta a la nación?

El Gobierno Nacional, y la elite política que ha contenido en los dos últimos años, tiene antecendentes de cuidado por cometer arbitrariedades en el ejercicio legislativo. Todavía a la fecha, no se sabe cual es el texto constitucional que rige al país. Está más que demostrado que los textos del proyecto constitucional fueron alterados poco antes de ser sometida al Referéndum Aprobatorio, del eternamente lamentable 15 de diciembre de 1999. Todavía quienes nos preocupamos genuinamente por el país, estamos esperando que estas aberraciones jurídico-políticas se aclaren. También estamos esperando por el CNE del famoso Sentei del ¡28! ¡el 28!… rinda cuentas de los dineros malgastados y dilapidados de aquella coyuntura electoral. Esto, sólo por nombrar un par de cosas.

Un modelo alterno

En principio la nueva Ley de Hidrocarburos debería ser asumida como una oportunidad de reestructuración, no sólo del marco jurídico que rige al negocio sino –y más importante aún- de las valoraciones conceptuales con las cuales la nación se aproxima al asunto petrolero. La nueva Ley debería comportar, en lo que a su espíritu se refiere, un marco conceptual que coadyuve al desmantelamiento progresivo del Estado todopoderoso. En tal sentido, este novel cuerpo doctrinario debería sentar las bases para que pasemos del petroestado a la Venezuela petrolera.

Hasta ahora, lo que hemos tenido los venezolanos es un Estado empresario, desligado de sus verdaderas funciones y responsabilidades sociales, uno que ha encontrado en el negocio petrolero su fuente independiente de ingresos, lo cual le ha permitido actuar permanentemente al margen de la sociedad, sin control y en uso de una discrecionalidad excesiva que le hecho profundo daño a las posibilidades de crecimiento económico y de bienestar del país.

Por ello, en principio, la Ley de Hidrocarburos debería separar la propiedad de los yacimientos de hidrocarburos de la actividad petrolera, en todas sus instancias. No necesariamente, quien es propietario de algún bien tiene por que ser su administrador o único usuario. En el caso de los recursos petrolíferos y de gas del país, la nación puede conservar la propiedad sobre los yacimientos y permitir una mayor participación de los sectores privados nacionales e internacionales en la explotación, procesamiento, transporte y comercialización de los hidrocarburos.

Esto, además de contribuir con la dinamización de la economía, podría reportar mayores ingresos fiscales para el Estado, mayor eficiencia y productividad en la ejecución del negocio, menor discrecionalidad por parte del Estado sobre la administración de los recursos nacionales, y mayores posibilidades de una verdadera redistribución de los dineros generados por el negocio petrolero, entre los venezolanos.

Asimismo, la ley podría generar un marco jurídico que permitiera:

Una mayor y creciente participación de privados nacionales e internacionales en todas las instancias del negocio petrolero y energético nacional. Aun cuando lo ideal sería la privatización de la industria petrolera nacional, PDVSA podría mantenerse como propiedad de la nación, pero acompñada en el negocio de otras compañías privadas que compitieran con ella en igualdad de condiciones. La competencia, garantizará el esfuerzo del Gobierno Nacional por que su industria mantuviera la competitividad o, en su defecto, la toma de conciencia sobre una mayor productividad en la explotación de los recursos petrolíferos del país, si son administrados por privados

La compra de acciones de PDVSA por parte de todos los venezolanos y extranjeros. De mantenerse la propiedad estatal sobre PDVSA, esta podría liberar un número determinado de acciones para ser adquiridad por sus propios empleados y por privados. Las acciones de la compañía petrolera estatal, colocadas en el mercado de valores, podrían impulsar el financiamiento de la industria sin necesidad de apelar al endeudamiento externo. Se presume que los recursos para triplicar la producción petrolera venezolana en los próximos veinte años, rondan los 210 mil millones de dólares.

Recursos provenientes del sector privado nacional o extranjero, podría liberar al Estado de esta enorme erogación y, de tal forma, tendría mayores recursos disponibles para las acciones que le son propias en materia de educación, salud, asistencia social, seguridad ciudadana, defensa, etc. En la actualidad, los venezolanos y ciudadanos de cualquier nacionalidad, pueden adquirir acciones de las grandes corporaciones petroleras –Chevron, Mobil Exxon, etc.- en los mercado de valores globales. Esto, de ninguna manera ha sido lesivo para el control sobre la empresa por parte de sus propietarios, no ha lesionado la soberanía nacional de sus países y, por el contrario ha significado un mecanismo efectivo de financiamiento para estas empresas.

Adicionalmente, como ya se señalado en distintas oportunidades, parte de los ingresos que obtenga el gobierno venezolano por la venta de acciones de PDVSA, podría servir para pagar parcial o totalmente la deuda pública externa. La cancelación de esta significativa deuda –US$ 32 mil millones, aproximadamente-, liberaría al Estado de una pesadísima carga y tendría mayores recursos disponibles para abordar el gasto público nacional.

La disminución o eliminación de la regalía. El manejo adecuado de estos instrumentos, podría contribuir a la expansión de la industria petrolera nacional y al estímulo de la disponibilidad de inversiones privadas en el sector. Se calculan en unos 70 mil millones de dólares, los capitales venezolanos que se encuentran en el extranjero, propiciando el desarrollo de empresas en otros países del mundo. El asunto de la regalía es en la actualidad, más que una necesidad real del Estado para la generación de recursos, la praxis de una herencia colonial que se niega a bandonar por comodidad fiscal. Como he señalado en otras oportunidades, la industria petrolera nacional ha sido durante unas 8 décadas el negocio de gobernantes, elites políticas y partidos de turno. La redistribución que del ingreso petrolero ha hecho el Estado venezolano durante todos esos lustros, no es de ninguna manera representativo de los ingentes recursos que le han ingresado a la nación. El mejoramiento que en determinado momento vivió la educación en el país, las mejoras de las condiciones sanitarias nacionales, la erradicación de enfermedades epidémicas, la modesta industrialización, entre otras cosas, de ningún modo justifican ni traducen los cientos de miles de millones de dólares que las clases políticas venezolanas han manejado en las distintas épocas de la actividad petrolera en venezuela.

Agudizar la acción impositiva y supervisora del Estado ante las nuevas empresas operadoras del negocio petrolero en el país. El Estado venezolano, no solamente estimulará la participación de privados en el negocio petrolero nacional –aguas arriba y abajo-, sino que también fortalecerá su acción impositiva, para evitar las irregularidades que en pasado cometieron las corporaciones petroleras transnacionales, cuando eran operadoras en el país. En la actualidad el país tiene la capacidad de desarrollar una cultura fiscal cierta, capaz de pechar oportuna y efectivamente a los contribuyentes, naturales o jurídicos. Todos recordamos los excesos y las evaciones impositivas en los cuales incurrieron las corporaciones petrolera multinacionales en las primeras décadas de la explotación petrolera. No obstante, es conveniente destacar que los mismos fueron producto en buena medida de la permisividad de las elites gobernantes. Es todavía insumo de la memoria, la Compañía Venezolana del Petróleo (CVP), la cual funcionaba con la proteccción del dictador Juan Vicente Gómez. La misma recibía las concesiones para exploración y explotación petrolera del Ministerio de Fomento. Una vez adquiridas, las transfería a las multinacionales y, sin haber llegado a producir una sola gota de crudo, contribuyó sustancialmente al engrosamiento del patrimonio personal del dictador.

Gumersindo Torres, quien fuera en dos oportunidades Ministro de Fomento del régimen de Gómez, señaló en alguna oportunidad que hubiera sido preferible no haberle cobrado la regalía e impuestos a las compañías petroleras extranjeras que haberles exonerado los impuestos de importación a los insumos que empleaban para sus actividades en el país. Las exoneraciones que inicialmente estaban limitadas para los equipos y demás enseres para las acciones de exploración y explotación –y otras instancias del negocio-, terminaron amparando los bienes más ajenos a la industria que uno se pueda imaginar –licores, vehículos personales, exquisiteces gastronómicas, etc.

En la medida que se desarticule el Estado todopoderoso, dependiente de la renta petrolera generada por su propia industria, se debe garantizar la tributación efectiva y oportuna de los privados que hagan vida económica en el país, para así garantizarle nuevas vías de sustento a la nación y su gobierno.

La exigencia a las empresas operadoras distintas a PDVSA, del empleo mayoritario de mano de obra nacional y la compra de insumos para el negocio, en empresas locales de bienes y servicios, siempre y cuando éstas produzacan los bienes adecuados y con la calidad conveniente.

Impulsar la creación de un Fondo Social y Humano. Distinto al Fondo de Estabilización Macroeconómica, este se nutriría de una parte de la tributación petrolera, bien la que percibiera el Estado por su propia empresa o, el percibido por las actividades de empresas privadas en el sector. El mismo, serviría para acciones de asistencia social tales como: fondos de vejez, asistencia habitacional, salud, educación, cobertura de emergencias y daños en caso de catástrofes naturales, etc.

El rol hemisférico de Venezuela

De esta manera, Venezuela podría, además de pasar del petroestado al país petrolero, impulsar un proceso de crecimiento económico sostenido, basado en el principal recurso con el cual cuenta –promoviendo a su vez la diversificación económica- y convirtiéndose en una verdadera nación petrolera. El continente américano posee un déficits de 7 millones de barriles diarios de crudo, el cual debe cubrir de manera extra hemisférica. El mismo continuará en aumento para las próximas dos décadas. Venezuela tiene el sobrado potencial para neutralizar con suministro esa deficiencia hemisférica. Es una oportunidad que no deberíamos dejar pasar.

Las reservas probadas del continente americano, sin incluir las de Venezuela, están por el orden de los 102.000 millardos de barriles. De este volumen México es uno de los que mayor porcentaje posee –28 millardos de barriles- y, sin embargo, sus reservas están unas siete veces por debajo de las de Venezuela –350.000 millardos de barriles.

En tal sentido, el país podría convertirse en el mediano plazo en el gran proveedor de energía del hemisferio. Tal papel, nos daría un mayor peso específico en las relaciones hemisféricas incluso, con relación a los Estados Unidos (EE.UU.). Igualmente, Venezuela podría ser el factor energético de la “ecuación” de la integración económica en América. La ya existente posibilidad de convertir los crudos extrapesados de la Faja Petrolífera del Orinoco en livianos y medianos, nos otorga un potencial de magnitudes inimaginables para el impulso del desarrollo nacional, en todos los ámbitos.

De muy reciente data, llegan noticias que anuncias las aspiraciones que albergan George W. Bush y Vicente Fox, para impulsar la cooperación energética entre los EE.UU. y México. Aun cuando éste último posee considerables reservas de petróleo (28,4 millardos de barriles) y de gas natural (0.85 trillones de metros cúbicos ), ni remotamente iguala a las venezolanas. Lo que quiere decir, que la asistencia mexicana a los estadounidenses está condicionada por el largo plazo. Esto por supuesto, en la medida que mantengan su importantísima vigencia comercial los hidrocarburos.

Por lo pronto, la coyuntura apunta hacia el hecho de que México se torna un importante rival venezolano en el mercado energético de norteamérica. Los mexicanos tienen algunos recursos hidrocarburíferos que ofrecer y carecen de recursos económicos para expandir su explotación; mientras que los EE.UU. padece una enorme sed energética, cuenta con la tecnología y los recursos financieros para impulsar la dilatación de la industria petrolera mexicana y se ha vuelto, en la última década, un socio íntimo de los gobiernos aztecas.

No obstante, como señala un artículo de Henry Tricks en el Financial Times, el gobierno mexicano deberá enfrentar la sensibilidad que sobre el tema petrolero posee el pueblo de ese país. Desde la estatización del petroleo y compañías operadoras en México en el año de 1938, durante el Gobierno de Lázaro Cárdenas, los mexicanos han colocado a los yacimientos petrolíferos y la industria como parte de sus referenciales modernos de identidad.

Aun cuando la estatización del petroleo no respondió a valoraciones antiimperialistas, revanchistas o nacionalistas con relación a las transnacionales petroleras, sino a una coyunura histórica singular, para el pueblo mexicano el tema de las reservas de petróleo crudo y gas, son en la actualidad un catalizador de manifestaciones nacionalistas. Por lo pronto, se prevé un crecimiento de la demanda energética de los EE.UU. con relación a México. La crisis energética del estado de la Florida, ha permitido la asistenca mexicana en materia eléctrica, aun cuando ésta ha sido profundamente insuficiente.

Lo cierto, es que Venezuela debe estar atenta a la expansión de la participación mexicana en el mercado energético estadounidense. Seguramente, no habrá un desplazamiento absoluto de la presencia venezolana en tal mercado –el más grande del mundo-, pero pudieramos sentir, de no llevar políticas adecuadas, los embates de la estrecha relación de Washington con México. Nuestro país cuenta en la actualidad con una importante plataforma comercial en los EE.UU. representada por CITGO, la cual debe ser impulsada para estimular su crecimiento. Es un instrumento que se debería perder de vists.

Las aparentes nuevas líneas programáticas de la política exterior de Washington parecen considerar la necesidad de estimular la expansión de la producción mundial de hidrocarburos para evitar,por un lado, la posibilidad de escases en cuanto al suministro y, por otro, la dependencia de fuentes limitadas de abastecimiento. De hecho entre las recomendaciones más notables que recientemente le hizo un grupo de expertos al gobierno de Bush, está la de flexibilizar ante Rusia e Irán la postura estadounidensesobre por las rutas de los oleoductos que saldrían del Mar Caspio. El punto es, que posiblemente los EE.UU. se vea obligado a impulsar política y financieramete un crecimiento global dela oferta energética. México sin duda entra entre los beneficiarios de esa política; podría también serlo Venezuela.

Otro caso de interés para Venezuela, en el plano hemisférico, es también la crítica situación energética que vive actualmente Brasil. Además de los problemas climáticos –escases de lluvias-, este país experimentó una importante desaceleración de las inversiones en el sector eléctrico en los últimos veinte años. La crisis de la deuda externa, de principio de los ochenta, conllevó a una caída abrupta de las inversiones estatales para expandir la capacidad de generación y distribución de electricidad.

En la actualidad, la mayoría de las empresas de distribución eléctricas han pasado a manos de privados –AES, estadounidense, y ENDESA, de españa-, pero el sector de generación, donde realmente se requieren inversiones sustanciales, continúa en manos del Estado brasileño. La ineficiencia administrativa del Estado, es un mal común en los países subdesarrollados. Las justificaciones de soberanía, seguridad nacional, etc., obligan a los ciudadanos de estos países a padecer servicios públicos de baja calidad.

Ahora bien, casos como el de Brasil y, el crítico de Colombia, conllevan a pensar que Venezuela ciertamente puede ser el gran abastecedor energético de buena parte del continente. Sólo es conveniente identificar, tanto los mecanismos de interrelación política y comercial venezolanos con el exterior como el modelo doméstico que potencie nuestras ventajas comparativas, las torne competitivas y nos inserte en el concierto hemisférico como el gran coloso energético que podemos llegar a ser.

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