Economía

Desfachatez

A las 7.30 matutinas conecto diariamente el ordenador. Leo diarios, web, blogs y portales y en un par de horas me he enterado de qué pasa. Pero, tras leer, siempre me machaca una palabra que en realidad es un ideario, una conducta: desfachatez. O descaro, desvergüenza e insolencia.

FMI, Comisión Europea, banca, esos gendarmes del poder financiero que son los bancos centrales, patronales de grandes empresas más gobiernos y políticos cómplices hacen gala de una insultante desfachatez. Como el matón que, tras dar a alguien un puñetazo en la cara, acudiera al juzgado para denunciar que su puño ha sido agredido por una nariz.

Desfachatez es que directivos y consejeros de grandes empresas y bancos españoles reciban sueldos de ocho millones de euros anuales mientras reclaman reformas y austeridad que empobrecerán más a la ciudadanía, trabajadores, pensionistas, usuarios de sanidad pública…

Desfachatez es que el gobierno conservador de Castilla-La Mancha no pague a las farmacias los medicamentos ya suministrados, porque la cantidad para tal fin se ha dedicado a otros menesteres, pero aumentan 5.000 euros anuales el sueldo de los jefes de gabinete mientras despiden a miles de empleados públicos.

Desfachatez es que el gobierno de Cataluña deje de pagar semanas una renta mínima de 420 euros mensuales a 15.000 personas (45% del total de receptores de dicha ayuda) por cambiar el modo de abonarla con el pretexto de investigar fraudes. Desfachatez es acusar de fraude a los perceptores de esa renta sin aportar datos fehacientes ni prueba alguna y desfachatez es endurecer las condiciones para poder cobrarla a quienes nada tienen.

Desfachatez es que, también en Cataluña, los grupos parlamentarios que apoyan al gobierno conservador, sus cómplices, hayan rechazado la iniciativa de reducir un 20% el sueldo de altos cargos más otros porcentajes de los diputados y alguna otra medida similar. Pero el gobierno autónomo ha cancelado 46 servicios de Urgencias médicas nocturnas y casi cien servicios de atención médica diurna continuada.

Desfachatez es que la presidenta de la comunidad de Madrid del Partido Popular, Esperanza Aguirre, gaste 111 millones de euros en publicidad en lo que va de 2011 y despida a miles de profesores para ahorrar 80 millones de euros.

Desfachatez es que el gobierno municipal de Valencia del Partido Popular gaste dos millones de euros en mejorar la imagen y uno en políticas de empleo.

Desfachatez es que el presidente del BBVA urja acelerar las milagrosas reformas pendientes (leed vulneraciones de derechos), diga sin sonrojo que son el único camino y tenga la cara de afirmar que “por cada 100 puntos que sube la prima de riesgo de la deuda, se impide crear 160.000 puestos de trabajo en España”, como si esa fuera causa del paro en un país donde nadie hace el menor esfuerzo para crear puestos de trabajo, y menos la banca.

Desfachatez es que la directora del FMI diga que los bancos europeos necesitan ser recapitalizados y hay que hacerlo con una “recapitalización sustancial obligatoria” que, traducido sin trampas, significa que hay que volver a dar dinero a los bancos. Y recortar derechos sociales (reformas urgentes dicen ellos).

Desfachatez es que el ministro portavoz del gobierno de España diga que no hay tiempo para subir los impuestos a los ricos, pero se reforma en tiempo récord la Constitución para limitar el gasto público.

Desfachatez es que se luche contra los pobres y no contra la pobreza y se movilicen docenas de policías anti disturbios para echar de sus casas a familias que han perdido mucho o todo y no pueden pagar la hipoteca.

Desfachatez es, como denuncian Nassim Nicholas Taleb, profesor en la Universidad de Nueva York y Mark Spitznagel, gestor de fondos de cobertura, que “el dinero público entregado a los bancos en Estados Unidos alcance la cifra de dos billones doscientos mil millones de dólares, pero no para construir carreteras, escuelas, hospitales u otros proyectos a largo plazo, sino transferidos directamente de la economía americana a las cuentas de altos ejecutivos y directivos de bancos”.

Como denuncia J. Crotty “esta crisis es la última fase del esfuerzo de la derecha para destruir la modesta socialdemocracia y capitalismo controlado construidos entre los años 30 y 70”. Algo que no era perfecto, por supuesto, pero mejor que lo de hoy.

Que no consigan cargarse el modesto estado de derechos sociales que se edificó en el siglo XX depende en buena medida de nosotros, ciudadanas y ciudadanos.

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