Economía

Eficiencia en la gestión pública

Hoy día presenciamos, una vez más, la ineficiencia del Estado venezolano en muchas áreas de la economía, pues muchos objetivos simplemente no se alcanzan y cuando se alcanzan se hacen a un elevado costo. Tal vez la mayor exigencia del pueblo o la sociedad está en que el Estado responda a sus obligaciones con eficiencia, como principio básico de la gestión pública.

En un país cuya vida moderna ha transcurrido dentro de la “abundancia” de recursos financieros provenientes de la explotación petrolera, ¿quién se ocupa de ser eficiente?. Esta pregunta es siempre pertinente en un país como Venezuela, no acostumbrado a preocuparse por el “cuánto se gasta”. Sin embargo, la reflexión es totalmente pertinente cuando los recursos parecen no alcanzar para atender las ingentes necesidades de la población.

Imaginémonos el mejor de los escenarios, cual es que a la población le lleguen los beneficios según sus demandas y necesidades. Si ello es así, entonces deberíamos reflexionar en términos de distinguir entre “ser eficientes” y “ser eficaces”, puesto que como sabemos no es lo mismo. Así las cosas, surgirían dos preguntas obligadas, por una parte, ¿a qué costo se alcanzan los objetivos del gobierno? y, por la otra, ¿a quién le impactan los costos a los cuales se alcanzan los objetivos? … Definitivamente, no es lo mismo matar un elefante a pellizcos que de un disparo de escopeta.

Mas allá, es hora “no de preocuparnos” sino de “ocuparnos” de los costos en que incurre el Gobierno Nacional por adelantar una política determinada. Esto “multiplicaría” los recursos, pues los objetivos los podríamos alcanzar a un menor costo. En este sentido, mucho se habla también de la menor efectividad que está teniendo el gasto público sobre la economía, pese a su crecimiento continuado, lo que pone de manifiesto que los objetivos no se alcanzan tan solo disponiendo de recursos financieros, sino con su adecuado y oportuno uso, sin que por ello soslayemos el marco general de política que sea aplicado.

Ejemplos han abundado en la historia de Venezuela, pero en los últimos meses han resaltado algunos que ponen en evidencia lo señalado, para muestra un botón: ¿qué hubiese sucedido con los costos de un plan eléctrico bien concebido, planificado y ejecutado? versus los costos en que estamos incurriendo en la actualidad por acometer los mismos proyectos pero “a la carrera”. En este caso, es lógico pensar que se incurrirá en un aumento en los costos de tales inversiones, derivado de trabajar sin pausa, horas extraordinarias, con mayor número de trabajadores y arriesgando mucho mas cuando las obras se requieren realizar con mayor prontitud para atender la emergencia eléctrica. Un trabajo ejecutado más aprisa con frecuencia cuesta más que uno ejecutado en tiempo normal, ya que los recursos a ser utilizados muchas veces no están disponibles y es necesario conseguirlos oportunamente en cantidad y calidad suficientes, siendo su costo mas elevado por estas mismas razones. ¿A quién le preocupan estos costos? … Deberían ser de preocupación para todos, por simplificarlo, tanto para la sociedad como para el gobierno.

Pongamos otro ejemplo. Mas allá de entender que en las gestiones de importación/comercialización de productos hechos por PDVAL se incurre en pérdidas razonables en el manejo de tales bienes, por su propia naturaleza de productos perecederos, no podemos por ello esconder que dada la elevada cantidad de productos que se presumen “dañados”, el caso pasa a mayores porque hubo una alta ineficiencia en estas gestiones. Los costos de tal ineficiencia son muy elevados y no pueden ocultarse o minimizarse señalando que la “misión alimentación” llega a una gran cantidad de personas. Por supuesto que ello es loable, como lo fue también cuando estas funciones se realizaban a través de CORPOMERCADEO en los años ochenta y noventa, pero no podemos por ello menospreciar su impacto negativo, ya que la pérdida de productos ha implicado que muchos venezolanos dejen de comerlos, con el agravante que el Gobierno ha pagado por ellos, la sociedad toda ha pagado por ellos. 

Visto en un contexto mas amplio, la ineficiencia es mayor cuando el caso PDVAL lo traducimos en términos del “costo de oportunidad” de dejar de usar esos recursos en la atención de otros compromisos igualmente muy importantes, como pudieran ser los educativos y los de vivienda. El costo de oportunidad lo podemos medir también en términos de las deudas que se hubiesen podido cancelar a trabajadores o jubilados de la administración pública por concepto de sueldos, salarios, pensiones por jubilación u otros compromisos laborales, o si los recursos se hubiesen destinado al desarrollo de actividades productivas y de inversión. Estas actividades serian mas redituables en el mediano y largo plazo por su capacidad de creación de empleo y de posibilidad de generación de un circulo virtuoso caracterizado porque una mayor inversión conduciría a un incremento del empleo, lo cual a su vez produciría el pago de sueldos y salarios que propiciarían un aumento del consumo, generando mayor bienestar.

La ineficiencia es aun mas grave cuando se observa que los recursos disponibles por el Estado venezolano se han destinado parcialmente a satisfacer necesidades de otros países, a alimentar presuntos hechos de corrupción a la vista de todos y, en general, a no establecer prioridades. Así, se producen hechos como los de la pérdida de productos y medicamentos por parte de PDVAL y otros entes del Estado, la realización de compras de armas, regalos y financiamientos a otros países, desviando recursos que bien pudieran utilizarse para cubrir necesidades nacionales.

¿Cuánto se podría haber hecho si hubiésemos destinado todos los recursos a nuestras necesidades internas, con una administración pública dominada por buenos y eficientes gerentes y administradores? La satisfacción de estas necesidades seguramente haría de Venezuela la nación mas envidiada de América Latina, … “una tasita de oro”. ¿Habremos dejado pasar otra gran oportunidad histórica dados los ingentes recursos petroleros que hemos dispuesto en la última década?

Finalmente, el precio del petróleo puede subir y con ello los ingresos del país, pero las necesidades y demandas de la población son tan grandes que no podemos seguir siendo tan ineficientes e indolentes en el manejo de los fondos públicos, pues los recursos financieros no son ilimitados. La historia no nos lo perdonará. Deslastrémonos de tanta ineficiencia, que muchos consideran que la ha generado la propia abundancia de recursos petroleros y el clientelismo político a lo largo de nuestra historia moderna. Cuando los recursos escasean o no alcanzan ante tantas necesidades de la población, estamos llamados a ser más eficientes. Entonces, ¿eficiencia para qué?, … pues para que a todos los venezolanos le lleguen los beneficios derivados del ingreso petrolero, de manera suficiente y cuanto antes, para elevar nuestra calidad de vida, para vivir mejor, sin tanta desigualdad social. La eficiencia debe ser un principio básico y un valor fundamental dentro de la administración pública nacional.

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