Economía

El Capitalismo Colapsó: Pero no en la forma como profetizó Marx

El Capitalismo Colapsó

Cuando la Unión Soviética terminó de colapsar en diciembre de 1991, era el mayor productor de petróleo del mundo con más de 9 millones de barriles diarios—también era el mayor productor del mundo de gas natural; así que quienes sueñan que con las producciones petroleras combinadas de Irán y Venezuela se puede financiar el socialismo en esos dos países y exportarlo al exterior, se equivocan, porque al destruir—no el capitalismo—sino el libre mercado tanto en el interior de sus países y como sus enlaces globales, harán colapsar económicamente a sus países y satélites, como le ocurrió a la Unión Soviética.

No se puede ser un país monoproductor ni un productor monopólico, porque eso equivale a poner todos los huevos en una sola canasta—un riesgo que ningún sensato productor de huevos correría—y si no existe el estímulo de la ganancia entre diversos productores del mismo bien o servicio que compiten entre sí, se crea un muy fértil caldo de cultivo para que se derrumbe la calidad, la productividad y florezca la corrupción y la incompetencia (o discapacidad para producir algo bien hecho en el menor tiempo posible).

Tanto el capitalismo marxista como el capitalismo salvaje católico romano, colapsaron, pero ello no significó el nacimiento del socialismo sino del libre mercado, que de libre tiene poco porque está muy extensamente regulado por leyes de todo tipo (especialmente laborales, de comercio y de calidad); así como por los contratos colectivos convenidos entre patronos, sindicatos y gremios.

También desaparecieron todos los imperios tanto militares como económicos—aunque una poderosa economía es más eficiente que unas poderosas fuerzas armadas para incrementar significativamente la influencia en, más no el dominio de, otros países—y esa fortaleza económica sólo es posible invirtiendo constante y generosamente en los desarrollos tecnológicos basados en un cada vez más preciso y extenso, conocimiento científico—aún con los riesgos que ejemplariza Irán que intenta usar su ciencia y su tecnología para construir armas nucleares de largo alcance.

Desde una mejor trampa para ratas, hasta un mejor traje para astronautas y sistemas capaces de imitar eficientemente a las plantas en convertir la luz solar en energía, alimentos y otros productos, son los aportes que la ciencia y la tecnología deben hacer para hacer prosperar a las naciones que las descubren o las inventan.

Hacer retroceder a las naciones hacia la para Marx “bucólica” Edad media de señores feudales y siervos viviendo de la agricultura artesanal, no es ningún progreso, sino una receta suicida y catastrófica para cualquier sociedad moderna.

El progreso está en hacer cada vez más eficiente a la democracia y al libre mercado, bajo un manto ético y moral que posea los más extensos derechos para que los humanos sean libres para llegar a ser todo lo que sean capaces de ser—y que se extienda hacia los animales y plantas (y otras formas de vida) silvestre y domesticada.

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