Economía

El comunismo en el gas doméstico

Lo que está sucediendo con la industria del gas doméstico (GLP) constituye un ejemplo emblemático de cómo opera el Comunismo del Siglo XXI. Nada de estatizaciones masivas ni de impopulares fusilamientos a mansalva, nada de eso, el neo comunismo opera con cuentagotas, paso a paso, pero a paso de vencedores. La actividad de producción, procesamiento, transporte y distribución de GLP se desarrolló durante 60 años hasta llegar a los rincones más apartados del país, desplazando a los combustibles alternativos usados para cocinar (kerosene) y convirtiendo a Venezuela en uno de los pocos países de América Latina en donde no figura la leña en la matriz energética. Son contados los caseríos aislados, en regiones selváticas o montañosas, donde no llega el GLP. Su red de distribución es sólo comparable con la de Polar o Belmont.

Esta red tiene unas características muy particulares. La producción es un monopolio total en manos del estado, el cual vende el producto a un precio más que subsidiado irrisorio. El GLP es acopiado por unas cuantas empresas que poseen grandes camiones cisternas y plantas procesadoras con capacidad de almacenamiento y envasado en cilindros para su distribución al consumidor final. Aquí podemos hablar de un oligopolio en el cual las mayores empresas eran las ahora estatizadas Vengas y Tropigas. Desde dichas plantas se distribuye el gas con la participación de más de 300 empresas medianas y pequeñas. El segmento más rentable del negocio, constituido por las ventas de gas a granel a grandes consumidores industriales y comerciales se lo reservan las grandes empresas, mientras muchas de las pequeñas se reducen a los cilindros y son los que tienen que lidiar con el gran público.

El negocio de los cilindros tiene sus características. Se han estandarizado tres tamaños, de 43, 18 y 10 Kg., donde el gran volumen se concentra en los de 10 Kg. Las bombonas de los pobres, las que suben cerro. En este segmento se venden 4 millones de cilindros mensuales y para ello aparecen unos nuevos actores en la cadena, los “estanteros”. Se trata de infinidad de pequeñas bodegas en los barrios en las cuales el pobre adquiere su bombona. Existen muchas medidas de política energética dentro del marco de una economía de mercado que permitirían optimizar el sector, pero ese no es el tema de este artículo. El tema es observar el tratamiento que le ha dado la revolución al sector en estos largos 9 años, como un ejemplo del nuevo comunismo al que me refería al comienzo. La política ha sido asfixiar a las empresas, a todas, las grandes y las pequeñas, a través de la congelación de precios. Han tenido que soportar pérdidas en los últimos años a la vez que se deterioraba el servicio. Ahora, cuando ya se han cansado de hacer maromas para sobrevivir, el estado compra las más grandes y crea otra nueva filial de PDVSA: “PDVSA gas Popular”. El próximo paso será administrar a las empresas pequeñas con el mismo estilo que la revolución nos ha aplicado en todos sus negocios “Si te pones una gorra roja te doy, si te quejas no te doy”.

Para colmo, el estado asumirá una actividad menguada, en la que los activos de las empresas están deteriorados por la falta de inversión producto de estos años de ruina, con vehículos en mal estado y con la necesidad de reemplazar un elevado porcentaje de cilindros. Además, la gente exigiendo que les respeten sus derechos y les vendan los cilindros de 10 Kg a los 3.7 BsF que dice la regulación y no a los 6 BsF a los que se venden, cuando se consiguen, en los estanteros,

Las consecuencias a mediano plazo son predecibles. Si los empresarios que conocen su actividad no han podido sobrevivir, la burocracia clientelar tampoco lo hará. O, mejor dicho, sobrevivirá en medio del deterioro del servicio, mientras se pueda sostener un subsidio absurdo que ahora será mayor. Al mismo tiempo, las noticias informan que en varias partes del país se comienza a cocinar con leña ante la falta de GLP. El comunismo del XXI nos devuelve a la edad de piedra.

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