Economía

El crack cubano de 1921

Dentro de las varias crisis del capitalismo poco se recuerda la que vivió Cuba en 1921, la cual arrasó su sistema financiero, comprometió a varios bancos norteamericanos y obligó una intervención administrativa de Estados Unidos. Todo comenzó en 1919 cuando el azúcar –principal rubro de exportación de la isla- subió desde seis centravos a 22 centavos la libra. Fue la época de las “Vacas Gordas”: increíbles ganancias, todos los productos revalorizándose, mayores ingresos para el erario nacional, nuevos ricos, y una enloquecida especulación financiera. El historiador canario Miguel Leal Cruz lo resume así:
“La riqueza del país era enorme. Todos los valores económicos subieron, desde las colonias de caña hasta la manteca, que llegó a cotizase a un peso la libra, así como cualquier otro bien de consumo básico o de lujo”.

De este tramo data la mayor y más impactante expansión urbanística de La Habana. Se construyen fastuosas mansiones en el sector Miramar, a orillas del río Almendares.. Los marmóleos palacetes de Miramar sobrevivirán las siguientes décadas como testimonio del esplendor de su época y terminarán fungiendo de sede para las Embajadas y empresas extranjeras. En el céntrico reparto de El Vedado se levantan hermosas quintas con amplios jardines, perfectamente climatizadas para el trópico. Construcciones tan modernas y majestuosas que marcarán la identidad de La Habana de uno a otro siglo.

Se ampliaron los hoteles, dotándoles de jardines aéreos, hermosas terrazas y amplias piscinas. También se amplió el Jockey Club y se construyó en Marianao un casino con todos los servicios El señuelo de la bonanza atraía millares de inmigrantes, españoles, haitianos, jamaiquinos y chinos.

Aunque nadie lo sospechara, esta desmesurada bonanza marcaba el principio del desastre. Cuba y todo el circuito azucarero estaban a las puertas de una crisis del capitalismo moderno, una de tantas que viviría el mundo en el siglo veinte. Los historiadores hablan de un “sobrecalentamiento” de la economía cubana, pero en realidad el problema incluía directamente a los Estados Unidos, cuyos inversionistas cometieron un error de cálculo: no ponderaron los límites racionales entre la oferta y la demanda, concentraron demasiadas inversiones en ese sector y toleraron una especulación financiera que directamente los afectaría a posteriori. Sólo entre 1918 y 1920 se fundaron en la isla 53 nuevos centrales azucareros.

A las pocas semanas de haberse llegado al cénit, se produjo una vuelta de 180 grados. Súbitamente se desplomaron los precios del azúcar, de 22.5 a sólo cuatro centavos la libra y de inmediato fueron a la ruina los plantadores, hacendados, los españoles empresarios del sector y a poco sobrevino el colapso en casi todo el sistema financiero de la isla.

La devaluación del azúcar produjo una auténtica conmoción social. Los inmigrantes recién llegados se desesperaban sin poder repatriarse. Los comerciantes de la caña quedaban en completa ruina de la noche a la mañana y terminando la cosecha los cultivadores se despertaban con la noción del desastre. Quedaron cesantes millares de braceros, se repatriaron contingentes de negros traídos de las cercanas islas del Caribe y por todo el país se esparció la desocupación con el hambre y la frustración.

Entonces llegó el pánico financiero. Para octubre de 1920, millares de ahorristas se aglomeraban en las taquillas de los bancos cubanos exigiendo sus capitales. Como siempre ocurre en estos casos, el pánico se crecía por oleadas. Bastaba un rumor para desencadenar una corrida y aniquilar la solidez de cualquier banco. Los retiros de fondos se traducían en fugas de capitales y para 1921 de Cuba salieron 50 millones de dólares al extranjero.

Leland Hamilton Jenks comenta que la espiral de la crisis se agravaba por las manipulaciones propagandísticas: “Los periodistas emprendedores… descubrieron que los ataques a los bancos… hacían aumentar la tirada y venta de sus periódicos”. De allí que cuando Estados Unidos intervenga administrativamente y asuma el salvataje de los bancos –para salvar su propia banca norteamericana- una de las medidas propuestas por el Enviado Especial a La Habana sea una ley que sancione los ataques periodísticos al crédito de los bancos.

El 28 de marzo de 1921 se suicidó el hombre más rico de Cuba, el financista José López Rodríguez “Pote”, un inmigrante gallego que simbolizaba el mito de la riqueza fácil en la tierra de promisión. Había llegado en la mayor pobreza y trabajando con industrias papeleras y de publicidad se hizo rico. Luego amasó fortunas con contratos del gobierno y, en sociedad con la banca norteamericana de J.P. Morgan, se apoderó del Banco Nacional de Cuba, el más prestigioso de su época. No soportó las presiones, la inesperada ruina, las acusaciones por sus actividades especulativas y terminó ahorcándose.

Doce días después ese Banco Nacional cerraba con un pasivo de 67 millones de dólares y graves acusaciones por dolo contra intermediarios del azúcar. En mayo cerró el Banco Internacional y otros siete bancos, con 123 sucursales en total. Ciento treinta millones de dólares fue el saldo inicial de pérdidas en los dieciocho bancos cubanos que fueron a la quiebra ese fatídico año de 1921. Ejecutivos de algunos bancos quebrados salieron huyendo al exterior, incluso el principal negociante del azúcar, José Lezama, declarado en bancarrota y con un faltante de 24 millones de dólares.

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