Economía

El cuento de Giordani a Chávez

De la incontable cantidad de personas que han desfilado por el gobierno del presidente Chávez pocos han sido tan leales y obedientes como el ahora súper ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani. No es el profesor Giordani un hombre con proyectos propios, el suyo es el del Presidente y en este país este es el aval fundamental y el rasero para medir quien entra, permanece o sale del gobierno. El profesor Giordani desde hace tiempo cautivó a Hugo Chávez con un conjunto de ideas simples, atractivas pero irrealizables por  utópicas. Fue la ordenación territorial la calve con la que Giordani conectó con Chávez. De allí la famosa y exótica idea del Eje Orinoco-Apure, que permitiría una reconfiguración de la geografía venezolana y de la cual solo queda el recuerdo.

Sin formación en el campo de la política económica y especialmente en macroeconomía, fungió Giordani como jefe de un gabinete económico sin economistas o alguien con cierta formación en esa disciplina. De allí vinieron los problemas, sus  propuestas y en buena medida la suerte, porque aparte de ser el hombre que durante la democracia más ha durado como ministro, también ha sido el que más ingresos fiscales ha administrado en la historia de Venezuela.

En plena incubación de un proceso recesivo en 1999, a Giordani se le ocurrió la idea que había que ser austero y en consecuencia sometió la economía a una astringencia fiscal que derivó en una contracción del PIB y en aumento del desempleo en ese año. Dosis que volvió a repetir el 21 de marzo de 2009 cuando hizo algo similar cuando la recesión se asomaba en Venezuela. Conjuntamente con ese recorte fiscal, Giordani fue más osado. Lanzó la idea de que el gobierno proseguiría una política anti devaluacionista y fue esta parte del cuento uno de los párrafos que más le gustó al presidente. El razonamiento de Giordani era el siguiente: había que fijar y prácticamente congelar el tipo de cambio porque así bajaría la inflación al importase los bienes más baratos. A cualquier ingenuo ello puede lucirle atractivo. Y de ese dogma nadie lo sacaba, a lo que contribuyó ciertas posiciones de algunas autoridades del BCV que durante el gobierno de Caldera, donde desempeñaron cargos importantes, casi embarca a Venezuela en la adopción de una caja de conversión como la que fracasó en Argentina en el año 2000. Lo que se negaba aceptar Giordani era que más allá del tipo de cambio existen en Venezuela determinantes fiscales y monetarios de la inflación y que aunque se fijara el tipo de cambio la inflación seguiría aumentando, aunque a un  ritmo menor. Esa política averió seriamente al sector industrial y agrícola y favoreció un boom de importaciones que se podía financiar con altos precios del petróleo. Tercamente Giordani se resistía a ver que Venezuela marchaba directo hacia una crisis de balanza de pagos y hasta el 8 de febrero de 2008, antes del paro petrolero, insistía en que el tipo de cambio no se tocaría. Nadie creyó esa promesa y la demanda de divisas se acentuó. Luego de culpar a los especuladores cambiarios que sus políticas estimularon y favorecieron, se presenta sorpresivamente Giordani en el BCV el 11 de febrero de 2002 con la idea de que hay que dejar flotar el bolívar.

Pasado el tiempo, salió y volvió al gabinete, y tuvo la fortuna que desde 2003 presenció el aumento más significativo y persistente de los precios del petróleo en la historia venezolana. Con cotizaciones que alcanzaron hasta US$/barril 120 cualquier economía crece aunque se cometan todos los errores imaginables.  Con su regreso, viene la segunda parte del cuento: hay que dejar otra vez fijo el tipo de cambio porque en Venezuela no hay nada que se pueda exportar que no sea petróleo y además porque ello ayuda a bajar la inflación. Con precios petroleros al alza hasta julio de 2008 esa tesis tenía muchos adeptos. Se equivocó de nuevo el profesor Giordani. La economía mostraba signos de fatiga desde mediados de 2007 aunque él no se daba cuenta y lo peor era que se estaba formando otra crisis cambiaria debido a que el tipo de cambio  oficial de Bs/US$ 2,15 ya no resistía más y se hacía inevitable devaluar. Nadie sabe qué sucedió, pero se presume que Alí Rodríguez terminó imponiéndose sobre Giordani y convenció a Chávez de que había que devaluar el tipo de cambio y establecer un sistema de cambios múltiples con un argumento que echa por tierra todas las creencias  del profesor, es decir que la devaluación serviría para incentivar las exportaciones y promover la sustitución de importaciones.

Otro capítulo del cuento de Giordani a Chávez tiene que ver con algo salido de una especie de laboratorio de la planificación central al estilo soviético: los rubros banderas en materia agrícola que supuestamente estimularía el gobierno a partir de al año 2000. Sería Venezuela una potencia agrícola y pecuaria en pocos años según esta idea. Hoy a diez años, Venezuela que exportaba arroz, hoy importa ese rubro, la producción de maíz está estancada, la de leguminosas igual y la de caña de azúcar ha disminuido sostenidamente.  Lo peor de todo es que el gobierno no publica de forma ordenada y sistemática las cifras de producción agrícola o pecuaria. Tres cuentos, tres equívocos.

La parte final del cuento que echa Giordani es su idea de que la inflación está bajando. Confunde el hecho de que los precios están controlados administrativamente con el que la inflación está cediendo. Con el gráfico adjunto se derrumba su sofisma. Se muestra el Núcleo Inflacionario estimado por el BCV, es decir un indicador de inflación que excluye los bienes controlados y volátiles. Como se ve la inflación se está acelerando. Cuéntele otro tipo de cuento al Presidente.

 

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