Economía

El disfuncional Banco Mundial

Washington (AIPE)- La renuncia de Paul Wolfowitz a la presidencia del Banco Mundial provoca la siguiente pregunta: ¿Quién será el próximo presidente y será capaz de reformar la institución para que sea efectiva en la lucha contra la pobreza? A pesar de numerosas reformas a lo largo de los años, nadie dentro ni fuera del banco parece haber estado satisfecho con el desempeño del organismo,.

Es fácil entender por qué el descontento. El Banco Mundial es prácticamente imposible de administrar. Se trata de una burocracia internacional —con alrededor de 10.000 empleados y miles de otros bajo contrato— que responde a docenas de gobiernos donantes que tienen prioridades políticas y económicas a menudo conflictivas.

Es una institución con objetivos tan diversos como la lucha contra la corrupción y la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres, combatir las enfermedades, fomentar la agricultura, privatizar empresas estatales, construir grandes represas y financiar a través de microcréditos. Trata de abarcar tanto que logra poco.

Contrario a lo que hemos aprendido en historia económica, su modelo de desarrollo está basado en transferir dinero de los países ricos a los gobiernos de países pobres, muchos de los cuales operan sin transparencia ni son capaces de lograr el éxito de toda una gama de programas estatales.

Con tantas “prioridades”, tantos jefes y tantos actores soberanos, no sorprende que uno de los problemas fundamentales del Banco Mundial sea la falta de rendición de cuentas. Wolfowitz salió del banco por dar un gran aumento salarial a su novia y su salida fue negociada tras puertas cerradas. Al final, la junta directiva reconoció que “se cometieron errores”, gesto típico del Banco Mundial.

Lo que es significativo es la falta de rendición de cuentas en los préstamos, donde no se permiten auditorias externas independientes de los proyectos que financia, aunque sabemos que un sorprendente número de proyectos —entre 20 y 50 por ciento desde los años 90— no se han ajustado a los criterios del mismo Banco.

La comisión Meltzer descubrió en el año 2000 que el Banco evalúa apenas 5 por ciento de sus programas, entre 3 y 10 años después de dar el dinero. El problema no ha sido resuelto, por lo que Nancy Birdsall, presidenta del Center for Global Development, recientemente dijo: “Sin evaluaciones de impacto que sean rigurosas, independientes y por lo tanto creíbles, no podemos saber cuáles son los programas que funcionan. No podemos ni siquiera discutir de manera convincente que la ayuda externa en sí funciona”.

El Banco mide el éxito según la cantidad de fondos que distribuye, en lugar de evaluar los resultados. La presión institucional para prestar es bien conocida por los prestatarios. Los países aceptan la ayuda externa prometiendo realizar proyectos y, siempre que paguen los préstamos, el Banco continúa prestando y jactándose de una baja tasa de morosidad, sin tomar en cuenta la efectividad de los proyectos financiados. El propósito tanto del prestamista como del prestatario es mantener el flujo del dinero, razón por la cual el Banco suele proveer nuevos préstamos poco antes del vencimiento de los anteriores. En los raros casos de atrasos, EEUU y otras naciones proporcionan préstamos “puentes”, los cuales son utilizados para pagar al Banco Mundial, el cual luego sigue prestándoles.

La presión para prestar debilita la condición previa de instrumentar reformas en las políticas públicas. Debido a que el Banco rara vez deja de conceder un crédito, los gobiernos que se oponen a las reformas enfrentan poca presión del Banco. En un estudio de la ayuda a África, Paul Collier de la Universidad de Oxford explicó que “algunos gobiernos han decidido reformar, otros retroceden, pero tales decisiones parecen ser, en gran parte, independientes de la ayuda externa… Obviamente, los donantes no querían admitir que la condicionalidad era una farsa”.

De hecho, los préstamos del Banco Mundial reflejan los mismos problemas que plagan a la ayuda externa en general. No existe una relación entre la ayuda externa recibida y el crecimiento logrado ni entre la ayuda externa y la instrumentación de reformas. Los países de alto crecimiento, como China y la India, lo han logrado con muy poca ayuda externa. Por otra parte, cuando la ayuda externa va a países con malas políticas económicas, el resultado no es desarrollo sino endeudamiento. Ese es el caso de África subsahariana, donde décadas de generosa ayuda externa han contribuido al empobrecimiento de la región y ahora tienen el peso de una deuda impagable. La respuesta del Banco ha sido condonar deudas y volverles a prestar.

Hay maneras de ayudar a los países pobres, abriendo nuestros mercados a sus exportaciones y a través del intercambio de ideas y tecnología. Pero la estrategia del Banco Mundial para el desarrollo no funciona, algo que de nuevo comprobaremos cuando se retire el próximo presidente del organismo.

___* Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

©

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba