Economía

El largo plazo

La frase de John Maynard Keynes según la cual “en el largo plazo todos estamos muertos” se repite a menudo. Sin embargo, y no obstante la indudable autoridad de Keynes, en la vida de los pueblos el largo plazo puede ser muy importante. Tal es caso del sector eléctrico, cuya crisis ahora nos afecta. Más obvios son los de la educación y la salud. Por eso los gobiernos que creen que en el largo plazo lo único significativo es su permanencia, o la reelección indefinida, y  sólo piensan en lo inmediato suelen fracasar.  Ha habido regímenes que han logrado mantenerse en el tiempo, ajenos a toda preocupación de largo plazo –como los de Trujillo, Franco, Somoza y Stroessner-  pero lo han hecho a costa de sumir a sus pueblos en el atraso y la postración.

            En el caso que nos ocupa, el sector energético en Venezuela, la visión de largo plazo se fue abriendo paso poco a poco durante el siglo XX. Comenzó a vislumbrarla un empresario privado, Ricardo Zuloaga, quien fundó La Electricidad de Caracas e introdujo el servicio en la capital en 1897. En el resto del país, sin embargo, el negocio de generación eléctrica no era rentable, salvo en unas pocas ciudades importantes. Por ello, cuando durante la administración de la Junta Revolucionaria de Gobierno se crea, en 1946, la Corporación Venezolana de Fomento (CVF), una de sus primeras tareas fue estudiar cómo llevar la electricidad a todo el país, aprovechando el magnífico potencial energético de Venezuela.  La CVF nació con visión de largo plazo. Su primer Presidente fue Alejandro Oropeza Castillo, también fundador de Confederación de Trabajadores de Venezuela, bajo cuya administración se introdujeron los créditos de largo plazo en el país. En 1947 se firmó un contrato con una empresa de los Estados Unidos para estudiar el diseño de un Plan Nacional de Electrificación.

            Como resultado, en 1953 se crea la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní, en cuyo desempeño fue decisiva la actuación de otro venezolano que sabía pensar en términos históricos, el para entonces coronel Rafael Alfonso Ravard. En 1959 comienza a funcionar la Central Hidroeléctrica de Macagua y en 1960 se crea la Corporación Venezolana de Guayana, que preside Alfonso Ravard por muchos años. En 1963 se constituye, como filial de la CVG, la empresa Electrificación del Caroní (EDELCA) encargada de desarrollar el plan hidroeléctrico del país, el cual ha incluido la construcción de las represas del Guri, Macagua II y Macagua III, así como la de Caruachi y las líneas de transmisión. Ese plan, continuado a lo largo del tiempo, permitió que Venezuela estuviera a la vanguardia del desarrollo energético de América Latina y que se instalaran industrias de alto consumo energético, como la siderúrgica y la de aluminio, llamadas a permitir la diversificación de la economía nacional. Personalidades con visión de largo plazo lo hicieron posible. Gente como Argenis Gamboa, Leopoldo Sucre Figarella y, en el caso específico de EDELCA, Efraín Carrero, mantuvieron la visión de largo plazo.

            Personalmente recuerdo la insistencia de Leopoldo Sucre en la necesidad de las inversiones para Caruachi y  Macagua II, durante el gobierno de Lusinchi, ante el escepticismo de burócratas de oficio, que consideraban que las inversiones eran demasiado dinero y los objetivos a cumplir parecían lejanos. Afortunadamente, Sucre Figarella tenía el apoyo del Presidente y el poder y la eficiencia suficientes para lograr el cumplimiento de los planes.

            Posteriormente predominó la mediocridad, disfrazada con posturas ideológicas, y  las inversiones y los planes fueron abandonados o postergados con la excusa de atender las necesidades inmediatas de los pobres, que siguieron tan pobres como antes (aunque algunos “gestores de la pobreza” sí se hicieron más ricos). Por otra parte, la megalomanía que se autodenomina bolivariana proclamó que, dada la riqueza energética de Venezuela, solucionaríamos el problema en todo el continente y llevaríamos energía hasta Buenos Aires mediante el llamado Gasoducto del Sur, que en paz descanse.

            La pérdida de la visión de largo plazo, que se traduce en la postergación o eliminación de las inversiones necesarias son los barros que nos han metido en estos lodos, los cuales ahora nos condenan a la falta de electricidad en los hogares y a la reducción de la producción en las industrias. 

El esfuerzo por electrificar a Venezuela, después de haber triunfado durante toda la segunda mitad del siglo XX, ahora ha fracasado. En lugar de llevarle energía a Cuba, a la Argentina y a Brasil, ahora les pedimos consejo sobre como racionarla sin que caiga el gobierno. El Comandante Ramiro Valdés probablemente nos aconsejará que la mejor manera de hacerlo es a punta de emboscadas y metralla. A él le dio resultado. Mientras tanto, es necesario resignarse a una luz que se apaga.   

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