Economía

El nuevo juego petrolero de los sauditas

Los expertos petroleros se rascan la cabeza preguntándose: porqué ahora los sauiditas han cambiado su “modus operandi” al no aumentar su producción, cuando ellos han sido el punto de balanza para mantener los precios a niveles “aceptables” , algo que lo han ejecutado desde la década de los 70 ante el temor de tres factores:

1) una subida demasiado dramática puede poner en peligro el crecimiento económico global que a la larga afecte sus ingresos al mermar el consumo de gasolina;
2) incentive el desarrollo de fuentes alternas de energía que sustituyan el petróleo y
3) y el factor político el cual cause disgusto a el Tío Sam, su principal aliado en occidente, (o ¿podríamos decir ahora que Arabia Saudita ERA el mejor aliado de los Estados Unidos en la región?).

En los actuales momentos, en que el precio del oro negro se ha casi duplicado desde principios del año pasado, los jeques sauditas ni siquiera levantaron las cejas para controlar la estampida de los precios que presenciamos a finales del 2007 y a lo largo de los dos meses este año rompiendo la marca de los $100, a pesar de las advertencias de que el monstruo de la recesión podría salir definitivamente de su cueva. Entonces, ¿por qué no hacen nada? La respuesta puede radicar en los propios signos del siglo XXI en el mundo árabe y la determinación de Washington de depender cada vez menos del petróleo importado.

Los asesores económicos en Rihad consideran que el mundo puede soportar precios de $90 por barril y más allá. Hasta el momento las economías globales siguen creciendo y la amenaza de una fuerte recesión está bajo control a pesar de que lo precios del petróleo se mantuvieron sobre la marca de los $95 por bastante tiempo.

El lobo dormido

“Gritan que por ahí viene el lobo, pero el lobo continúa dormido en su cueva” dijo un importante asesor de ARAMCO, empresa petrolera de Arabia Saudita con sede en Houston, al analizar los signos económicos sobre una posible recesión mundial.

Aunque el incremento en la producción petrolera fue uno de los principales temas que el presidente George W. Bush expuso a los sauditas durante su reciente visita al Medio Oriente, sus socios árabes mantuvieron su posición de no ceder ante la solicitud norteamericana, a pesar que reconocen que el debilitamiento de la economía estadounidense es algo que debe preocupar a todos por el igual.

Los propios socios de los Estados Unidos congregados en el G-7 durante una reunión de ministros de Finanzas en Tokio, pidieron a los productores de petróleo a que aumentaran la producción a fin de evitar repercusiones económicas indeseadas.

“La economía mundial encara el riesgo de un crecimiento menor y una aceleración de la inflación”, afirmó Toshihiko Fukui, Gobernador del Banco de Japón, al actuar como vocero del G-7.

Pero los productores de petróleo, con los saudistas a la cabeza, consideran que los altos precios del “commodity” se deben principalmente a los especuladores y al declive del dólar, no porque exista una verdadera escasez en los mercados internacionales. De hecho, las últimas cifras en el incremento de las reservas estratégicas de Estados Unidos dadas a conocer recientemente otorgaron la razón a los sauditas en este sentido.

Un nuevo giro político

La renuencia de Rihad a preocuparse por la subida de los precios de su principal producto de exportación, es realmente, un nuevo giro en la política saudita en comparación con las tres últimas décadas.

Una de la razones para tal actitud es que la Arabia Saudita de hoy es muy diferente a lo que fue durante las décadas de los 70, 80 y 90. Para empezar su realidad demográfica ha dado un vuelco de casi 180 grados ya que su población no productiva en edad universitaria se ha triplicado desde 1980, mientras que los ingresos por la exportación del petróleo han decrecido en cifras reales durante el último trimestre a pesar de los incrementos en los precios del crudo. En comparación con 1980, cada saudita percibe un 72 por ciento menos en beneficios procedentes de las exportaciones.

El país necesita desesperadamente de nuevos ingresos para sostener su paquete de subsidios (alimentos, gasolina, medicinas), mantener contenta su población y continuar con sus megaproyectos de infraestructura.

Por el lado político, estos ingresos ayudan a la familia real a fortalecer el muro de contención contra los elementos radicales que quieren acabar con la dinastía Saudi, entre ellos Al-Qaeda, que encuentra eco entre la población desempleada del país.

En el lado geopolítico, la ausencia de Saddam Hussein en el marco de fuerzas de poder en la región que contrarreste la infiltración de Irán, hace que los sauditas vean con mayor preocupación el mensaje de los mullahs censurando al gobierno saudita de apartarse de las prédicas de Alá. Por lo tanto no se atreven contrariar a sus socios iraníes de la OPEP al insistir en aumentar de la producción.

Mientras que los soldados estadounidenses se encuentran “empantanados” en Irak y su divisa, el dólar, cae como un avión sin propulsión, los incondicionales aliados de Washington en el Medio Oriente, quieren mostrar una cara menos sumisa hacia el gobierno norteamericano en tanto se sincronizan a la “realpolitik” de la región.

Los problemas que enfrenta Washington, principalmente de no mostrar un política clara hacia el conflicto en Irak y sus ambivalentes manejos económicos, hace que los sauditas teman que su seguridad se vea seriamente amenazada por fuerzas que en cualquier momento se les puedan escapar de su control y el Rambo norteamericano no venga en su ayuda. Por lo tanto lo más saludable, considera un apretado círculo alrededor de la familia real es no antagonizar con Teherán.

Una amenaza enana

Además existe otro factor que los saudistas quieren mantener bajo un denso manto de silencio, pero que ya es un secreto a voces entre los conocedores del tema: posiblemente en menos de 5 años Arabia Saudita deje de ser uno de los mayores productores de petróleo del mundo ya que sus reservas decrecen.

La Administración de Información de Energía (EIA por su siglas en inglés) de los Estados Unidos predijo que para el año 2010 los saudistas podrían producir tan sólo 11.4 millones de barriles de petróleo al día, una reducción bastante considerable si se compara con las cifras vaticinadas en el 2000 las cuales arrojaban 14.7 millones.

Esta nueva actitud de mostrarse renuentes a aumentar la producción cada vez que Washington lance gritos de desesperación demuestra que las reglas del juego han cambiado diametralmente: no apoyan las propuestas de países más radicales dentro del OPEP que exigen reducir la producción a fin de aumentar los precios, pero tampoco se muestran muy complacientes con sus amigos norteamericanos.

Verdaderamente que los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos enfrentarán serios retos, cualquiera que sea electo, el demócrata o republicano, mucho más allá de la amenaza terrorista que ha sido la espada de Damocles de la actual administración Bush, o por lo menos así lo ha hecho ver, basando la mayor parte de su política exterior en combatir los grupos subversivos islámicos.

La amenaza de Al-Qaeda queda enana en comparación a peder su principal aliado y suplidor de petróleo: Arabia Saudita, quedando a merced de los designios de la OPEP bajo el control de fuerzas más radicales, las cuales parece liderar el presidente de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías quien amenazó de cortarle totalmente el suministro de los Estados Unidos y catapultar los precios por encima de los $200 el barril.

Veremos cuál será el comportamiento de los saudistas en la próxima reunión de la OPEP en Viena el 5 de marzo.

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