Economía

¿Empresa privada?

(AIPE)- En realidad la expresión “empresa privada” constituye una redundancia. La actividad empresaria no puede ser de otro modo que privada. La empresa estatal es una contradicción en términos. No se puede jugar al empresario ni a la competencia. O se opera con todos los rigores del mercado o se está instalado en la órbita política.

En el proceso del mercado abierto, quien sirve los intereses de los demás, obtiene ganancias y quien no da en la tecla, incurre en quebrantos. Para competir hay que hacer simplemente eso: estar en competencia, lo cual implica renunciar al uso de los resortes políticos. Si algún distraído sostiene que puede competirse con las mal llamadas “empresas estatales”, en verdad no sabe de qué está hablando puesto que esas “empresas” (más bien aparatos políticos) recurren a las herramientas que el campo político les brinda para bloquear la competencia. Y si se asegura que no se procederá en esta dirección ¿para qué mantenerlas en la esfera gubernamental, en lugar de enviarlas a competir realmente en el mercado?

Habiendo dicho esto, quiero ahora referirme a un aspecto crucial de las esferas lícitas del sector privado. Escribo “esferas lícitas” puesto que no todo en el sector privado es bueno. La piratería es también privada. De lo que se trata es de poner el ojo en las actividades empresarias propiamente dichas en el contexto del respeto irrestricto por los derechos de todos. El aspecto crucial a que quiero aludir es a las características de flexibilidad y reflejos rápidos que operan en el ámbito de la empresa privada para adaptarse a las siempre cambiantes circunstancias por las que se atraviesa y para atender las también cambiantes demandas de los consumidores. Esto es así debido principalmente a los fuertes incentivos por las recompensas que se vislumbran cuando se satisfacen los requerimientos del público, lo cual incluye infinidad de adaptaciones tales como procesos productivos, nuevos modelos, desplazamiento de métodos, administración, comercialización, personal, finanzas, etc.

Ahora bien, el punto que aquí deseo resaltar se refiere al hecho de que, a medida que las empresas privadas van siendo reguladas por las máquinas estatales, a medida que aumenta la presión fiscal y, sobre todo, a medida que las empresas piden favores, prebendas y privilegios al gobierno, se va produciendo una devastadora metamorfosis. Esto es, la avalancha del aparato de la fuerza va tiñendo, contagiando y absorbiendo al llamado sector privado que, naturalmente, va perdiendo la antedicha flexibilidad y reflejos que le son característicos y, paulatinamente, se va convirtiendo en una estructura anquilosada, rígida, anémica, con bajos incentivos y poca capacidad de reacción. Así, la empresa privada se va burocratizando y, presa de un contrabando maléfico, va calcando las peores mañas del ucase.

Un ejemplo de esto es lo que ocurre cada vez con mayor intensidad con los sistemas bancarios de diversas partes del mundo, donde los “banqueros privados” resultan ser empleados de la hiperreguladora banca central. En estas situaciones, aparece una grosera caricatura del sistema capitalista que desdibuja por completo su esencia en cuanto a la asignación del derecho de propiedad. En estos casos, lo que aparece como una empresa privada, sea del ramo que fuere, es en verdad un emprendimiento estatal con una fachada y con cosmética tramposa. Salvo honrosas excepciones, no son empresarios propiamente dichos, son apenas fantoches enmascarados.

En estos contextos, los mercados cautivos y los privilegios que obtienen estos pseudoempresarios exprimen malamente a sus semejantes, quienes por la vía fiscal deben sufragar las fiestas de estos señoritos embaucadores que en alianza con el poder político empobrecen a las comunidades donde operan. Y para disimular sus fechorías y, eventualmente, calmar sus conciencias, juegan a que hacen obras filantrópicas, igual que el oficial nazi de la SS que acaricia su perrito o el gángster que se fotografía besando un chico pobre. Debemos estar precavidos de estos fantoches vestidos de empresa privada que, como bien escribió Adam Smith en 1776, “conspiran contra el público”.©

* Vicepresidente – Investigador Senior de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Argentina.

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