En Davos, Zedillo le hizo sombra a Clinton y a Blair
Uno de los temas principales del Foro Económico Mundial de este año fue la globalización, especialmente el papel del flujo internacional de bienes, financiamiento y tecnología. El presidente Clinton y el primer ministro (%=Link(«/bitblioteca/tblair/tercera_via.asp»,»Blair»)%) hablaron sobre el tema y atrajeron muchísimo público. Pero el premio por un penetrante examen del libre comercio se lo llevó el presidente mexicano, Ernesto Zedillo.
De hecho, su conferencia fue tan buena que me he visto obligado a revisar hacia arriba mi concepto de los doctorados de economía de Yale. Zedillo se refirió correctamente al beneficio en crecimiento económico que producen las aperturas comerciales, pero aclaró correctamente también que otras políticas paralelas son cruciales. Estas incluyen un mercado libre interno, privatización y estabilidad macroeconómica, inversiones en educación y en salud, además de instituciones democráticas que le den soporte a la seguridad jurídica.
Zedillo describió a quienes le tienen esa fobia feroz a la globalización como una coalición poco católica de grupos de presión en campaña contra el libre comercio. Estos grupos que lograron interrumpir y disolver la reciente reunión de la Organización Mundial del Comercio en Seattle incluyen a los sindicatos de los países ricos y a ambientalistas dementes, además de comunistas y fascistas modernos. El presidente mexicano criticó con dureza los crecientes ataques al libre comercio bajo la bandera de normas laborales y protección ambiental.
Los países pobres pueden competir exitosamente en el comercio internacional especialmente en la exportación de productos que requieren mucha mano de obra no especializada. Si los países ricos obligan a las naciones en desarrollo a ofrecer salarios y condiciones de trabajo como los de Estados Unidos, no podrían competir y por lo tanto se les negaría la manera de crecer y, eventualmente, ofrecer niveles de salarios tipo Estados Unidos.
La cooperación internacional en las regulaciones ambientales pueden ser razonables, pero ese no es motivo para restringir el intercambio comercial. Por el contrario, es el crecimiento logrado a través de la expansión del comercio lo que tiende a generar los cambios estructurales y las políticas que fomentan la protección del medio ambiente.
En contraste con la posición dura de Zedillo hacia quienes muestran verdadera fobia por la globalización, el discurso de Clinton alcahueteaba con esos grupos: “No tenemos instituciones bien desarrolladas para enfrentar los temas del medio ambiente, los temas laborales… por eso la gente está en las calles; no tienen manera de entrar y decir, bueno, esto es lo que yo pienso…” Como los sindicalistas y los activistas del medio ambiente de Estados Unidos sí tienen toda clase de oportunidades para exponer sus opiniones, Clinton ha tenido que referirse a una falta de representación de los comunistas y fascistas.
Una observación grave es que los contactos que se hacen en las reuniones y pasillos no parecen funcionar. Me enteré que a pesar de las mediocres credenciales que tiene el burócrata alemán Caio W. Koch-Weiser, éste sigue siendo un fuerte candidato para reemplazar a Michel Camdessus como director gerente del Fondo Monetario Internacional. La razón es que nadie fuera de Francia quiere a otro francés. Mervyn King, subgobernador del Banco de Inglaterra sería un excelente candidato, pero ¿cómo se puede designar a un inglés cuando el Reino Unido está indeciso sobre su ingreso a Eurolandia? Sin embargo, dado el muy dudoso valor del FMI, puede que resulte mejor instalar allí a un dirigente mediocre, quien no va a reforzar el poder de la institución.
Vi a muchas celebridades en Davos. Más de 40 presidentes y primer ministros asistieron, además de gente realmente importante como Bill Gates, Michael Dell y el reciente premio Nobel de economía, Bob Mundell. Pero debo confesar que no fui influido por el espíritu de Davos, ya que pronto perdí interés por los líderes políticos y ni hablar de tantos senadores, gobernadores, ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales.
Algo que me sigue eludiendo es el propósito del Foro Económico Mundial. Las grandes empresas envían representantes para ver y tratar de influir a los políticos. Los políticos vienen principalmente porque quieren ver y hablar con otros políticos. Y claro, los políticos aprecian la presencia de muchos periodistas. Los académicos vienen porque les gusta codearse con celebridades y disfrutan de vacaciones pagadas en lugares placenteros. La fiesta del sábado por la noche fue notable. La presencia de profesores parece ser para que los políticos y periodistas pretendan que están participando en intercambios académicos. Pero poco de este foro tiene que ver con erudición. Para mí las celebridades y el atractivo de Davos no compensaron un viaje tan largo, además que Swissair me entregó las maletas con 12 horas de retraso. Hasta la nieve estaba mala para esquiar, pesada y húmeda. En enero del año que viene me voy a Utah. ©