Economía

En defensa del CIED

La reestructuración de la principal industria nacional, partiéndola en rolos cual árbol caído, va mucho mas allá del deseo del Ejecutivo de multiplicar los aportes de la corporación; es fruto de una obsesión que emana de la médula de los paradigmas quintarepublicanos. Implica el destierro del redil de PDVSA de dos de sus filiales; el INTEVEP y el CIED. Sobre el INTEVEP ya se ha hablado. El Centro Internacional de Educación y Desarrollo merece su cuota de consideración, ya que dentro del esquema diseñado por el Ministerio de Energía y Minas- oportunísticamente justificada con una asesoría objeto de otros asuntos y para otros tiempos- tendrá un nuevo destino; el Ministerio de Educación (Superior).

Al igual que el INTEVEP, se le pretende vender al venezolano que el CIED es una empresa costosa y que hace poco por el país. Nada más lejos de la verdad: durante el año pasado impartió 5 millones de horas de entrenamiento. Puesto en otros términos, 143 mil personas fueron adiestrados en algún asunto, siempre bajo estándares reconocidos internacionalmente. Sobre su costo, cuarenta millones de dólares anuales, basta decir que cada centavo de ellos es recabado de la matricula de sus cursos. Esa autosuficiencia presupuestaria es algo que no pueden exhibir las universidades públicas y, si bien es de dos a cuatro veces el presupuesto de una universidad privada caraqueña -con cinco mil o diez mil estudiantes- es, por ejemplo, equiparable a lo que nos costo el capricho del Amazon Explorer.

Durante el proceso de nacionalización de la industria petrolera, a mediados de los 70, se observó que la cultura organizacional de los empleados de las diversas empresas operadoras mostraban un alto grado de heterogeneidad. Ello causó gran preocupación a los nuevos directivos de la estatal petrolera, ya que la experiencia les enseñaba que ello sería fuente de ineficiencia. Ante eso, decidieron crear una estructura educacional corporativa -el CEPET, predecesor del CIED- que atendiera los ingentes problemas de formación profesional y, concurrentemente, contribuyera a desarrollar una identidad cultural propia.

La misión de esas estructuras corporativas educacionales y de desarrollo gerencial como el CIED, es formar a los gerentes, para asegurar la proyección y liderazgo institucional; entrenar a los profesionales y técnicos, para mantener el dominio técnico del negocio y; capacitar a los obreros, para incrementar la eficiencia y seguridad de las operaciones. Una cultura organizacional idónea actuá como columna vertebral del quehacer operativo y permite una alta eficiencia administrativa. El llevar a todos los empleados petroleros venezolanos, a lo largo y ancho del territorio, a abrazar una misión institucional, compartir una visión de su negocio y exhibir homogeneidad en los procedimientos y procesos operativos, es uno de los logros más singulares del CIED.

No obstante, tal logro es considerado por el Ejecutivo como algo cercano a traición a la patria. Para los jerarcas del oficialismo, la existencia de esa cultura corporativa fue lo provocó y ha mantenido vigente el paro dentro de la industria petrolera. Ante eso, el remedio más conveniente a los intereses del proceso revolucionario es talar; eliminar la fuente en donde los hombres y mujeres del petróleo abrazaron una misión y se comprometieron con una visión que los hizo profesionales y solidarios en el devenir de su corporación.

El pretender que la existencia de tal cultura es inconveniente a los intereses del Estado es algo supremamente estúpido. Y la mejor prueba de ello, es aplicar el mismo razonamiento a otra estructura estatal cuyo funcionamiento también depende de principios como la meritocracia y el profesionalismo. Me refiero a la Fuerza Armada Nacional y, específicamente, a sus academias y escuelas de formación. En esas estructuras educativas propias, paralelo a la formación profesional, se trata de inculcar una cultura particular que prepare a cadetes y oficiales para tener un impecable desempeño en sus labores. Cuando la academia militar no logra generar ese “espiritu de cuerpo”, los resultados saltan a la vista.

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