Economía

ExxonMobil, una empresa modelo

(%=Image(4802433,»L»)%)Dallas (AIPE)- En 1930, en medio de la Gran Depresión, unos periodistas le preguntaron a Babe Ruth, máxima figura del béisbol de entonces, cómo justificaba ganar más que el presidente de Estados Unidos. Su contestación fue “¿Y por qué no? Yo tuve un mejor año que él”.

Pensé en esa contestación genial de Babe Ruth al leer la reciente columna de Paul Krugman, en el New York Times, criticando que la junta directiva de ExxonMobil le haya pagado al recién retirado Lee Raymond 686 millones de dólares durante los 12 años que fue presidente de la empresa. Krugman afirma en su columna que Raymond convirtió a ExxonMobil en “enemigo del planeta” para beneficio personal.

¿Cómo es que el exitoso presidente de una gran empresa que tiene más de dos millones de accionistas satisfechos se ha convertido en el anti-Cristo para Krugman?
Raymond heredó una empresa subvaluada y la transformó en una tan eficiente que se ha convertido en modelo no solamente para la industria petrolera sino para el sector privado en general. Durante la presidencia de Raymond, el valor de las acciones de ExxonMobil se quintuplicó y el valor mercado de la compañía se disparó de 82 millones de dólares a más de 352.000 millones.

Durante su carrera de 43 años en la empresa petrolera, Raymond ascendió de ingeniero de producción a presidente. ExxonMobil tiene 86 mil empleados en 20 países, trata muy bien a sus trabajadores y paga sueldos por encima del promedio en la industria. Durante la presidencia de Raymond, la empresa nunca se vio obligada a despedir personal.

Por el contrario, la empresa donde trabaja Krugman, The New York Times Co., es considerada una empresa de bajo rendimiento por los principales analistas financieros. La circulación de muchos de sus periódicos ha caído y pierden dinero. En septiembre del año pasado anunció que despediría a 500 personas este año, lo cual equivale al 4 por ciento de sus empleados.

La crítica de Krugman se centra en que la ExxonMobil no es suficientemente “verde” y que no está enteramente convencida de que el recalentamiento global que está sucediendo se debe a las emisiones de dióxido de carbono causadas por el hombre. Y le molesta especialmente que la empresa, a lo contrario de sus rivales BP y Shell, no apoye el Tratado de Kyoto sobre cambios climatológicos.

Pero el Senado de Estados Unidos tampoco creía en eso y por ello votó 95 a cero en contra de las súplicas del vicepresidente Al Gore al presidente Bill Clinton de conseguir la ratificación del Congreso de ese tratado. Clinton, hábil conocedor del ambiente en el Congreso y de la opinión pública, no pidió la ratificación, ganándose así la rabia sostenida de su vicepresidente.

Las principales razones del Senado eran que muchos estudios independientes demostraban que las reglas draconianas de Kyoto obligarían a un gran recorte en el uso de energía, lo cual hundiría a la economía norteamericana en una prolongada recesión. Por otra parte, las economías extranjeras que más rápido estaban creciendo, como la India, China, Brasil y México, no estaban sujetas al tratado.

La antipatía que Krugman siente por el capitalismo moderno y por las grandes empresas es bien conocida. Al criticar duramente a ExxonMobil, Krugman revela intereses personales que han sido ignorados por los medios. En 1999 recibió 50 mil dólares como asesor de la empresa Enron, que entonces formaba parte del International Climate Change Partnership (Sociedad Internacional de Cambios Climáticos) y del Pew Center on Climate Change’s Business Environmental Leadership (Dirección de Liderazgo Empresarial del Centro Pew de Cambios Climáticos)
Enron estafó millones de dólares a sus accionistas y empleados, tenía grandes inversiones en fracasados proyectos de energía solar y molinos de viento, a la vez que aspiraba convertirse en importante intermediario en el intercambio de créditos por emisiones de dióxido de carbono. Esa supuesta “solución de mercado” para reducir el recalentamiento global le hubiera producido a esa empresa de Houston, Texas decenas de miles de millones de dólares.

Quizás Krugman debiera apuntar sus cañones contra alguien que lo merece como Ken Lay, el actualmente enjuiciado ex presidente de Enron.

___* Académico senior del National Center for Policy Analysis.

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