Economía

Hablemos ¿de qué?

La devaluación de nuestra moneda ha contribuido a brindarnos la posibilidad de tener un patrimonio incalculable si pensamos en el futuro. No siempre es capital lo que acumula el hombre, también se pueden reunir anécdotas y experiencias. ¿En qué consistirá ese patrimonio que podremos sustentar en la perdida de valor de nuestra moneda?. Bueno, nada más y nada menos que en un patrimonio histórico, que desatará el asombro en nuestros niños, quienes con ojos luminosos nos mirarán incrédulos cuando les hablemos de aquella moneda llamada centavo o conocida más popularmente como “puya”. Menos nos creerán cuando les digamos que un “medio” tenía veinticinco centavos y que más de uno disfrutó la maravillosa ventaja de recibir veinticinco caramelos a cambio. ¿Y de la locha?. El asombro será parecido al que vivíamos nosotros cuando nuestros abuelos nos hablaban de las morocotas. Si para uno era inconcebible la idea de que el oro circulara libremente en forma de moneda, para ellos será hasta motivo de risa pensar que existió una moneda digna de tal denominación. Lo cierto es que la locha también tenía su valor porque si muchos pagaron con un “medio” aquellos helados conocidos como morochos, estaba claro que un helado costaba doce céntimos y medio.

Lo realmente increíble de estos procesos es que se han producido en un tiempo muy corto. Ya estas no son historias que se transmiten de abuelos a nietos como sucedía antes, basta el paso de una generación a otra para acumular un buen anecdotario. Por otra parte en la medida en que las monedas perdían valor desaparecían de circulación y comenzaron a aparecer billetes de todo tipo, hasta aquellos azulitos que equivalían a uno y dos bolívares. Nos acostumbramos al papel con una velocidad inusitada.(Tendemos a acostumbrarnos a todo muy rápidamente). Las monedas nos parecían un juego de niños y casi llegamos a olvidarlas por completo.

Finalmente nos toman de nuevo por sorpresa. Un buen día se decide no fabricar más billetes de cinco, diez, veinte, cincuenta, cien y quinientos bolívares. Las monedas menos sonoras, pesadas y brillantes que las de antes invaden el mercado. No fueron muy bien recibidas. Entre otras cosas porque implicaba para muchos rescatar aquello de las “chacaritas”, “portamonedas”, “monederos” etc. Se comienza a escuchar con mucha frecuencia: “Detesto las monedas” y a la par comienza a surgir esa propuesta que nunca falta, consecuencia de lo que se ha posicionado como “viveza criolla”: No tengo sencillo. Pero claro, ¿cómo va a tener sencillo si todos odiamos las monedas?. La practica se fue extendiendo. Mientras eso sucedía no nos quedaba otra alternativa que darnos cuenta que aquel tiempo de los billetes ya no volverá, lo cual nos conduce a un reconocimiento inmediato del “sencillo” y su valor. Casi sin darnos cuenta comenzamos a sentir un “amor” sutil por las moneditas, porque a cualquiera se le podía escapar la quincena en el descuido. Pero como vamos muy rápido, volvemos a ser víctimas de nuestras propias posiciones, lo de no tener cambio se había extendido demasiado. ¿Y ahora?.

¿Es que cada vez que vamos de compras tenemos que mostrarnos indiferentes ante el abuso de muchos comerciantes que sonríen felices y contentos tras su caja registradora quedándose con los setenta y cinco céntimos, los dos o tres bolívares que le corresponden de vuelto, amparados en que no tienen sencillo?. ¿No es obligación de los comerciantes estar preparados con el suficiente “cambio” para atender adecuada y justamente a los clientes?. ¿Todo ese dinero acumulado de la suma de un vuelto y otro “robado” amigablemente al usuario, a manos de quién va a parar cuando se realiza el cierre de la caja registradora?. ¿Ha pensado usted cuanto puede sumar ese dinero que pareciera no importarle a nadie?. Si no fuera mucho, la practica no se habría extendido tanto. ¿Si no fuera mucho no cree usted que fácilmente dicha practica podría realizarse a la inversa y ser nosotros como consumidores quienes no paguemos esa diferencia que se cuenta en céntimos?. Inténtelo y verá como a cambio recibirá un insulto. Reclame su vuelto y recibirá una torcida de ojos que en el fondo significa:” …#…”# …Pichirre”. Pareciera que en este caso como consumidores tenemos las de perder. Sin embargo, sería bueno que no se moviera del lugar hasta que le haya sido entregado su vuelto completo, así se trate de cinco céntimos. ¿O es qué usted no se los ganó a fuerza de su trabajo?. Recuerde que en el anecdotario, los céntimos aun tienen su valor.

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