Economía

La crisis de la cuarentena impulsó a los venezolanos a reinventarse

Tres venezolanos abrieron sus apartamentos para ofrecer productos a la venta, con facilidades de pago y al servicio de todos sus vecinos

El viernes 13 de marzo la vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodríguez, en cadena nacional, anunció los “dos primeros casos confirmados” en el país. Y con ello, la inmediata suspensión de clases en todos los niveles y la entrada en vigencia de una cuarentena cuyas medidas serían explicadas por Maduro, quien el domingo 15 oficializaba la cuarentena de manera parcial en Venezuela para el lunes 16 y en confinamiento radical en todo el territorio nacional a partir del martes 17.

Hubo excepciones. Centros de salud, farmacias y establecimientos de venta de alimentos conocidos como “sectores priorizados” tenían permiso para trabajar.

El confinamiento no era ni es igual para todas las personas. Sobre todo para quienes su sustento se basaba en el comercio informal y el resto de los rubros no priorizados: centros comerciales, agencias de viajes, vuelos, turismo, transporte público, zapaterías, cafeterías, restaurantes, ferreterías, tiendas de ropa, entre otros.

¡Y llegó la reinvención!

La crisis económica empezó a tocar las puertas de todos. Con empleo o sin empleo. El país se dolarizaba a pasos agigantados -aún en confinamiento-. Sin embargo, esto dio pie a las inventivas, a no dejarse aplastar por la emergencia que no solamente golpeaba a Venezuela sino al mundo entero.

Ventas de comida (con servicio de delivery), postres, bebidas y equipos electrónicos, se dieron paso en las tiendas online y redes sociales. Las personas empezaron a ofrecer sus productos en las distintas plataformas digitales para no solamente paliar la situación económica, sino también para resolver las necesidad de los demás. Y así surgieron muchas opciones para todos los gustos.

Foto: Lenys Martínez

En la parroquia Caricuao, específicamente en el sector UD7 de Ruiz Pineda, hay muchos establecimientos y pequeños abastos. No obstante, en los edificios surgieron personas que les tocó emprender en cuarentena que, se convirtieron en una fuente de salvación para otros.

Analítica.com conversó con tres personas que desde sus apartamentos, tomaron la decisión de hacerle frente a la cuarentena, a la crisis y también tenderle una mano al vecino.

Una bodega con “la gracia de Dios”

Luis Cardier y Yaritza Rojas de Cardier son un matrimonio joven que decidieron tomar al toro por los cuernos y no detenerse ante la crisis que apretaba a consecuencia de la cuarentena.

Foto: Lenys Martínez

Antes de iniciar la conversación para Analítica.com, una oración con Dios marcó el inicio para que todo fluyera, pudieran abrirse y contar su experiencia a los lectores.

Luis estaba a punto de iniciar en un nuevo empleo en un Ministerio, pero todo se detuvo con el inicio del confinamiento. Él contaba con 1.500.000 Bs. en marzo, cuenta Yaritza. “Nos quedamos sin dinero, sin nada, porque lo que teníamos se había gastado en la construcción de la cocina. Sin embargo, con esa plata comenzamos a comprar pan de todo tipo: campesino, de guayaba, acemitas, bizcochos, sándwich. Esa fue la primera inversión”, confiesa.

No obstante, ella comenta que los vecinos fueron bastante receptivos, pero también tuvieron dificultades porque parte de la mercancía se llegó a dañar y tuvieron pérdida de pan. Posteriormente continuaron comprando, pero en menor cantidad. Luego del pan, llegó el queso como compañero de productos. Cinco kilos marcaron su comienzo.

“El queso es un salado que las personas lo usan a diario, es como la comida típica del venezolano: si no tenemos queso, estamos mal. El queso nos ayudó a seguir levantando la bodega y después de eso vino una entrevista con el dueño de un camión de Empresas Polar quien me permitió adquirir un código y así comprar su mercancía y venderla. También llegó otra distribuidora que es la Gloria de Dios que nos permite vender sus productos de caraotas y maíz para cotufas. Son a crédito”, explica Luis.

Delivery en el mismo edificio

Luis y Yaritza coinciden que muchas personas se benefician de la bodega. Crearon un grupo en la plataforma WhatsApp. Por allí anuncian la llegada de la mercancía y la disponibilidad de otras. “Algunos necesitaban que se les llevara el producto porque tenían miedo a salir. Yo les hacía el delivery hasta su casa gratuitamente. Fue una solución en el medio del caos”, confiesa él.

Foto: Lenys Martínez

Ambos destacan que el aumento de los precios constantemente, el alza del dólar y algunos morosos, les ha afectado para la reposición de la mercancía. “Hubo que poner la venta en dólares, se compra en dólares, pues hay que venderse en dólares”, subraya ella.

Luis señala que una de las recomendaciones que recibieron antes de iniciar el negocio era que no aceptaran los pagos posteriores, es decir, fiados. “Pero resulta y acontece que este negocio tiene la gracia a Dios” (se quiebra con algunas lágrimas). Silencio.

Yaritza sale al paso y se pregunta: ¿Cómo no le vas a dar un producto a una persona que tiene la necesidad? ¿Cómo decirle a alguien ven mañana cuando necesita hoy una harina, un queso? A nosotros nos ha pasado. Lo hemos vivido y no tener a alguien cercano que pueda ayudar porque los familiares también atraviesan por la misma situación. “Pero Dios nos ha dado la base para poder resolver”, dice.

Foto: Lenys Martínez

Ante los morosos, manifiestan que hacen recordatorios por mensajes vía WhastApp o a través de llamadas. Ofrecen holgura para pagar, pero cuando ha pasado mucho tiempo, deben simplemente expresar que necesitan el pago para poder comprar más mercancía. Algunos no han podido ponerse al día y otros no han querido.

El matrimonio señala que las chucherías, la harina pan, la mantequilla, los panes y el café son los productos que más se venden. “El café tiene algo que alivia el estrés (risas) y el pan sale mucho a diario. Por lo menos 30 panes diarios”, expresa Luis.

Si se termina la pandemia, la bodega igual seguirá

Ella comenta que la bodega en su hogar ha sido una bendición porque se pueden administrar diariamente, permite cubrir las necesidades no solamente tanto la de ellos como la de los vecinos. “Dios nos ha dotado con habilidades y toda esta situación nos ha llevado a aprender y emprender para no depender de otras personas”, enfatiza.

Foto: Lenys Martínez

Así como ellos, otras personas han emprendido en el mismo edificio con otros rubros: charcuterías, venta de combos de pollo rostizado, dulces, reparación de equipos electrónicos, manicure, pedicure, e inclusive carreras privadas. Porque en medio de la crisis y el caos… también hay soluciones.

Una maestra que también decidió vender desde su hogar

Vanessa Escalona es docente de Preescolar y madre soltera de un niño de ocho años. Quedó desempleada un poco antes de que se estableciera el confinamiento en el país. Cuenta que se vio en la necesidad de hacer algo para sobrevivir mientras “que todo pasaba”. Contaba solo con 40 dólares.

El sonido de un torrencial palo de agua acompañó esta conversación para Analítica.com con la joven maestra, quien no se amilanó ante las situaciones que le ha puesto la vida.

Le costó arrancar con el negocio. Lo primero que compró fue una paca de Harina Pan (18$), media caja de atún (11$) y medio bulto de azúcar. Ella pensaba que la pandemia duraría poco tiempo y mientras “eso se resolvía”, pues lo invertido la ayudaría a solventar algunas cosas, así como también la necesidad de otros vecinos en el edificio.

Foto: Lenys Martínez

Una mano para los vecinos

No obstante, los habitantes del edificio han encontrado una opción en estas bodegas para poder “comprar” fiado y cancelar después. “La mayoría de mis clientes son para ayudarlos yo también. Les doy la opción de pago para 15 días, tres semanas, un mes. Claro, debo estar pendiente de la variación de precios para cuando me vayan a cancelar.

Vanessa cuenta que cuando inició en el negocio, los precios los estableció en bolívares. Sin embargo, tiempo después tuvo que marcarlos en dólares. Así funciona ya Venezuela: ¡dolarizada! “La mayoría de las personas pagan en bolívares y si ese dinero no lo cambias rápidamente a dólares, te devalúas”, afirma tajantemente y por ello, también afirma que la compra de los productos tiene su riesgo por la vulnerabilidad del precio del dólar: “hoy está a un monto, mañana otro y debes ajustar”.

Ventajas de tener el negocio en casa

En su hogar vende harina de maíz, arroz, pasta, mantequilla, café, jabón de baño, pasta dental, aceite y refrescos, productos que tiene a la mano para sus vecinos y también para ella y su núcleo familiar. Adicionalmente, otra de las ventajas de poner una bodega en casa es que puede atender también a su hijo con sus clases virtuales.

Foto: Lenys Martínez

Esto de alguna manera me ha ayudado y también a los vecinos para que paguen cuando puedan. Lo acepto porque sé que la situación está difícil y yo en algún momento hubiese querido que algún vecino vendiera comida, un fiao, nunca lo tuve. Soy madre soltera, he pasado trabajo, a veces he tenido para el desayuno y no para el almuerzo”, confiesa.

A ella la mayoría de sus clientes son personas que tienen a su cargo niños o adultos mayores, cuyos ingresos no le alcanzan para salir inmediatamente al mercado y comprar una mantequilla, un aceite, una harina o un café para pasar algunos días de la semana. Tienen flexibilidad para pagar.

Foto: Lenys Martínez

Lo más demandado y más vendidos

Vanessa destaca que el bulto de 48 empaques de cafés de 100 gramos no le dura ni una semana en su casa. “Vuela. Es impresionante” (risas), dice. Pero también la harina y la mantequilla también salen rápido. Aunque el producto más demandado es: el refresco. A su juicio, una harina rinde más, en cambio un refresco se acaba más rápido. “Si compro cuatro cajas, todas se venden” (risas).

Estas tres personas con sus respectivas bodegas han sido un éxito y a la vez una bendición para el resto de los vecinos del bloque 15 de la UD 7 de Caricuao. El contexto de la cuarentena hizo difícil para algunos poder llevar un alimento a la mesa bien sea por no contar con suficiente dinero o por no exponerse a contraer el virus en la calle.

Luis, Yaritza y Vanessa emprendieron y abrieron sus apartamentos para ayudarse no solamente a ellos, sino también al entorno ofreciéndoles variedad de productos y facilidades de pago… ¡en pandemia!

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