Economía

La cultura antieconómica

Primero que nada, pido disculpas si alguien se siente ofendido porque me voy
a referir a la forma de ser de uno mismo (no excluyo que también yo tenga
alguno de esos defectos), específicamente a la cultura económica
predominante en este lado del mundo. Sin embargo, asumo el riesgo de caerle
antipático a más de un lector de estas líneas, pero alguien tiene que
hacerlo porque sería peor que siguiéramos así indefinidamente sin que nadie
dijera nada en público.

Nuestra cultura económica es una de nuestras principales razones para que el
país en general y la mayoría de los habitantes se mantengan pobres y
subdesarrollados, no importa que se cambien los gobiernos, que vengan los
liberales amarillos, los 2nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos
procedimientos», democracias, «nuevo ideal nacional» o quinta repúblicas, o
cualquiera de las innumerables transformaciones gatopardianas que ha
experimentado Venezuela a casi 190 años de aquel 19 de Abril de 1810.

Si queremos transformarnos de verdad-verdad, debemos comenzar por la base y
las autoridades de turno, en vez de jugar al populismo, deben preocuparse en
enseñarle a la gente, a cada persona para que ésta ayude a cambiar al país
para bien.

Aversión a la riqueza

Culturalmente somos adversos públicamente a la riqueza y al dinero, pero «a
la callada» nos encanta, y eso es causa de la envidia, porque no somos
sinceros ni estamos desacomplejados. Es una muy mala costumbre hablar del
tema, salvo que sea para gastarlo, o para «hacer una vaca» para comprar
bebidas alcohólicas y espirituosas. El éxito es socialmente condenado.

Una vez que yo iba en un carro por puesto, uno de los pasajeros comentó,
cuando pasábamos frente a una parcela muy bien cuidada, y con un tono que
destilaba la envidia y el odio:

«– ¡Cómo le ha sacado real ese tipo a esa tierra!»

Al poco tiempo, esa tierra fue quemada, y luego le cayeron unos invasores
que pusieron unos «dignos» ranchos.

Ahora bien, reflexionemos. Esa tierra no era propiedad del envidioso que
iba en el carro (por cierto, no volteé a verle la cara, pero tampoco creo
que él haya sido el culpable del incendio) por lo que lo que le sucedía a
esos terrenos no eran en absoluto de su incumbencia, y su dueño podía hacer
en ellos lo que le diera la gana (para eso es propietario, y tenemos que
cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios que ordenan NO ROBAR, y NO
CODICIAR LOS BIENES AJENOS), ya sea venderlos, descuidarlos, echarles
ganado, usarlos solamente para ir a hacer fiestas en ellos y beber caña como
le diera la gana, o sembrarlos productiva y racionalmente para sacarles el
máximo provecho. Ah, pero ya va, estamos excluyendo también el hecho de que
cuando a uno no le incendian la hacienda, entonces le roban la cosecha o los
frutos. Y si ellos también tienen su pedacito de tierra, entonces ¿por qué
no la trabajan bien y hacen lo mismo que el otro? Dicen que tener mucho
dinero es un pecado, ¿pero robar, envidiar y destruir no lo es?
Fijémonos en muchas calles de los pueblos, donde los techos son de teja.

Por efecto imitación (porque nadie nace aprendido) cuando un muchacho va
caminando por la calle lo primero que se le ocurre al ver una piedra es
lanzarla al techo más cercano y luego sigue caminando tranquilo y sin ningún
remordimiento, como si no hubiera ocasionado un daño cuya reparación puede
costar decenas de miles de bolívares. Y veamos el hecho desde un punto de
vista económico: cuando un ladrón roba el objetivo es quedarse con un
dinero o un bien ajeno, pero cuando este muchacho lanza una piedra al techo
de una casa (o a un parabrisas de un carro, como le hicieron a una
diplomática norteamericana en Venezuela, matándole a su hijo) o cuando un
envidioso le quema la hacienda a su próspero vecino, está haciendo un
esfuerzo físico por el cual se gasta energía, pero no obtiene nada material
a cambio, y ni siquiera la satisfacción porque muchas veces ni se enteran de
lo que hicieron con ese acto tan «inocente».

Comparemos

Creo que a muchos les gustaría ver una revista o un medio del tipo Fortune o
Forbes donde se puedan ver los venezolanos exitosos en el mundo de los
negocios. Por cierto, se sabe que en Venezuela hay personas que son tan
ricas como las familias que tradicionalmente encabezan las listas de mayores
fortunas (Cisneros, Mendoza, etc.) pero andan anónimamente por las calles
sin que nadie se entere de ellos, y es que aquí a nadie le gusta decir lo
que tiene porque se convierte en objeto de envidia y odios gratuitos hasta
de personas a quienes no conoce ni ha tenido relación indirectas con ellos.

Y con la envidia luego vienen los deseos de destruirle su fortuna, ya sea
para quedarse con ella o simplemente ver la satisfacción de verlo pobre
nuevamente. Esos deseos incluyen el ser objeto de actos delictivos, lo cual
nadie desea.

Todo lo contrario sucede en otros países, donde se admira al próspero y
emprendedor y no se le envidia, sino que es un ejemplo a imitar y seguir.

En Estados Unidos el señor H. Ross Perot se lanzó a la política mostrándose
como empresario multimillonario, y en la misma vía estuvieron Steven Forbes
y Donald Trump.

Ojalá …

Ojalá en Venezuela seamos pronto un país con una cultura económica
diferente. Muchas de las fortunas que se encuentran atesoradas y acumuladas
podrían aparecer a la luz pública y poner a mover la economía del país, y
que no sigamos con estas costumbres primitivas de la envidia y la
destrucción. Aquí cualquier emprendedor debe pensar doble al hacer sus
planes: no solamente el negocio debe ser rentable, sino que también debe
repartirle a los políticos y a cualquier funcionario con cualquier poder (un
portero, una secretaria, etc.), además de hacer las debidas provisiones y de
sacar del país los beneficios a países o territorios donde la propiedad
privada y ajena esté más garantizada, porque hay que prepararse para cuando
los envidiosos que no están chupando con uno (sin que ellos hayan invertido
una locha) alcancen alguna posición desde la cual buscarán destruirlo a uno.

Y eso ocurre no solamente con el sector público, sino también en la parte
privada: si uno va a alquilar o comprar una propiedad y cometió la
imprudencia de anunciar sus planes, muy difícilmente conseguirá un local
barato, y si lo consigue barato y le va bien entonces el dueño o ex -dueño
querrá que uno comparta con ellos su éxito individual, porque a todos nos
encanta que nos den, especialmente si uno no hizo ningún esfuerzo, pero a
ninguno le gusta hacer. Y hay que ver como surgen familiares, amigos,
compañeros de primer grado, compadres, primo de un amigo del compadre, etc.

Si queremos construir un país nuevo de verdad, esperemos que no se sigan
exaltando los viejos valores culturales que tanto daño nos han hecho, desde
la época de la colonia hasta ahora. Debemos comenzar a pensar en que la
riqueza proviene del trabajo personal de cada uno, y no del robo, ni de los
chanchullos, ni nada malo. Y no solamente pensarlo, sino hacer que de
verdad sea así. Un negocio puede parecer muy bueno, pero cuando uno piensa
que la burocracia y los políticos locales le van a poner todos los
obstáculos, y que le van a surgir todo tipo de chupamedias, ya uno sabe que
los márgenes de ganancia esperados serán mucho menores, si es que no lo
desilusionan. Esa es la causa principal del bajo nivel de inversiones que
reflejan las cifras macroeconómicas, de la fuga de capitales (tanto los bien
como los mal habidos) y de la fuga de cerebros (porque en nuestra cultura,
una persona preparada e inteligente es un peligro social, más que una
epidemia de tuberculosis).

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