Economía

La economía colombiana

La explosión de júbilo de empresarios y Gobierno por el crecimiento del 8% durante el primer trimestre del presente año, contrasta con varios factores de preocupación generalizada sobre los manejos de la economía: 1. gasto público y revaluación; 2. altos niveles de desempleo; 3. problemas estructurales de política monetaria. De manera que realizadas las sumas y las restas, lo mejor es contemplar con reserva las cuentas desbordantes de satisfacción. Un crecimiento positivo de sectores como el comercio, la construcción y la industria genera evidentes señales de confianza de la inversión tanto a nivel interno como externo. Es un signo de buenos tiempos cuando los balances positivos globales propagan buenas noticias. Sin embargo, de cerca las cosas pueden manifestar otro aspecto. Los factores causales pueden reflejar tan sólo un síntoma de resultados a medias.

La pregunta más elemental sugiere considerar si con este crecimiento todos somos ganadores. Y aquí el marco de explicaciones comienza a tomar diferencias. Porque los indicadores de desempleo reflejan un camino a la inversa. Lo que no se resuelve con el criterio sobre mayores costos de mano de obra. Puede juzgarse más bien que los beneficios del crecimiento están demandando de los ricos un bajo riesgo de inversión con altos costos sociales para una mayoría. Los ganadores en el mercado juegan con estrategias de ventaja acumulada sin mayores sacrificios tributarios. De modo que la aparente paradoja de un crecimiento elevado con altas tasas de desempleo, manifiesta una engañosa rentabilidad.

Otro importante argumento se relaciona con una lógica del comportamiento económico que prevalece como sabiduría convencional. Adopta el principio según el cual la economía estaría blindada contra la política. O que un balance de crecimiento económico de 8% se muestra indiferente a los escándalos de la para-política. Tras esta convicción se oculta una perversa estratagema de separación de esferas complementarias de poder. Los inversionistas y sus capitales se harían sordos al contexto político del lugar en donde van a depositar su confianza. Mientras se repite como unidad memética de información: «a la economía le va bien, aunque al país le vaya mal».

Aunque visto en perspectiva podría ser convincente que el manejo de la economía no dependiera estrictamente del carácter maleable de la política, existen por lo menos dos razones para desconfiar en la pureza de este argumento: (a) las relaciones de incentivos e intereses y (b) la volatilidad de los capitales. Y para el caso que nos ocupa es evidente que durante este Gobierno los empresarios han gozado de grandes ventajas y distintas formas de exenciones. Que los incentivos de inversionistas en la construcción, el comercio y la industria, hayan marchado aceleradamente durante el primer trimestre, guarda relación con la protección y los flexibles controles del Gobierno al ingreso excesivo de capitales. Este último factor se cuenta entre los temores en materia macroeconómica.

El argumento de mayor reserva, sin embargo, es más político que económico. Porque se origina en un factor subrayado en todos los informes: los gastos suntuosos. Que circule una mayor riqueza no es el problema en una sociedad. Pero que la riqueza demuestre unos gastos de lujo por parte de una minoría mientras la mayoría se debate entre la pobreza, es una aberración social de magnitudes preocupantes. Quienes tengan ingresos con una capacidad de gasto para invertir $1000 millones de pesos en un carro, superan cualesquier dato razonable sobre las capacidades financieras de un empleado o trabajador común y corriente.

Luego, los indicadores de crecimiento económico, no demuestran todos y cada uno de los factores que están inflando la economía. Una relación relativamente equilibrada entre gasto público y revaluación, como la que estamos presenciando no encuentra una adecuada justificación teórica (ni aplicada). Y sin caer en penosas exageraciones sobre los flujos de capitales que circulan en el país, lo más sensato será creer que esta época de bonanza económica se despejará cuando los pobres tengan acceso a más empleos, haya más educación y se cierren menos hospitales.

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