Economía

La nueva escuela económica detrás de Obama

Austan Goolsbee pasó de ser profesor de economía en la Universidad de Chicago a principal asesor económico de Barack Obama. Los dos se conocieron en 2004, cuando Obama era el candidato Democrático a senador por el estado de Illinois contra el aspirante Republicano Alan Keyes. Los Demócratas, queriendo asegurarse de que la plataforma económica superara a la Republicana, contactó a Goolsbee, a quien Obama conocía por su reputación de experto económico desde sus propios años como profesor de derecho constitucional en la misma universidad.

El plan económico de Keyes era abolir el impuesto por ingresos y reemplazarlo con un impuesto nacional por ventas que excluía las compras de vivienda, comida y transporte, así como los gastos de los pobres y de la tercera edad. Durante 2004, la campaña de Obama se acostumbró a llamar a Goolsbee por su experticia. El candidato intercambió e-mails con el profesor, pero no tenían contacto cara a cara, hasta que se conocieron en octubre, durante el segundo debate televisivo con Keyes.

Goolsbee lo esperaba afuera de los estudios de la ABC cuando Obama apareció y se sorprendió, ya que no podía creer que este tipo flaco, alto y juvenil pudiese ser el típico viejo académico que esperaba ver. Goolsbee, hoy de 39 años, se graduó en Yale en 1991 y obtuvo su doctorado en MIT en 1995; en poco más de una década se construyó un amplio y notable résumé, que incluye membresía en el Panel of Economic Advisors de la Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense, columnista del New York Time y de State, una beca Fulbright, y hasta una breve estancia como anfitrión de un programa de televisión: History’s Business en el History Channel. Goolsbee es un tipo inteligente.

Generaciones de los mejores y más brillantes han pasado por Washington, DC, generalmente sin efectuar cambios significativos. En esto, Goolsbee podría o no resultar excepcional. Aunque es algo diferente en una campaña presidencial: es parte de una generación de economistas que se han enfocado en Internet, los efectos de la red, economía del comportamiento, y neuroeconomía. Gane o pierda Obama, esta es la primera vez que un candidato presidencial estadounidense ha tenido un asesor económico en jefe cuya visión y habilidades son las de un economista del siglo 21.

Más aún, si Obama gana, las elecciones de 2008 dividirían las aguas en la historia política estadounidense por razones no relacionadas con el color de piel del candidato. Durante décadas, el residente de la Casa Blanca ha estado cercanamente asociado con el Sur y el Suroeste. Ahora alguien de la cosecha intelectual asociada con la Universidad de Chicago es un candidato plausible. Junto a Goolsbee y otros miembros de este movimiento intelectual -incluyendo al profesor de la Chicago Business School Richard Thaler, fundador de la economía del comportamiento, y al profesor Cass Sunstein, ex profesor de la escuela de derecho de Chicago-, Obama se suscribe a un definido juego de teorías económicas desarrolladas en esa universidad, y a un correspondiente juego de prescripciones de políticas.

Esta gente son chicagoenses que hacen las cosas a su manera, sobre la base de que el primero que toca, entra primero. Si Obama llega a la Casa Blanca, no serían tímidos en cuanto a la implementación de estas prescripciones.

El mejor comportamiento

La economía del siglo 21 está preocupada por la tecnología, tanto como fuerza para el cambio como una fuente de introspección sobre el comportamiento económico. Goolsbee admite que inicialmente no captaba el poder transformador de una nueva tecnología: «Cuando estaba en MIT, tuvieron una prueba beta de Mosaic, el primer navegador popular. Recuerdo haberlo mirado, y tenía un mapa de tiempo o algo. Ahora, para ser justo conmigo mismo, no había websites entonces. Pero recuerdo haber dicho, ‘Esto es estúpido, ¿qué sentido tiene?’. Ahora, por supuesto, es obvio. Y para cuando me entregaron la World Wide Web, me dije, ‘¿a quién le importa?’.»

Sin embargo, pronto captó el asunto: «Cuando apareció Internet, se sucedió un ardiente debate entre los economistas. Un lado decía que Internet le facilitaría a las compañías discriminar los precios, y que sería fabulosamente beneficioso. El otro lado argumentó que Internet sería el gran ecualizador, que haría de los mercados algo cercano a lo perfectamente competitivo y a la gente mucho más sensible a los precios, y que las ganancias serían altamente constreñidas. Yo quizás sea el más asociado con la segunda posición. Discutiblemente, quizás tuve suerte, pero lo que escribí resultó ser básicamente correcto.»

Los escritos de Goolsbee sobre el tema generaron interés y a finales de los 1990s publicó trabajos muy influyentes que evaluaban los efectos depresivos de la tributación en el comercio de Internet. Finalmente, habiendo sido profesor asistente de economía en la Universidad de Chicago a los 26 años, Goolsbee (nacido en Waco, Texas, y criado en California) llegó a la titularidad a los 32 años.

Hoy en día, los economistas de la Universidad de Chicago no son como los seguidores fundamentalistas de Milton Friedman, quien hizo famosa a la universidad en el siglo pasado. Los libros y revistas que promueve la facultad se asemejan a lo que Steven Levitt popularizó en 2005 en el best-seller Freakconomics. Levitt, otro economista de la Universidad de Chicago que recibió su PhD en MIT, subtituló su libro A Rogue Economist Explores the Hidden Side of Everything (un economista bribón explora el lado oculto de todo), y en él aplica análisis económicos contemporáneos a temas ignorados por previas generaciones de economistas, temas como las pobres ganancias de los traficantes de crack. Similarmente, la escuela publica GSB Magazine con estudios que examinan cuestiones como por qué muchos los afro-americanos, que promedian una fracción del valor financiero de sus contrapartes blancas, invierten más en bling (cualquier tipo de joyas con diamantes). En el contexto de la Universidad de Chicago, Levitt, lejos de ser un economista bribón, refleja el rechazo general de algunos de los principios de la economía neoclásica.

De acuerdo con la teoría neoclásica, los individuos y grupos actúan consecuentemente con lo que los economistas llaman las reglas del comportamiento maximizador, eso es, los individuos siempre actúan racionalmente para incrementar su propia ventaja personal, y las firmas siempre actúan para maximizar las ganancias. La economía neoclásica tiene notorias dificultades lógicas. Presupone que los individuos poseen la información necesaria para hacer elecciones, sin explicar cómo adquieren esa información; y asumen que la gente conoce sus preferencias lo suficientemente bien para ser buenos maximizadores, pero nunca rinde cuentas sobre cómo, cuando una nueva tecnología u otra novedad aparece, descubren esas preferencias en primer lugar. Para dirigirse a estas insuficiencias, economistas como Levitt, Thaler y Goolsbee han tomado, crecientemente, dos aproximaciones generales que son ampliamente complementarias.

Primero, se han volcado al estudio empírico de comportamientos específicos entre poblaciones restringidas, porque en tales contextos microeconómicos la data tiende a ser fácilmente obtenible y genera descubrimientos impactantes. Segundo, los economistas han importado introspectivas de la psicología del comportamiento y de la neurociencia.

Hay otro libro best-seller: Nudge, Improving Decisions about Health, Wealth an Hapiness (codazo, mejorando decisiones sobre salud, riqueza y felicidad), de Richard Thaler y Cass Sunstein. Es una introducción a la economía del comportamiento, y ha desarrollado tales introspectivas con la ayuda de la neurociencia, que utiliza tecnologías como magnetic resonance imaging (MRI; imágenes de resonancia magnética) y Positron emission tomography (PET; tomografía de emisión de positrones) para captar la mecánica neural de la toma de decisiones. Al comienzo de Nudge, Thaler y Sunstein proveen a los lectores de una grande y fácil metáfora: tu cerebro está dividido entre tu sistema automático (tu Homer Simpson interior) y tu sistema reflexico (tu Dr. Spock).

¿Qué tiene todo esto que ver con Barack Obama? Mucho de los escritos de Goolsbee es más técnico que Freakconomics y Nudge, y sus propias investigaciones se enfocan en tributación, Internet y efectos en red; pero en sus prescripciones de política es en mucho de la nueva escuela de economía de Chicago. Cuando otras tendencias para tomar decisiones irracionales son entendidas, argumentan los economistas de Chicago, podemos diseñar «arquitecturas de elección» (frase de Thaler y Sunstein) de manera tal que la gente prefiera mejores elecciones sobre materias como inversiones y tributación. De ahí la propuesta de Obama para que las compañías ofrezcan cuentas de retiro e incorporen a sus trabajadores automáticamente, haciendo de la participación la opción de una elección consciente.

Así, también, es el plan de Goolsbee para simplificar el impuesto por ingresos para la mayoría de los americanos que sólo toman la reducción estándar; bajo el esquema de Goolsbee, la IRS (servicio de impuestos internos) enviaría a todos los que pagan impuestos un retorno con la información pertinente, de forma tal que firmar la planilla preparada se vuelva también una mejor elección, ahorrándole a quienes cancelan impuestos 225 millones de horas y $ 2 billones en gastos-salarios preparatorios.

Estados Unidos como un hospital

En marzo pasado parecía que Obama liba a lanzar a Goolsbee al basurero, ya que en un memorandum filtrado, escrito por un funcionario canadiense, donde se afirmaba que en una reunión de febrero en el Consulado de Canadá en Chicago, Goolsbee había asegurado que la retórica áspera que su candidato había manifestado sobre el North American Free Trade Agreement (NAFTA, Tratado de Libre Comercio de América del Norte), mientras estaba en campaña en Ohio -donde muchos culpan a NAFTA por la pérdida de empleos- fue sólo eso. En palabras del memorandum, Goolsbee explicó que la posición proteccionista de Obama en las giras de campaña «reflejaba más un maniobrar político que una política.» Desafortunadamente, uno de los primeros correos masivos de la campaña de Obama había mostrado un portón de fábrica con un candado y las palabras «Sólo Barack Obama se ha opuesto consistentemente a NAFTA.» Aunque Goolsbee retuvo su posición de «senior economic advisor», adoptó (o se le pidió que adoptara) un bajo perfil.

Con Hillary Clinton derrotada, Goolsbee está nuevamente en posición prominente dentro de la campaña presidencial de Obama. Aún así, el asunto permanece latente: muchos votantes americanos desean que la economía industrial estadounidense de los 1950s y 1960s fuese restaurada, y con ello el dulce trato que disfrutaban los trabajadores sin habilidades. Los políticos fallan alcahueteando a su propio riesgo, y la globalización es a menudo considerada culpable por la inseguridad económica. ¿Lo es?

«Las investigaciones económicas no han señalado a la globalización como el principal culpable», dice Goolsbee. Por ejemplo, explica, la manufacturación China y estadounidense apenas se sobreponen: el total de todas las importaciones hacia Estados Unidos alcanza sólo el 16.7 por ciento del gross domestic product (GDP, producto doméstico bruto), y las importaciones de China alcanzan sólo el 2.2 por ciento. «De hecho, los perdedores con China han sido naciones como México», dice; de la misma manera, si los americanos dejan de comprar juguetes baratos de China, los empleos de manufacturación regresarían a naciones como México, no a los Estados Unidos. Goolsbee agrega: «El comercio ha ayudado a que la economía crezca. Simultáneamente, un considerable número de americanos no han compartido esa liberalidad, y si no prestamos atención a sus preocupaciones, todo el favor político para mercados abiertos se secaría.»

En vez de la globalización, cree Goolsbee, «el cambio en la demanda de habilidades y el uso de tecnología» ha reducido la seguridad económica de los americanos promedio. ¿Es entonces la renuencia al cambio y la adquisición de nuevas habilidades una especie de flojera? «En cuanto a las horas trabajadas, la gente aquí está trabajando más que en cualquier otra economía grande; ese realmente no es el tema», dice. «Los americanos no son más flojos que cualquier otra gente. Ha sido una tendencia largamente sostenida que la economía estadounidense ha estado mucho más enfocada en áreas que involucran alto capital humano.» Al mismo tiempo es un error, insiste, temer alguna distopia automatizada «donde todos los que están debajo del 50a percentil pierdan sus trabajos», porque en una economía en crecimiento, una variedad de habilidades serán siempre necesarias. «Cuando la productividad crece en cualquier segmento dado de una economía, los salarios crecen ahí, y esto se desborda hacia la paga de los trabajadores relativamente sin habilidades. Imagínense un hospital, donde hay doctores de altas habilidades, maquinaria de alta tecnología en necesidad de expertos que la manejen, enfermeras practicantes de mediana habilidad y gente de baja habilidad trabajando en la cafetería.»

Sin embargo, continúa, las tendencias típicas de tiempos recientes han sido inquietantes: «la desigualdad y el stagnation (estancamiento) de ingresos para el 75 o 85 por ciento de los americanos comunes es un problema masivo.» Sin movilidad de ingresos y más inversión en la educación, Estados Unidos podría llegar a ser una sociedad permanentemente estratificada. «Por lo tanto, el tema central confrontado por el programa económico de Obama es, ¿Cómo dirigirnos a la estrechez de los americanos comunes? Porque las barreras pueden llegar a ser impermeables.»
La destrucción creativa

«En 1910», dice Goolsbee, «si alguien hubiese podido regresar y decirle a la gente de entonces cuántas líneas telefónicas existirían hoy en Estados Unidos, hubiesen respondido que eso era físicamente imposible, porque cada americano necesitaría ser un operador telefónico. Que hoy existan pocos operadores de tableros de conexión, sin embargo, no es señal de que toda esa gente esté desempleada. El economista laboral Alan Krueger de Princeton ha estudiado qué promedio de las ocupaciones de más alta remuneración son códigos de ocupación que no existían en el censo de 1980. La cifra es muy substancial. Siempre hay remoción o batido de empleos.» La continua destrucción y creación de empleos, insiste Goolsbee, es saludable.

¿Pero de dónde vendrán los empleos futuros? «Hay un chiste dentro de la economía: de aquí a 40 años cada economista será un economista de la salud, porque si tu simplemente extrapolas de la corriente actual, toda la economía será cuidado de la salud.» Mientras que actualmente pensamos del cuidado de la salud como un costo de negocio, continúa Gollsbee, él puede imaginar su transformación en el conductor principal de la economía. «En primer lugar, estos son los grandes motores del crecimiento. Segundo, nos hacen saludables, ¿y qué es mejor que eso? Gastar en investigación médica y ciencia, por cualquier craso cálculo económico, tiene una recompensa masiva, porque si se le pone cualquier valor a la vida -por ejemplo, si tienes medicina que mantiene a la gente con vida por unos dos años extras- el valor implícito de ello es grande. Yo puedo ver fácilmente una emergente combinación de ciencia médica, biotecnología y computación como el fundamento de mucho de nuestro crecimiento económico yendo hacia adelante.»

Tras la pausa, dice Goolsbee: «Por eso es que en los ocho últimos años la degradación de los presupuestos para la ciencia y su politización general son tan inquietantes. El compromiso del gobierno hacia la inversión en entrenamiento avanzado para nuestra propia gente se ha desplomado, así es que algo como dos tercios de aquellos obteniendo aquí PhDs en ciencia e ingeniería no son ciudadanos americanos. Durante muchos años Estados Unidos lideró globalmente en el porcentaje de 25añeros con grados universitarios. Ahora los Estados Unidos está de 31 en el mundo, justo detrás de Bulgaria y justo encima de Costa Rica. El problema con los países con niveles de habilidad entre Bulgaria y Costa Rica es que dentro de 20 años ellos también tendrán niveles de ingreso entre esos países.»

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