Economía

Las curvas suecas

(%=Image(7298703,»L»)%)Washington (AIPE)- Cuando hablamos de modelos de Suecia se puede pensar que nos referimos a rubias esculturales de ojos azules. Pero para los economistas el modelo sueco es la “tercera vía”, entre el socialismo y el capitalismo, lo cual algunos todavía alaban como el ideal.

¿Ha sido el modelo sueco un éxito? Según la reciente publicación de un destacado economista sueco, Nils Karlson, “el modelo se ha convertido en algo bastante diferente de lo que se buscaba y de lo que muchos todavía creen que es”.

El tamaño del fracaso del modelo sueco es tan espantoso como poco conocido. Por ejemplo, el sector privado sueco no ha creado nuevos puestos de trabajo desde 1950. Por el contrario, Estados Unidos ha creado más de 60 millones de nuevos puestos; de 52 millones que había en 1950 a unos 115 millones en 2002. Karlson nos informa también que “ninguna de las 50 compañías más grandes en la Bolsa de Valores de Estocolmo fue fundada después de 1970”.

En EEUU muchas de las más grandes empresas de hoy no existían o no se conocían en 1970, como Microsoft, Intel, Wal-Mart, Home Depot, Cisco, etc. Entre la larga lista de fracasos del modelo sueco, Karlson cuenta que “Suecia ha caído, en cuanto ha PIB per cápita, desde el cuarto puesto en 1970 al puesto número 14 en 2002, entre los miembros de la OCDE” (los países industrializados).

Además, más de un millón de desempleados de una población laboral total de unos 4 millones no trabajaron en 2003, sino que vivieron de los programas de asistencia pública. Y “la mayoría de la población adulta de Suecia es empleada del gobierno o son clientes del Estado, en el sentido que la mayoría de su ingreso proviene de subsidios públicos”.

Hace medio siglo Suecia era una historia de gran éxito. Hace 150 años, Suecia comenzó a transformarse de una sociedad pobre y agrícola a una sociedad rica e industrializada. La economía fue desregulada, se redujeron los impuestos, se adoptó un código comercial moderno y el sistema de patentes. Como resultado, entre 1890 y 1950 Suecia fue el país de más rápido crecimiento en el mundo y allá se fundaron algunas de las más conocidas y respetadas compañías. En ese tiempo, los impuestos eran bajos, alcanzando éstos sólo 21% del PIB en 1950.

Pero entonces comenzaron a aparecer los rasgos del Estado Benefactor de la “tercera vía”. Los impuestos se dispararon en los años 60 hasta alcanzar a mediados de los años 90 más de 50% del PIB, mientras que el gasto gubernamental alcanzó 66% en 1995.

Paralelamente a mayores impuestos y mayores gastos del gobierno se impusieron regulaciones al mercado, surgió la “ingeniería social” y la planificación gubernamental. Entre las consecuencias no previstas se debilitaron las organizaciones voluntarias, mientras que la gente acudía más bien al gobierno en busca de ayuda. Las leyes laborales que dificultaban los despidos hicieron que las empresas dejaran de emplear a gente nueva. Pocas empresas nuevas se fundaron, surgían pocas innovaciones y aumentó el costo de proveer productos y servicios. Los impuestos y los sindicatos destruyeron el incentivo al trabajo y aumentó la economía informal.

El Sr. Karlson mantiene que la peor consecuencia de la “tercera vía” probablemente es la pérdida de dignidad de los suecos, ya que cada individuo tiene un valor único y la buena sociedad requiere libertad individual, responsabilidad personal y respeto por la libertad de los demás.

El Estado benefactor corroe el deseo de mantenerse a sí mismo, también la libertad individual y la responsabilidad, todo lo cual conduce a la pérdida de dignidad. Esa pérdida de dignidad debilita tanto al individuo como a la sociedad.

El modelo sueco no enseña que las buenas intenciones no son suficientes cuando se trata de crear una sociedad humana, compasiva y próspera. No entender las consecuencias económicas y sociales de políticas que cada vez regulan más y aplican mayores impuestos a la actividad productiva fue el fatal error del modelo sueco.

La buena noticia es que se trata de un buen modelo para comprender lo que no debemos hacer y lo que los políticos deben comprender.

(*): Académico del Discovery Institute y académico asociado de Cato Institute.

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